Cuando Santiago le platicó a su jefe la idea de crear una red de apoyo para personas de la comunidad LGBT en el consorcio, éste reaccionó de forma violenta, lo agredió verbal y físicamente. La molestia llegó hasta el punto que lo persiguió en su auto por una avenida solitaria para espantarlo, haciéndole creer que cometería un crimen.
“Pasaron muchas cosas por mi mente, y me mentalicé a que si moría en un crimen de odio, sería por la ignorancia y la homofobia. Moriría de pie siendo quien soy, sintiéndome libre. No por mi culpa, ni mi identidad u orgullo”, cuenta.
Antes del incidente, el joven de 28 años, quien se identifica con el género no binario, se sentía cobijado por su empresa, pues tenía la libertad de acudir a la oficina vestido como a él le gusta.
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La compañía en la que trabajaba cuenta con certificaciones ante la Conavim (Comisión Nacional para Prevenir y Erradicar la Violencia contra las Mujeres) y el Conapred (Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación).
Le emocionaba mucho iniciar este proyecto de apoyo, pues laboraba con otras personas de género diverso o con discapacidades. Cuando Santiago presentó el plan a los ejecutivos de las marcas para las que la firma trabaja les pareció “genial”, pues muchas simpatizan con el movimiento.
Pero al exponerle la idea a su jefe, los comentarios y burlas fueron aumentando hasta convertirse en gritos ofensivos que terminaron en la persecución. Santiago fue despedido, acción que le quitó el miedo a denunciar ante el Conapred, pero su queja fue minimizada. Por lo cual subió su reclamo a redes sociales, pero esto sólo le trajo ataques de odio.