32 aniversario de aquel terremoto que devastó a la Ciudad de México. Cada día 19 de septiembre, al llegar los recuerdos, vienen las lágrimas, al saber lo frágil y pequeños que somos ante un evento como el movimiento telúrico del 85, que arrebató la vida a más de diez mil personas…pero ésta fecha fue distinta, fue aún más dolorosa.
Entre las actividades para conmemorar aquel sismo, se realizó un macro simulacro a las 11:00 hrs. Todas las dependencias: Heroico Cuerpo de Bomberos, Cruz Roja, Protección Civil y ciudadanos participaron, como muestra de la conciencia e información sobre los grandes riesgos en la CdMx, ante la fuerza de la naturaleza y en recuerdo de aquellos que se fueron con el temblor.
Tan sólo dos horas y 14 minutos después del simulacro, sucedió lo inimaginable…
….13.14hrs de ese mismo día, de este 2017: la tierra cruje con un grito de energía, como una cruel broma de la naturaleza: hoy mismo y de nueva cuenta, la Ciudad de México es presa de un terremoto.
Poco antes de la una de la tarde, me dirigía al Metro Hidalgo. Pasaba, como siempre, por la emblemática
Plaza de la Solidaridad, donde 32 años antes tome mi primera imagen periodística: ‘El Hotel Regis en ruinas’ y que ahora es un espacio para recordar el actuar de los
mexicanos en aquel desastre. Al caminar por allí, es imposible no revivir esos tristes y dolorosos sentimientos, esos recuerdos que quiebran el alma.
Pretendía vivir un día normal: me dirigía a mi local, el proyecto gastronómico ‘La Esquina del Marlín’ que irónicamente -cosas de la vida- es un lugar especial: es mi terapia, mi espacio para disfrutar de uno de mis gustos: cocinar; disfrutar de la compañía y la plática de comensales; pasar ratos agradables y no pensar en situaciones difíciles. Hacia allá iba.
Llegué a Metro Chabacano. Una estación que en el 85 fue Zona Cero por los derrumbes de varios edificios, donde perdieron la vida decenas de mujeres que trabajaban como costureras en empresas nefastas de la industria textil: laboraban sin prestaciones, con contratos de 11 meses y cuyos hijos se quedaron sin ellas y sin apoyo después del terremoto.
Eso pensaba al bajar del vagón y allí sentí un fuerte jalón. Mi mente insistió, pero la información chocaba con lo que decía mi corazón: “¡No, no puede estar pasando!” Pero al aumentar la fuerza de los movimientos, supe que al terminar ese sismo, nada sería igual.
Fueron segundos eternos. El miedo y la preocupación se apoderaban de mí. Sin darme cuenta, las personas que estaban a mí alrededor y yo terminamos abrazados. No sé cuánto duró pero se me hizo lo suficiente para ver la película de mi vida.
Cuando por fin el piso dejó de moverse, la primera bendición que recibí después del sismo fue ver y saber de las personas que amo. Vía mensaje, rápidamente supe que en mi entorno todos estaban bien.
Calzada de Tlalpan se convirtió en una calle peatonal. Era imposible llegar al local, así que decidí ir a casa a revisar los posibles daños y tomar mi cámara.
Cada paso era revivir aquel jueves de septiembre de 1985. Un horrible déja vu.
Pero a diferencia de hace 32 años, la información que tenía en mano fluyó en tiempo real y así me fui enterando de lo sucedido.
Hay cosas que han cambiado mucho del 85 a la fecha, pero lo que no me deja de sorprender, de alegrar y no dejaré de amar de esta Ciudad es que en minutos ya había gente ayudando. Ese mágico sentimiento que conocí en el 85 estaba de nuevo en las calles: LA SOLIDARIDAD.
La apatía quedó de lado. La sociedad estaba ayudando. Se desbordó el apoyo y el amor.
Una nueva generación ha conocido la furia de la naturaleza, enfrentándola con solidaridad y dándole un sentido más a lo que era una señal de rescate, poniendo el puño en alto para decir “¡ESTAMOS DE PIE!”.
A la par del amor, la solidaridad, la esperanza y el ímpetu, de nuevo hay luto en la Ciudad. Mucha gente perdió su hogar y en especial, a sus seres queridos, por respeto y memoria de quienes ya no están ¡es DIGNO agradecer a Dios por estar vivos! No perdamos la oportunidad que tenemos cada día de decir ¡Te quiero! y abrazar a nuestra gente.
Al igual que hace 32 años, esta vez salí a las calles, con mi cámara, a documentar lo sucedido. ¡Aquí les comparto algunos momentos!