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Arriaga, Chis.— Cansado de las extorsiones y amenazas de los pandilleros que operan en el centro de San Salvador, Juan Alberto, de 27 años de edad, supo que se organizaba una segunda caravana hacia la frontera con los Estados Unidos y aún indeciso, habló con un pariente, que le sugirió que no esperara más y emprendiera el camino a México: “Vete. Tenés que proteger tu vida”.

Horas antes de realizar el camino, el albañil que llevaba tres meses escondido para no encontrarse a los pandilleros que todos los días le exigían un derecho de piso y se uniera a ellos, procedió a buscar un refugio seguro para sus padres, esposa e hijos. Sólo así pudo tener un poco de paz y huir de su país.

En la madrugada del 30 de octubre, Juan Alberto se despidió de sus padres, esposa e hijos, y horas después ya estaba en la carretera para pedir “aventones” a traileros que lo llevaron, primero hasta la frontera con Guatemala y de ahí hacia Tecún Umán, donde se paró frente el río Suchiate, un día después, justo cuando la segunda caravana migrante buscaba ingresar a territorio mexicano.

La suerte parecía estar con él, porque después de que su tío le sugirió no darle más vueltas al asunto y que se aventurara a participar en la segunda caravana, se encontró con dos paisanos más, con los que ha caminado 687 kilómetros desde San Salvador, capital de El Salvador, hasta Arriaga, Chiapas, en la frontera con Oaxaca.

Explica que en este viaje ha reflexionado y considera que si no puede llegar a la frontera con Estados Unidos para pedir refugio, entonces lo hará ante la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (Comar), porque “si yo regreso a mi país, me matan”.

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