El acoso y el hostigamiento sexual contra las mujeres sólo podrá terminar cuando los hombres se involucren, hagan conciencia y decidan dejar de hacerlo, consideró Belén Sanz Luque, representante de la Organización de las Naciones Unidas para las Mujeres (ONU-Mujeres).

En entrevista con EL UNIVERSAL, en el marco del lanzamiento de la campaña Dejemos de Hacerlo, que inició ONU-Mujeres en contra del acoso sexual callejero, en transporte público, explicó que en México los medios de transporte son un entorno de “enorme inseguridad” para las mujeres.

“Se debe reconocer que el acoso es un problema para cambiar esa conducta y la realidad. Es necesario que los hombres se comprometan a dejar de acosar”, dijo.

Reconoció que uno de los avances que se han logrado con este tipo de campañas es que el problema del acoso deje de ser privado y llegue a la esfera pública; sin embargo, “no es suficiente que se hable del tema. Las autoridades [deben ser] contundentes”.

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¿Por qué esta campaña va dirigida a los hombres?

—Está dirigida a la transformación de comportamientos nocivos hacia las mujeres, en este caso la violencia y el acoso sexual. Hemos podido evaluar que, para resolver el problema, no podemos sólo trabajar con las mujeres, sino también con los hombres, quienes, en su mayoría, son los perpetradores. Con ello hemos puesto en marcha campañas orientadas a generar conciencia de que estos comportamientos suceden, que ellos los pudieron haber cometido y que deben darse cuenta, reconocerlo.

¿Qué objetivo tiene la campaña en México?

—Generar reconocimiento y conciencia en los hombres para que dejen este tipo de comportamientos tan arraigados e invisibles. Nos dirigimos específicamente a hombres de 18 a 35 años que usan transporte público en Monterrey, Guadalajara, municipios aledaños y la Ciudad de México.

¿Por qué ese target?

—Es una edad en la que los hombres asumen la mayoría de edad y tienen un mayor nivel de autonomía y toma de decisiones, pero aún conservan el resultado del proceso de socialización de que para ser masculino se tiene que ser macho, dominante.

¿Cómo se llega a este tipo de conductas dañinas?

—Es producto de la sociedad. Desde que somos muy pequeñas se nos enseña que hombres y mujeres tienen un rol en la sociedad, que hay una división sexual del trabajo en la que ellos se dedican a la provisión y ellas al cuidado del hogar. A partir de ahí, los hombres quedan encasillados en una forma de ser hombre: la que domina a la mujer, la que genera control sobre ella. Esta socialización se va reproduciendo hasta llegar a que la sociedad acepte que es normal que una mujer camine por la calle y un hombre le chifle o le diga piropos.

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¿De qué tamaño es el problema del acoso callejero y en transporte público?

—La violencia sexual está en todas las ciudades del mundo por estos estereotipos. En México lo que podemos ver es que siete de cada 10 mujeres han sido víctimas de alguna forma de violencia en algún momento de su vida, y en la sexual, específicamente, 41.3%. Este es un dato muy preocupante. En Guadalajara, por ejemplo, 81% de las mujeres ha padecido violencia sexual mientras recorría el Centro Histórico; en la misma ciudad, 71% de ellas afirma que sólo en los últimos 12 meses ha sido víctima de alguna forma de acoso sexual. En Monterrey, Nuevo León, 91.6% de las mujeres que usa el transporte público ha enfrentado al menos una manifestación de violencia sexual, lo que es altísimo: han sido víctimas de piropos ofensivos, miradas morbosas y recargones con carácter sexual; incluso han sido perseguidas. En la Ciudad de México, el dato, hasta el día de hoy, es que 81% de las mujeres tiene miedo de sufrir un ataque sexual en las calles y 77.4%, en el transporte.

¿Por qué el transporte público?

—Porque es uno de los escenarios donde mayor ejercicio de derechos uno debe tener: nos permite ejercer nuestras actividades, estar conectados. Debería ser el espacio de mayor seguridad, pero hemos descubierto que ha sido al contrario.

[Debemos] llamar la atención sobre el hecho de que tenemos que prevenir el acoso, y atender no sólo las consecuencias, sino las causas. No es suficiente darnos cuenta: tiene que haber un compromiso a dejar de hacerlo.

Si hay tanta información, ¿por qué continúan estas acciones?

—El problema ha dejado de ser algo privado: las mujeres ya están hablando. Para lograr un cambio, lo primero es visibilizar, generar evidencia sobre el problema.

Además de eso, tenemos que trabajar en la prevención y las autoridades deben ser contundentes en su respuesta, garantizar que no haya impunidad. No puede ser que no haya consecuencias.

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Sólo 14% de las mujeres denuncia este tipo de conducta.

—Las mujeres dejan de denunciar porque no creen en el sistema judicial, porque tienen la valentía de denunciar y no pasa nada o las autoridades las discriminan. Hay un gran desconocimiento de los derechos, y las autoridades y la sociedad civil tienen que difundirlos.

Si yo [quiero denunciar], pero mi amiga lo ha hecho antes y no ha pasado nada, es probable que no quiera pasar por ese camino tan duro.

¿Qué hacer con la idea del “macho mexicano”?

—Debemos generar una conversación, que los hombres se puedan sentar y dialogar sobre cuál es el estereotipo de ser hombre. Buscamos deconstruir la idea de que sólo hay una forma de ser hombre, de ser macho, como si esto fuera algo que tiene un valor en sí mismo cuando en realidad los aprisiona. Queremos que hombres y mujeres se liberen de estereotipos para avanzar hacia una cultura igualitaria.


 

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