“¡No, otra vez no!”, ¡Dios mío, no!, ¡Otra vez no, por favor, te lo ruego!”, gritaron los padres de los niños que hace cinco años murieron al desplomarse el Colegio Enrique Rébsamen por un sismo.
Los deudos, junto a vecinos y familiares, realizaron una misa en memoria de los niños y todos los que perdieron la vida durante el 19 de septiembre de 2017.
Minutos antes y mientras se desarrollaba el simulacro, a las 12:19 horas, todos se tomaron de la mano y guardaron un minuto de silencio por la tragedia.
Para honrar a los niños, los padres junto con vecinos y las autoridades de la alcaldía de Tlalpan montaron una carpa blanca, ahí colocaron las fotografías de las víctimas que fueron rodeadas por flores blancas.
Mientras se realizaba la homilía, al fondo empezó a sonar la alerta sísmica, pero esta vez era real porque el simulacro ya había terminado. Todo fue confusión, pues ninguno de los presentes tenía claro si era otro ejercicio, una falla de la alarma o si en verdad era un nuevo temblor.
A las 13:05 horas, según el Servicio Meteorólogico Nacional (SMN) alcanzó los 7.7 grados.
Segundos después todo fue pánico, el suelo empezó a moverse, los árboles alrededor de la carpa se sacudían al igual que los cables. Regresaron los recuerdos de lo ocurrido el 19 de septiembre, pero de 2017.
“¡Dios mío, no, no, por favor!”, gritaba una madre de las víctimas mientras lloraba.
“Eso sintió mi hijo y nadie estaba ahí para abrazarlo, ¿por qué?, ¿por qué?, mi niño, no”, dijo otra joven madre mientras la sostenía personal de Protección Civil de Tlalpan.
El movimiento telúrico fue intenso y para algunos pareció durar una eternidad: “¡Carajo!, fue el mismo día con sólo 10 minutos de diferencia, no puede ser”, dijo otro de los vecinos para luego entrar a su domicilio con el resto de su familia. El llanto contagió a todos, mientras la tierra se sacudía, todos se fundieron en un abrazo y empezaron a rezar.
El religioso que oficiaba la misa tuvo que suspender el servicio y caminó con los deudos al centro de la calle e intentó calmarlos, pero sus palabras no surtían efecto, pues el movimiento de tierra continuaba: “Tranquilos por favor, va a pasar rápido y vamos a pedir a Dios que esto no sea una tragedia”, decía el clérigo.
Los padres de los niños que murieron en el Colegio Enrique Rébsamen —que en total fueron 19— no quisieron mirar la estructura que queda del plantel. Apretaban los ojos, se hincaban o lloraban.
Personal de la policía capitalina y de Protección Civil se sorprendió por el movimiento de una de las bardas: “No tiene soportes, quítense de ahí, se puede caer”, decían a los reporteros que se intentaron refugiar junto a la pared, la cual incluso tenía fotografías y flores para conmemorar a las víctimas.
“Justo eso es lo que no queremos, sabemos que los desastres naturales y más los temblores son impredecibles, pero lo que las autoridades pueden y deben hacer es supervisar que las escuelas, los nuevos complejos habitacionales, los edificios y las casas se construyan bien y de manera correcta, sin corrupción, porque eso fue lo que paso aquí y a cinco años, aún no superamos el dolor, no queremos que otros papás pasen por esto, ni una persona, por eso pedimos justicia”, dijo Gabriela Luna, una de las mamás que ayer, hace cinco años, perdió a sus dos hijos.
Se dio a conocer que se destinaron más de 9 millones de pesos para el pago de la reparación del daño a las víctimas, en cumplimiento a la recomendación 31VG/2019 emitida por la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH), y que la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas de la Ciudad de México (CEAVI) realiza gestiones para proporcionar atención médica, sicológica y tanatológica. Las víctimas solicitan continuidad hasta su recuperación total.
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