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Las agresiones que reciben por parte de sus parejas obliga a miles de mujeres a abandonar sus lugares de origen, buscar un refugio en otra zona y empezar su vida desde cero.
El desplazamiento forzado provocado por la violencia intrafamiliar ha permanecido en la sombra durante mucho tiempo, coincidieron expertas en temas de género.
La Red Nacional de Refugios (RNR) lanzó la campaña Silencios que cantan, almas que pintan, voces que resignifican para hacer un recorrido en varios estados del país y visibilizar esta situación.
Aunque no hay cifras oficiales, la RNR asegura que 45% de las 25 mil mujeres que atiende, junto con sus hijos e hijas, se han visto obligadas a abandonar su hogar para escapar de sus agresores.
Para ellas el precio de mantenerse con vida es alto: no regresan a su casa por temor a quien las golpeó, pierden contacto con su familia, deben trabajar desde jóvenes, abandonan la escuela, no hay un programa gubernamental que las apoye, se quedan sin identificaciones oficiales, no hay nadie que les ayude a cuidar a sus hijos y no pueden estar en paz por el temor a ser encontradas.
Los refugios para mujeres víctimas de violencia extrema, administrados por organizaciones de la sociedad civil, se han convertido en los únicos espacios que atienden a este sector de la población.
Alrededor de 70 establecimientos se coordinan para ofrecer atención médica, sicológica y jurídica a todas las desplazadas, además de ayudarles a crear un proyecto de vida lejos de su agresor.
Cuando una víctima llega a un refugio tiene la posibilidad de optar por permanecer en la misma entidad o irse a otra, decisión en la que son asesoradas por personal especializado de los albergues, el cual realiza un diagnóstico para medir el riesgo que corre cada mujer si no se aleja de la zona.
“Ellas deben despojarse de todo para salvar sus vidas. En muchos países no se reconoce la migración interna porque sería igual a admitir la impunidad y el poco acceso a la justicia, eso debe cambiar para que las mujeres desplazadas tengan un espacio digno donde vivir y reciban la atención necesaria”, indicó Wendy Figueroa, directora de la RNR.
Según los datos de esa organización, al menos 11 mil 250 mujeres en el país han sido desplazadas junto con sus hijos por sufrir violencia.
“Cuando dejan el refugio, únicamente 5% regresa al lugar del que escapó, normalmente no lo hacen porque las fiscalías no ofrecen medidas de protección y los agresores siguen libres. Lamentablemente ha habido casos en los que la mujer regresa a su hogar y vuelve a ser maltratada o incluso asesinada”, comentó Figueroa.
Añadió que las víctimas de violencia intrafamiliar tampoco pueden irse a vivir a casas de sus familiares porque el agresor tiene identificada a toda su red de apoyo y también ejerce violencia sobre ésta.
La directora de la RNR reclamó que el desplazamiento forzado sólo es reconocido cuando es generado por el crimen organizado, los desastres naturales o los conflictos sociales y políticos.
Crimen organizado agrava el problema. Según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), 43% de las mujeres de 15 años y más ha enfrentado violencia por parte de su pareja, esposo o novio, es decir, 19 millones de personas de esa población han sido agredidas en algún momento de su relación.
La Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares 2016 del Inegi revela que el Estado de México, la Ciudad de México, Aguascalientes, Jalisco, Oaxaca y Michoacán son las entidades con más violencia intrafamiliar.
A pesar de estas cifras, responsables de diversos refugios aseguraron a EL UNIVERSAL que el problema es mayor cuando el agresor pertenece a grupos criminales.
Mayela Chávez, directora de un centro de apoyo en Coahuila, expresó que en su albergue 62% de las beneficiarias son de otros estados.
“Las mujeres que atendemos fueron víctimas de violencia intrafamiliar, el riesgo aumenta porque sus parejas pertenecían al crimen. Ellas ya recibieron amenazas de que las iban a hacer ‘pedacitos’”.
Informó que Tamaulipas, Nuevo León y Chihuahua son las entidades de donde proviene la mayor parte de las mujeres que cuida. El gobierno, dijo, debe crear una política para cuidar a las desplazadas.
Comunicación familiar, la clave. Cuando una mujer es violentada y huye de su hogar, en muchos casos no puede llevarse ni siquiera una muda de ropa.
“Cuando vi que mi vida peligraba, salí de mi casa, pero estoy segura de que mi esposo me busca con una pistola para matarme”, relató Érika, quien pidió omitir su verdadero nombre por seguridad.
La mujer dejó a sus hijos, a su mamá y a sus hermanos y considera que será difícil volver a su casa, pues su pareja la asesinaría.