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justiciaysociedad@eluniversal.com.mx
Jojutla, Mor.— El deseo por conocer el mundo trajo a Olivia a México. Hace 12 meses, con tan sólo 20 años, abandonó su natal Francia para embarcarse en una travesía que la ha llevado a visitar las Islas Británicas, República Dominicana, Cuba, hasta llegar a su destino temporal: Jojutla, Morelos.
Olivia es una de los 200 voluntarios de más de 30 nacionalidades que han participado en la rehabilitación de la primaria, la cual es realizada por la organización Happy Hearts México, dedicada a la atención de escuelas afectadas por desastres naturales. La obra inició en febrero de este año y se prevé que concluya a finales de este mes, con lo que se beneficiarán a 151 alumnos que se quedaron sin escuela y toman clases en aulas provisionales.
Con una estatura de no más de un metro con 60 centímetros, ataviada con un casco de constructor, lentes de protección y botas, la joven recorre la obra, saluda, platica con sus compañeros y personas de la comunidad con un español atropellado. Toma el rodillo, pinta los muros de los salones, después sale y pregunta en qué más puede ayudar.
Al amarrar los alambres que forman una cuadrícula, la cual es utilizada para reforzar los muros de las aulas, Olivia recuerda que tras terminar la preparatoria trabajó en París durante seis meses para juntar dinero y empezar su viaje. Desde la capital francesa pidió aventón hasta llegar a Gibraltar, en la costa sur de España.
Ayudar a los demás es lo que hace a la joven levantarse todos los días a las 6:00 horas para trabajar en la construcción de la primaria. Sin hablar español ni tener conocimientos en la materia, poco a poco aprendió a utilizar la maquinaria, la aplanadora, a hacer la mezcla del cemento y pintar.
En internet se enteró de la labor de la organización estadounidense All Hands and Hearts, que ayuda a la reconstrucción de zonas afectadas por desastres naturales, fue así como llegó a las Islas Británicas, que fueron afectadas por un huracán. Ahí permaneció cuatro semanas.
Una vez concluida su labor se embarcó en un velero rumbo a la República Dominicana; luego tocó tierra en Haití; después llegó a Cuba y, finalmente, a México en marzo de 2018.
“Llegué a Cancún, visité Holbox, Playa del Carmen. Cuando vi las fotos de los daños del sismo quedé impactada, busqué dónde ayudar, la organización con la que ya había colaborado tiene una oficina en México, los busqué y aquí estoy”, relata.
Entre el ruido de la maquinaria, Olivia comenta que ser útil a las personas afectadas por el sismo la hace sentir plena y contenta, porque además de entablar amistades con los otros voluntarios y con los habitantes de la comunidad, contribuye a que los niños tengan un lugar dónde aprender.
“Me gusta levantarme antes de las seis y saber que voy a ser útil, que tenemos un trabajo que ayer no terminamos y debemos continuar, porque la escuela no se va a construir sola”.
En busca de voluntarios. El amor trajo a Nicolette Koeman, directora ejecutiva de Happy Hearts, a México e instalar una oficina de esta organización. De nacionalidad holandesa, Nicolette conoció a su esposo mexicano mientras estudiaba leyes; una vez que terminó la universidad, se casaron, dejó a su familia y amigos para instalarse en su nueva patria.
El interés por apoyar a la población afectada por los desastres naturales la motivó a instalar una organización dedicada a este fin a inicios de este año comenzó los trámites para llevarlo a cabo. Comenta que siempre ha estado relacionada con el voluntariado, en Holanda estuvo en proyectos para enseñar holandés a migrantes.
Nicolette recuerda que en un recorrido que realizó a Jojutla con la ONU conoció el caso de la primaria Narciso Mendoza, dañada por el terremoto. Estas instalaciones fueron elegidas como primer proyecto.
En espera de una nueva escuela. Raymundo Ojeda Alonso, director de la primaria rehabilitada, prevé que a fin de septiembre o principios de octubre esté lista la nueva escuela para que los menores abandonen las aulas temporales colocadas en un predio aledaño al plantel afectado.
Mientras recorre las instalaciones temporales, Ojeda Alonso recuerda que al sentir el “jaloneo de la Tierra” tuvo mucho miedo por la vida de los alumnos y profesores.