“Mamá, dime por dónde porque no veo”, le grita Fernando a su madre mientras camina hacia las escaleras de los juegos. Con los brazos estirados, intenta tocar lo que se encuentre a su paso para no chocar y llegar a la resbaladilla de la que se quiere aventar.
Mario, su hermano menor, lo espera en la cima, con gritos lo guía. A sus tres años aprendió a ser los ojos de Nano, como le dicen de cariño.
En enero de 2018, cuando tenía dos años y cuatros meses, Fernando Gael fue diagnosticado con retinoblastoma bilateral, un tipo de cáncer que afecta los tejidos de la retina, desarrollando tumores que ocasionan su desprendimiento y, en consecuencia, la pérdida de la vista.
Nano parecía tener esperanza de salvar sus ojos. Había pasado 12 quimioterapias y 25 radioterapias que hicieron que se destruyeran dos tumores y el tercero iba disminuyendo, cuando en mayo, el desabasto de medicamentos hizo que su tratamiento se retrasara.
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“Nos dijeron que el tumor creció mucho en un mes, ya no podían ponerlo en riesgo y había que operarlo”, cuenta Leslie, madre de Fernando.
En octubre, asesorados por la Barra Mexicana de Abogados, interpusieron ante la Fiscalía General de la República (FGR) una denuncia penal contra el presidente Andrés Manuel López Obrador y los titulares de la secretaría de Salud (Ssa), Jorge Alcocer, e Insabi, Juan Antonio Ferrer, por la falta de medicamentos y omisión en atención médica.
“Lo que quiero es que garanticen la educación de mi hijo, porque su ojito nadie se lo va a regresar”, dice Leslie.
Panorama pesimista
Las primeras señales de su padecimiento iniciaron cuando el menor comenzó a tocar las cosas con las manos. Durante el día se desenvolvía normal, pero al llegar la noche chocaba con las puertas y los muebles.
“Fue muy triste. Me imaginé a mi hijo en una caja (...) Fue muy duro porque mi mamá falleció de cáncer y no sabía qué hacer”, recuerda Leslie.
Llegaron al Hospital Infantil de México Federico Gómez y el diagnóstico fue pesimista, el cáncer en su ojo izquierdo estaba muy avanzado y los médicos advirtieron que tal vez tendrían que quitarle ambos ojos.
La operación era urgente. Se corría el riesgo de que el cáncer se extendiera por el nervio óptico, de ahí al sistema nervioso y terminara en el cerebro; sin embargo, el daño en los dos ojos era casi el mismo, por lo que la decisión médica fue darle ciclos intensos de quimioterapias.
El tiempo lo tenían encima. Los tumores reaccionaron bien a las primeras quimios, había disminución en ambos ojos y por momentos la vista le regresaba, pero en su sexta aplicación comenzó el desabasto.
“Buscamos el medicamento por fuera pero no había, además salía en 15 mil pesos, estaba carísimo”, cuenta.
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A partir de ahí, las esperanzas de Fernando para conservar sus ojos se desvanecieron. La medicina era cada 23 días y con el retraso el tumor derecho reaccionó; el izquierdo ya no.
En la quimioterapia 12, una semana antes de la operación, sus padres habían decidido llevarlo a la playa para que viera el mar, pero hubo un cambio. Los médicos decidieron darle radioterapia también. En un mes recibió 25 sesiones; casi una diaria.
Ahora, Fernando utiliza una prótesis que costó 5 mil pesos y que la asociación Dime y Juntos lo Haremos A. C. ayudó a pagar, pero que tiene que cambiar cuando cumpla seis años, con un costo de cerca de 15 mil pesos.
Nano intenta desarrollarse como cualquier niño. Aunque su visión es muy limitada del ojo derecho, tiene a su hermano menor que es su compañero y guía.
Anhela tocar la campana
Luis Fernando trabaja sublimando tazas y, junto con Leslie, vende cubrebocas y pulceras; además, forma parte del Movimiento Nacional por la Salud, integrado por padres de niños con cáncer.
Fernando no tiene actividad tumoral por ahora, está a la espera de que oncología lo mande a remisión para que pueda tocar tan anhelada campana, símbolo de que ha superado el cáncer.