La violencia forma parte de la experiencia educativa de los niños como si fuera un marco de referencia que impide que la escuela se convierta en el centro de la sociedad; al mismo tiempo, la falta de educación o una de pobre calidad generará violencia en el futuro.
Esta es la clase de espiral o círculo vicioso que es necesario combatir socialmente, y las escuelas pueden hacer mucho para lograrlo, dijo el creador de la Prueba PISA, Andreas Schleicher, en entrevista con EL UNIVERSAL.
Al hablar de los resultados del examen que creó hace 18 años, y cuya aplicación más reciente mostró que México ha tenido muy pocos avances significativos en los últimos años, el investigador alemán, director de Educación y Competencias en la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), consideró que las escuelas son un medio para combatir la violencia desde antes de que se genere.
“El asesinato de una criatura es sólo la punta del iceberg, hay cientos de miles de niños que experimentan la violencia diariamente en otros niveles, desde el bullying hasta el contexto social”, dijo.
Señaló que en casos como el mexicano, los maestros deberían estar preparados para enfrentar este contexto desde las aulas, conocer mejor a sus estudiantes y crear ambientes educativos más sanos.
¿De qué manera impacta a los estudiantes la violencia que se vive en el país?, especialmente después de un caso tan trágico como el de la niña Fátima.
—Hay dos formas de ver este fenómeno. Por un lado, la violencia es un marco de referencia en la experiencia educativa y hace difícil que las escuelas se conviertan en el centro de la sociedad y de su estabilidad; al mismo tiempo, una educación pobre generará más violencia en el futuro. Es un círculo vicioso que se debe romper en algún momento.
Las escuelas pueden hacer mucho para crear un ambiente seguro, que logre involucrar a los estudiantes y provea a los jóvenes de experiencias significativas. Esa es la mejor vacuna contra la violencia a largo plazo.
¿Subestimamos a las escuelas?
—Creo que sí. Pensamos que las escuelas sólo son espacios para la transmisión de conocimientos; no, son lugares muy importantes en el proceso de socialización. Los maestros pueden hacer muchísimo para crear ambientes positivos y de disciplina. Es muy importante dejar de reducir las expectativas que tenemos sobre lo que pueden hacer las instituciones educativas y comenzar a darles mayor apoyo.
¿Qué se debe hacer con los niños que en este momento crecen en una realidad como esta?
—El asesinato de una criatura es sólo la punta del iceberg, hay cientos de miles de niños que experimentan la violencia diariamente en otros niveles, desde el bullying hasta el contexto social. El problema pasa también por niños que sienten que sus maestros no los toman en serio o relaciones muy debilitadas entre alumnos y profesores. Todos son temas que tenemos que abordar.
¿Qué deberíamos esperar de los docentes?
—Que conozcan su materia, que sepan de qué manera sus estudiantes aprenden; personalizar el aprendizaje; que conozcan mejor a sus estudiantes, qué les apasiona.
Si conseguimos que los maestros hagan esto, vamos a tener ambientes de aprendizaje más positivos y vamos a lograr, cuando menos, reducir algunas formas de violencia. Necesitamos atacarla en sus formas más extremas, pero el mayor reto para la educación es tratar la frustración que genera en nuestros estudiantes el hecho de ir a la escuela y no encontrar experiencias significativas de aprendizaje.
En este aspecto es en el que las escuelas pueden hacer mucho: que los maestros ayuden a los niños a descubrir quiénes son y en qué se quieren convertir, que los ayuden a acceder a recursos educativos de calidad. En el largo plazo, es la mejor manera de combatir la violencia que se vive en aulas y calles.
¿Se les tiene que capacitar para saber qué hacer, por ejemplo, en caso de un tiroteo?
—Absolutamente. No podemos dejar a los maestros solos y asumir que este es un problema con el que sólo tiene que lidiar la policía, tenemos que comprender que es un problema cultural y educativo, y por ello tenemos que hacer que los maestros sientan que van a recibir apoyo para enfrentarse a él en su trabajo.
