Los libros de texto gratuitos deben incorporar conceptos validados científicamente, y funcionar como una herramienta para que los niños se formen su propia concepción del mundo y criterio. Sin embargo, en México, todos los gobiernos han intentado utilizarlos para imponer su visión de la historia y realidad con motivos políticos e incluso electorales, advierten especialistas.

José Ángel Córdova Villalobos, quien durante su administración al frente de la SEP enfrentó un proceso de actualización en los libros de texto gratuitos —que se da cada año, dice—, explica que la dificultad de hacerlo no está en las ciencias duras como matemáticas, o en ciencias naturales, sino en las sociales por los efectos de intentar crear o introducir una tendencia de pensamiento.

“Me sorprendió mucho ver que lo querían hacer todo en fast-track porque son muchos contenidos y hay que ser muy cuidadosos con lo que se modifica, por eso se requiere un comité científico especializado, con todo el sustento”, expone.

“No estoy en desacuerdo con que se amplíe la información sobre diversas formas de pensamiento, pero tienen que ser formas validadas y no ocurrencias. Eso es muy peligroso, el querer ideologizar a los niños y jóvenes que apenas están aprendiendo con conceptos, pero que no tienen toda la información para poder discriminar, así que los toman como propios”, opina.

Eduardo Backhoff Escudero y Teresa Bracho, quienes presidieron el extinto INEE, manifestan su preocupación de que los libros se estén elaborando “al vapor”, que no haya tiempo suficiente para probarlos y señalaron que si bien los profesores son especialistas en didáctica y enseñanza, no lo son en cada una de las materias de los libros de texto, y si bien su papel es importante, no es el único.

Backhoff Escudero explicó que todos los gobiernos del mundo, pero en especial los mexicanos, tienen la intención de que a través de la educación se narre la historia y las metas sociales que se quieren imprimir en los estudiantes. Si bien todos los libros tienen impresa una ideología, la narrativa histórica es atractiva para los gobiernos.

“El sentido de los contenidos de los libros de texto es crear una visión del mundo, es un cristal por donde estás viendo el mundo: te dice lo que es y lo que no, lo que es bueno y malo. Si te dicen: lo anterior fue malo y lo que nosotros estamos proponiendo es bueno, están ideologizando. Si te dan herramientas y elementos para que tú juzgues es muy distinto a que te catequicen”, asegura.

Bracho González señala: “El contenido es polémico. Intentar ideologizar en los libros de texto es algo que no se puede aplaudir en ningún caso porque los planes de estudio deben tener una coherencia pedagógica y didáctica. La prioridad ideológica no es lo más razonable para formar a los niños y menos ahora que vuelvan a la escuela quién sabe con qué libros, que no tienen sentido en relación a lo que dejaron”.

Para Bernardo Naranjo, exconsejero del desaparecido Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE) y doctor en Política Educativa por la Universidad de Stanford, el riesgo de incorporar una visión ideológica en esos materiales sería caer en la tentación de calificar no sólo hechos históricos que ocurrieron hace muchos años sino de la historia reciente.

“No podemos juzgar a la administración que acaba de terminar. Los gobiernos que ganan elecciones quieren asegurarse de ser quienes escriban la historia, pero eso sólo se puede hacer con el beneficio del tiempo”, agregó.

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