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Por años, organilleros de la Ciudad de México han sufrido discriminación de turistas extranjeros. La semana pasada una modelo estadounidense se quejó del “ruido” de estos músicos y, a pesar de que fue despedida, esto sólo fue un ejemplo de muchos casos en los que foráneos han hecho comentarios discriminatorios a personas que se dedican a este oficio, según denunciaron algunos de estos músicos a EL UNIVERSAL.
“Hay veces que la gente es muy antipática, pero la mayor parte es muy agradable con nosotros. Con los turistas hemos tenido problemas porque les incomoda el ‘ruido’ y la tradición, y sí nos hemos sentido discriminados”, expresó en entrevista con este medio Guadalupe Hernández, quien vive del oficio desde hace 20 años.
Ser organillera es la única fuente de dinero que tiene Guadalupe, y se desempeña en la calle Corregidora, del Centro Histórico de la Ciudad de México. Su hija trabaja con ella, y aunque es ingeniera en Gestión Empresarial, cuando se queda sin empleo se dedica a esta labor tradicional de México, por este motivo refirió que los turistas deberían respetar las tradiciones nacionales.
“Está mal porque aquí se les da buen trato, nuestro país les ha dado buen trato. De alguna manera, si no les agrada el ruido de nuestra música, nada más deberían respetar nuestras tradiciones”, expresó.
Camilo Juárez es organillero desde hace 10 años, cuando por casualidad recibió una invitación para ser suplente de un músico durante un evento. Desde entonces, el hombre refiere que no tiene vacaciones y si decide tomar un día, afecta considerablemente sus ingresos.
Después de leer la noticia de la modelo estadounidense que incitó a las personas a no dar dinero a los organilleros, Camilo Juárez pidió respeto a los extranjeros que visitan México.
“Yo opino que cuando vamos a su nación no le faltamos el respeto a ellos, es como ir a su casa: debe existir respeto. Por eso aquí también tienen que respetar, porque es nuestra fuente de trabajo, aunque sea en la calle, nosotros respetamos el lugar”, reiteró en entrevista con este medio.
A pesar de esto, refirió que en muchas ocasiones los turistas disfrutan la música y le piden permiso para tocar el organillo y aprender esta tradición mexicana.
“Sí he sentido discriminación de extranjeros, pero otros nos entienden, a veces nos hablan en inglés y no les entendemos, luego dicen frases como ‘mucho gusto por la música’ o ‘a nosotros gustar música’, y con eso nos demuestran que sí nos apoyan”, declaró el músico de 54 años de edad.
Con ayuda de su organillo, Carlos Pedroza interpreta clásicos musicales como Cielito lindo, Flor de Capomo, 100 años, Chiquitita, Mi cariñito y Las Gaviotas. Lleva un año en dicho oficio y trabaja desde las 7:00 horas hasta las 20:00 horas todos los días.
Al preguntarle si ha sentido discriminación por parte de extranjeros y turistas, Carlos dice que sí, pero que lo mejor es ignorarlos y seguir alegrando las calles de la ciudad.
“Hay mucha gente que nos apoya, y como todo, hay gente que nos dice de cosas y groserías, pero pues tratamos de ignorar y no caer en su juego”, señala, mientras recibe cooperaciones de los transeúntes que recorren el Centro Histórico durante Semana Santa.
El músico de 32 años explicó que ser organillero conlleva algunas dificultades, por ejemplo, dar mantenimiento al instrumento, ya que es muy caro porque sólo dos personas en la Ciudad de México lo hacen.
“Y tardan mucho, aproximadamente un mes, para darle mantenimiento; se hace una vez al año, ya que al usarlo diario el desgaste es fuerte. Aspectos como el traslado a su lugar de resguardo, la gente que transita sin cuidado y las calles con baches, hacen que el instrumento presente abolladuras y demás daños en la madera”, agregó.
El organillo, una caja musical
En su parte interior, el instrumento cuenta con un cilindro conocido como organillo, el cual tiene unas cuerdas metálicas que se accionan con una bomba de aire y un acoplador. Junto con el seleccionador (de canciones) y el acoplador, al dar la característica vuelta, el sonido es como se produce.
“Es prácticamente como una cajita musical, tienen el mismo funcionamiento, pero con distintos materiales”, explica Carlos Pedroza.
El músico dice que, al principio, es difícil tocar el instrumento, “los brazos te duelen, los pies te arden por estar todo el día parado, no tienes otro movimiento más que estar aquí apoyándote de un pie a otro”.
Carlos y Camilo lamentan que los jóvenes ignoren que los organilleros son parte esencial de la capital.