Ni siquiera se trata de regresarlos a la universidad, sino de promover un ambiente escolar en el cual tengan más oportunidades de compartir experiencias y aprender de y entre ellos; que el director de cada plantel sea no sólo un administrador, sino un líder preocupado por sus recursos humanos, que les dé apoyo y ayuda extras para que puedan concentrarse en enseñar. Los maestros mexicanos hacen demasiado trabajo administrativo.
¿Cuál es su mayor preocupación en el caso mexicano?
—No es que los niños mexicanos no tengan la capacidad de aprender o no estén aprendiendo, porque cuando vemos los resultados de la prueba PISA nos damos cuenta de que cuando se les pide reproducir contenidos les va bastante bien.
Sin embargo, cuando tienen que hacer una crítica o distinguir entre los hechos y las opiniones, es ahí donde el sistema es muy débil, porque esa es la clase de habilidades que les demanda la sociedad a los jóvenes.
¿Le preocupa la situación de los estudiantes mexicanos?
—Claramente, la sociedad mexicana y la economía están cambiando de una manera mucho más rápida que el nivel de preparación de los jóvenes. No puedo decir que la educación en México haya empeorado, se mantiene estable, pero las demandas de la sociedad están creciendo rápidamente. Las escuelas de hoy van a ser las economías y las sociedades del mañana. Esa es la realidad.
¿Qué dicen las escuelas mexicanas de la sociedad de mañana?
—Que somos muy buenos en educar robots de segunda clase, a gente que es capaz de repetir lo que se le dice, pero que no hemos sido lo suficientemente buenos en educar a la clase de seres humanos que se requieren en el siglo XXI: que puedan pensar de manera creativa y crítica, que tengan habilidades sociales y emocionales, que sean capaces de pensar por sí mismos, pero que puedan trabajar con personas que piensan distinto.
¿México queda atrás?
—No es sólo que otros países lo estén dejando atrás, sino también la propia tecnología. Ese es el riesgo más grande: los estudiantes mexicanos no sólo están compitiendo con sus pares de otros países, sino que también compiten con la tecnología que hemos creado, que tal vez no sustituya a los seres humanos, pero sí complementará el trabajo que realizan. México es bastante vulnerable a la automatización. La tecnología no es algo a lo que debamos temer, sólo deberíamos lograr de manera urgente que los jóvenes mejoren.
¿Qué opina de la nueva reforma educativa que permite dar plazas automáticas a los normalistas, en vez de otorgarlas a través de un examen?
—Lo que debemos asegurar es que cada niño tenga acceso a un maestro excelente, es necesario tener un mecanismo para garantizar la calidad de la enseñanza y de los maestros, y que los mejores docentes les van a dar clases a los estudiantes con mayores desventajas, crear una cultura de la evaluación que sea muy fuerte. No estoy en contra de esta clase de reclutamiento, pero dificulta garantizar la calidad de los maestros y la enseñanza.
Desde hace 18 años, la OCDE ha realizado todo tipo de recomendaciones y los niveles de México en PISA no mejoran, ¿el gobierno mexicano escucha a la OCDE?
—Bueno, en matemáticas los resultados claramente son mejores que en los primeros años de PISA. México ha hecho muchísimo para cambiar los programas de estudios en Matemáticas, y en entrenar a los maestros. No es que los gobiernos mexicanos no respondan a las políticas, pero es claro que no hay continuidad. En las últimas décadas ha habido muchas buenas intenciones en términos de política pública y muy poca implementación. Muchas cosas se han quedado en el papel.
Por ejemplo, me gustaba mucho el modelo educativo de la anterior administración, era una idea muy interesante, pero es muy fácil escribir una cosa así en el papel y muy difícil traducirlo a la práctica cotidiana. El problema no es la falta de ideas, sino su implementación.
El gobierno ha entrado en una política de austeridad republicana, ¿menos dinero implica una educación de menor calidad?
—Todas las sociedades necesitan hacer un balance entre el presente y el futuro. Lo que puedo decir es que, por ejemplo en Vietnam, los padres y los abuelos gastan hasta el último centavo en la educación de sus niños, eso es invertir en el futuro. En Occidente nos gastamos el dinero de los niños en consumir, por eso estamos tan endeudados. Pienso que un país como México debería “hacer de tripas corazón” y ahorrar dinero en el gasto que hace en bienes de consumo en el presente, para poder preservar sus recursos para el futuro.