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ESPAÑOLA, NUEVO MÉXICO. – Rodeado por las rojas montañas de Sangre de Cristo, el Valle de Española, una hora al norte de Santa Fe en Nuevo México, es el epicentro de una de las epidemias de adicción más grandes del país. El condado de Río Arriba donde está situada la ciudad es el segundo con mayor índice de muertes por sobredosis de drogas sintéticas en Estados Unidos.
Nadie parece saber por qué las drogas se hicieron tan comunes en la región, quizás fue por la pobreza o por la falta de oportunidades. Lo cierto es que hoy todos aquí conocen a alguien que consume drogas o ha muerto por consumirlas.
"Casi cada llamada que respondemos está directamente relacionada con el abuso de drogas", dice Roger Jiménez, jefe de policía de Española, quien no oculta su impotencia. "Esto es una epidemia y no tenemos recursos suficientes. Tengo solo 28 oficiales y desesperadamente necesitamos más para combatir este problema".
Durante más de 20 años, familias enteras en esta región han lidiado con un creciente número de sobredosis. Primero fue heroína, pero en los últimos años la irrupción del fentanilo ha agravado el panorama.
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"Alguien ha estado consumiendo la misma cantidad (de droga) todos estos años, luego recibe una dosis de fentanilo que resulta 10 veces más fuerte de la que su cuerpo está acostumbrado y puede tolerar", explica Jiménez.
Antes, de vez en cuando sus oficiales llevaban naloxona, el antídoto para una sobredosis. Ahora, dice el jefe de policía, tienen que utilizarlo a diario.
"Las muertes por fentanilo en Estados Unidos recalcan la potencia que tiene esta sustancia, 100 veces más que la morfina, 50 más que la heroína. Este tipo de medicamentos o de fármacos actúan no sólo en las partes del cerebro que dan placer sino también en partes que tienen que ver con el dolor, que tienen que ver con los centros de las emociones, que tienen que ver con los centros de la respiración", explicó Mario González, psiquiatra y experto en adicciones.
La adicción en Española ha seguido el mismo camino que otros condados de Ohio, Kentucky y West Virginia, algunos de los que tienen mayor índice de muertes por sobredosis , de acuerdo con cifras recogidas por académicos y la Agencia Antidrogas de Estados Unidos (DEA, por sus siglas en inglés). Comenzó cuando grandes laboratorios estadounidenses inundaron el mercado con analgésicos opioides, sin advertir a los pacientes que causaban adicción.
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"Las farmacéuticas estaban promoviendo estas pastillas al principio como antidolor. Las personas iban buscando a médicos que fueran más liberales y les recetaran a pesar de no ser pacientes", explicó Celina Realuyo, analista que ha seguido casos de farmacéuticas sujetas a juicio.
La policía de Española, en Nuevo México, dice que no tiene capacidad suficiente para atender la crisis de opioides en su ciudad. Foto: Luis Megid/Univisión
En Española, las drogas que tradicionalmente llegaban de México, como la heroína, ahora están mezcladas con fentanilo, para hacer que sus efectos sean más duraderos, según la policía local.
Lo llaman "superheroína". Muchos adictos, según estadísticas del Centro para el Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC, por sus siglas en inglés), sospecharon de haberla consumido cuando tuvieron una sobredosis. A diferencia de otras drogas, el fentanilo tiene una ventana entre la crisis y la muerte de apenas cinco minutos, según expertos consultados para esta investigación. Por eso la rápida respuesta de la policía es crucial para salvar vidas.
Durante dos días, Univision acompañó a la policía local en un turno ordinario de trabajo. En cada jornada atendieron sobredosis por opioides.
En la ciudad, los testimonios son tan numerosos como tristes. Joyce Pacheco perdió a dos hijas por sobredosis de drogas sintéticas. Hoy dice que prefiere no pensar y mantenerse ocupada.
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Bridgette Bendiola afirma que su hijo ya pasó ocho años en la cárcel y ahora está huyendo para que no lo atrapen otra vez.
"Pienso que ahora está trabajando para un cártel. Quiero que lo atrapen y lo pongan tras las rejas", dijo.
Y Jessica Bendiola, hermana de Bridgette, hace tres años perdió a Crystal Roybal, su hija, entonces de 33 años, quien se hizo drogadicta irónicamente, mientras soñaba con ser consejera social para adictos de alcohol y drogas.
Jessica recuerda la escena de la casa de su hija, después de que falleció por sobredosis: "Me dejaron entrar a la casa después y había mucha droga en su cuarto, tenía mucha droga en todos los cajones". Su otro hijo, afectado por la muerte de su hermana, cayó en depresión, no sale de su casa y se droga diariamente, dice ella. “Todos los días lloro y le hablo en la mañana, le hablo en la noche, para ver si está bien".
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Crystal Roybal murió en 2017, a los 33 años, después de haber caído en la adicción a las drogas sintéticas. Foto: Cortesia Lupe Salazar/Barrios Unidos
Un mural con los fallecidos
Ante la incapacidad oficial, organizaciones civiles en Española están trabajando directamente con las víctimas. Una de ellas es Moving Arts, que dirige Roger Montoya. "No hay otras opciones para ellos. Es una lástima profunda ver familiares y niños en estas situaciones, esclavizados por las drogas".
El programa de arte de Montoya ayuda a reconstruir un tejido social que, dicen aquí, las drogas han roto.
"Los jóvenes necesitan este programa porque sin oportunidades como el arte y expresión no hay muchas opciones realmente", dice el activista.
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En la sede de Barrios Unidos, otra de las organizaciones asentadas en la zona, hay un mural de tela con la foto de cada uno de los fallecidos.
"Los extrañamos a todos", dice su fundadora, Lupe Salazar, quien afirma que cada día debe hacer un esfuerzo para sonreír y atender sus asuntos sin que la quiebre su propia tragedia.
"Su hija, Jerrica, ha logrado dejar las drogas y lleva cuatro años en tratamiento, pero Fernando Espinoza, su otro hijo, de 35 años, aún se inyecta tres o cuatro veces cada día. Él dice que ha esquivado el fentanilo, pero cree que ha llegado a usarlo porque venía "mezclado con la heroína".
Cada día, según las estadísticas, unas 70 personas mueren en Estados Unidos por sobredosis de opioides, principalmente fentanilo. Salazar teme que su hijo sea el próximo: "Siempre que lo miro, hasta cuando estoy enojada con él, le doy un abrazo, le doy un beso y le digo que lo quiero, que lo amo, porque no sé si esa es la última vez que lo voy a mirar".