Vale más la fe que el cansancio. Sentada en el interior de la casa de campaña que instaló en el atrio de la Basílica de Guadalupe, Elizabeth Villalba comentó que llegó caminando desde San Andrés Tlalamac, en el Estado de México.

Durante un día completo caminó para llegar con gran devoción al templo mariano, que es uno de los más importantes del mundo para los católicos.

“Es una peregrinación que venimos año tras año, ya tengo seis años viniendo. Vengo, uno, por la emoción de sentir la adrenalina que se vive en el camino, y por venir a visitar a la Virgen de Guadalupe que nos ha dado mucha ayuda y milagros”, comenta.

Subraya que este año particularmente asiste para pedir por la salud de su familia, para que la Virgen la proteja de todo mal.

“Salimos a las ocho de la mañana y llegamos a las 12:30 de la madrugada. Al caminar sentía una emoción bien grande y le pedía a la Virgen que nos ayudara en el camino, aunque hubiera ámpulas y cansancio. Le pedíamos mucho que nos librara de los peligros”, relata.

Asegura que a pesar de las ámpulas que tuvo y del cansancio, su fe pudo más y caminó y caminó hasta estar frente a la Virgen.

Al llegar, sus pies fueron curados y vendados por personal de Protección Civil.

Cumplir una promesa

“No es dolor, es fe, ella [la Virgen] me cumplió y le tengo que cumplir y darle muchas gracias”, señala a su vez Valentín, quien llegó hincado desde Puebla; relata que prometió entrar tres años de rodillas si la Virgen le concedía que su hija naciera bien.

Recalca que en total ya lleva 16 años asistiendo al templo y que pide por su salud y la de sus seres queridos, principalmente.