Más Información
“Es un día triste para la democracia”: Presidente del INAI reacciona a extinción del instituto; “dimos la batalla”, dice
Cae en EU “El Guacho”, yerno de “El Mencho”, líder del CJNG; había fingido su muerte para vivir en California
Comienzan las entrevistas de los aspirantes a la Fiscalía capitalina; Ulrich Richter promete ciudadanizarla y despresurizarla
El artículo de José Narro que hizo reaccionar a Sheinbaum; ¿qué dice y por qué lo calificó como “mucha ignorancia”?
Karime Esquiliano permanece recostada sobre la cama, en un cuarto blanco con toques tenues de palo de rosa en las colchas y alguno que otro verde por algunas plantas que dan vida a la pequeña habitación de 3x3 metros.
“¿Puedo tocar?, ¿quieres escuchar los latidos?”, le pregunta Kay Cisneros, partera y cofundadora de Morada Violeta.
Se dirige a Karime brindándole una atención completamente distinta a la que recibiría en un hospital debido a la violencia obstétrica, ginecológica y sexual, que, por lo regular, se vive en centros de salud.
“Acá las parteras me tratan de manera digna, empática y respetuosa. Siempre tienen una escucha activa hacia mí. No se quedan sólo en la parte física o corporal, sino que me preguntan por mi salud emocional y mental, todo para dar un diagnóstico integral”, dice Karime, mientras la partera le acerca el estetoscopio para que pueda escuchar de su vientre los latidos de su bebé.
Karime tuvo un aborto años atrás. Pese a que se atendió en un hospital privado, la experiencia y la violencia obstétrica que padeció la orilló a buscar una atención diferente para su nuevo embarazo, que contara con perspectiva de género, pues para ella la atención hospitalaria “sigue siendo muy patriarcal”.
En una casa en la colonia Roma, en la Ciudad de México, nueve mujeres de distintos ámbitos y cuatro parteras devuelven su autonomía a las mujeres enseñándoles cómo funciona su cuerpo para que puedan decidir sobre él.
En Morada Violeta las parteras feministas son defensoras de los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres, en un área en donde, aseguran, hace mucha falta visibilizar las violencias y proponer alternativas para combatirlas.
Kay Cisneros comenta que la violencia de género también se vive en la sala de maternidad y en los quirófanos, con palabras hirientes, malos tratos, hasta implantar en las mujeres anticonceptivos sin que ellas lo sepan.
“Así no gritabas cuando estabas haciendo a tu bebé, ahora aguántese” o “¿Para qué abriste las piernas?”, son algunos insultos que reciben las mujeres por parte del personal de salud en su etapa más vulnerable.
Según la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (Endireh) 2021, en México, de las mujeres entre 15 y 49 años que tuvieron un parto o cesárea entre 2016 y 2021, 33.4% experimentó maltrato en la atención obstétrica durante la cesárea y 29.6% en el parto.
Del mismo modo, 19.5% de las mujeres que tuvo cesárea vivió maltrato sicológico y/o físico y a 23.7% se le realizó tratamiento médico no autorizado.
Sin embargo, la violencia que sufren las mujeres puede escalar hasta practicar cesáreas no deseadas. La partera de Morada Violeta menciona que en México, de todos los nacimientos, 50% se atiende por cesárea y esto se debe a que el sistema de salud se encuentra saturado.
“Como un parto puede durar muchas horas, al sistema le conviene este método pues dura menos tiempo y así van desaturando el servicio hospitalario”, dice.
Kay indica que la Organización Mundial de la Salud encontró que 85% de las mujeres son sanas y tendrán embarazos saludables, por lo que “este porcentaje se puede atender con parteras y eso contribuiría a que el sistema de salud este menos saturado y se corrige un problema grave”.
Opina que otro de los beneficios que hay en la partería es que ayuda a combatir la muerte materna y a mejorar la salud de las mujeres y de sus bebés, pero muchas de ellas no saben que este método es una opción o le tienen temor.