Síntomas como fiebre, dolor de garganta y comezón le quitaron el sueño por varias noches a Gerardo. Ante la incertidumbre, planeó realizarse una prueba Covid, pero la aparición de dos pústulas en la mano derecha lo hizo considerar que probablemente se encuentra infectado de viruela símica.
Por miedo a sufrir discriminación, falta de seguridad social debido al desempleo y, principalmente, por desconocimiento del tema, el joven de 26 años se acercó a una organización civil para pedir orientación. Allí lo canalizaron a la Clínica Condesa de la Secretaría de Salud de la Ciudad de México, en donde le realizaron la toma de muestra para confirmar el diagnóstico.
“Yo sé que es viruela porque ya me enseñaron fotos. ¿Para qué me hago el tonto?, pero quiero que me digan aquí [en la clínica] que sí es porque ando con mis hermanos todo el día trabajando”, dijo a EL UNIVERSAL.
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Gerardo inventó mil excusas para aislarse de amigos y familiares por miedo a infectarlos, así que acudió solo a la prueba. Para proteger a la gente que viajaría a su alrededor en el transporte público portó cubrebocas, una chamarra de mezclilla de manga larga y cargó consigo un aerosol desinfectante que rocía ansiosamente en sus manos.
Aunque las pústulas le duelen, las cubrió con curitas que a su alrededor protegió con cinta micropore para evitar el contacto con las superficies y así el esparcimiento del virus.
Cuando llegó a la clínica, nadie lo discriminó o le negó la atención, acciones a las que él temía, pues lo han segregado en otros hospitales por ser portador de VIH. La persona de seguridad de la entrada le pidió una identificación, le preguntó el motivo de su visita y lo dejó pasar.
Personal médico del lugar lo dirigió al área de pruebas donde esperó su turno acompañado de otras seis personas sospechosas de padecer viruela símica.
Ante la falta de protocolos de sanidad, Gerardo eligió aguardar sentado en el suelo para que sus heridas no contagiaran a alguien más por el contacto con objetos contaminados.
Para realizarle la toma de muestra, la enfermera le solicitó su identificación y datos personales como su edad. Le hizo preguntas de rutina para abrir su expediente médico y registro en caso de resultar positivo.
Después, la trabajadora de la salud le solicitó a Gerardo descubrir una de sus pústulas y con mucho cuidado la raspó con un instrumento parecido a un bisturí. El producto de la raspadura fue depositado en un tubo de vidrio que sería enviado al Instituto de Diagnóstico y Referencia Epidemiológicos (InDRE) para averiguar si padece la enfermedad.
Las enfermeras le dijeron que, en caso de ser positivo, su resultado sería enviado a su correo electrónico en un lapso menor a dos semanas. Luego, lo canalizaron a otra área de la clínica, en donde un doctor le asignó tratamiento para las molestias que le causan sus heridas.
El médico le recetó un par de analgésicos en caso de que los síntomas como fiebre y dolor persistieran. Sin más indicaciones, le permitieron partir de vuelta a su hogar.
“Insistí al doctor, pero me dijo que no hay tratamiento. Me tiene más nervioso saber a cuántos puedo contagiar, que lo que me pueda pasar a mí”, aseguró.
Gerardo atribuye su contagio a haber asistido a un lugar de encuentros sexuales, pero no tiene más detalles que le hagan confirmarlo, pues asegura que no recuerda haber estado con algún portador visible.
“La responsabilidad está en nosotros principalmente. Creemos que el gobierno o los hospitales nos van a proteger, pero no es un hecho y no es verdad. En la fila de espera algunos tenían sus ámpulas desprotegidas; nadie les dijo nada”, indicó.
“Lamentablemente, uno tiene que informarse, ir a buscar su medicina o por su diagnóstico porque nadie sabe nada o no quiere informar nada por miedo”, expresó.
Gerardo esperará la confirmación de su prueba aislado, sin informarle a sus conocidos, amigos y ni si quiera en su trabajo como vendedor de playeras en un tianguis, pues además de contagiarlos, le teme al estigma.
Pide a los organismos de salud pública difundir de manera más amplia información sobre la enfermedad, como cuidados, forma de prevenirla y lugares a dónde acudir por tratamiento para que a nuevos infectados no se les dificulte diagnosticarse y así evitar el contagio involuntario.