El entorno en el que vivía, las tradiciones de su familia y su educación en una escuela religiosa reforzó en la pequeña Patricia Mercado la idea de que cuando fuera grande sólo podría aspirar a ser ama de casa, madre o tener un puesto de trabajo menor al que un hombre podría acceder, pero con el apoyo de su madre, hoy suma a la lucha para que otras niñas puedan romper techos de cristal.

“Hemos ganado, a partir de nuestra participación, muchos espacios. Hay que inspirar a las niñas, que sepan que nos pueden rebasar y que tienen todas las posibilidades del mundo. Todas pueden ser lo que quieran, tienen todas las posibilidades.

“Es una historia muy larga de mujeres que ganaron la posibilidad de acceder al conocimiento y ponerse al frente (…) Hay lo que llamamos techos de cristal que nadie ve, pero que no nos deja crecer. Paredes de cristal, el suelo pegajoso que no nos deja avanzar, pero hay que seguir abriendo caminos”, dijo a EL UNIVERSAL la senadora de Movimiento Ciudadano (MC).

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De niña siempre le gustó estudiar, le interesaban los números y sacaba buenas calificaciones, aunque en el colegio de monjas reforzaban la idea de que sólo podría ser madre o ama de casa; sin embargo, se empeñó por acercarse a actividades que sumaran a su conocimiento pues no quería conformarse con lo que la norma imponía: “Pensar en un futuro era muy difícil para mi generación, porque no había más que el de formar una familia”, recordó Mercado.

Entre sus actividades se interesó por la lectura. Fue con el cuento El príncipe y el mendigo con el que se dio cuenta de que las diferencias entre la gente que vive con riqueza y en condiciones vulnerables no le eran indiferentes, por lo que se imaginó que ella alguna vez podría incidir para mejorar las condiciones de vida de quienes se encuentran en vulnerabilidad.

“En ningún momento me imaginé que haría lo que hago hoy. Las mujeres sólo teníamos la habilidad de hacer trabajos asistencialistas para hombres e incluso yo estudié taquigrafía y mecanografía para ser secretaria mientras me casaba.

“Mi mamá se preguntó: ‘¿Por qué mi hija no va a estudiar la preparatoria si yo no estudié?’ Así fue como entré a la preparatoria, luego a la universidad y seguí adelante, no con la meta de estudiar mientras me casaba, sino de formarme”, narró.

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