Al vivir con una discapacidad invisible, Itzel explica que ha sido doblemente vulnerada por hombres conocidos y profesionales de la salud que la han llamado “loca”, “mentirosa” y “exagerada”; por ello, decidió inclinarse hacia el activismo educativo para formar de raíz a personas empáticas y protectoras que respeten su entorno.
“Estadísticamente, desde tiempos ancestrales, se nos ha negado desde la toma de decisiones hasta la ocupación de cargos o espacios bajo la consideración de que no somos aptas; es un sistema de creencias que debemos romper con educación porque no sólo los hombres nos violentan, también es entre nosotras”, aseguró a EL UNIVERSAL la también maestra de secundaria.
A simple vista no es posible observar la discapacidad de la educadora, pero ella sufre dolores crónicos derivados de la fibromialgia que padece y por esta razón es constantemente violentada.
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Señala que así como ella, mujeres que padecen otras enfermedades incapacitantes que no son visibles también son cuestionadas y atacadas por pensar que simulan sus padecimientos.
“De ello también se deriva que las niñas con discapacidad tengan menos oportunidades, pues ellas tienen menos acceso a la educación ya que, además de la cultura machista, las políticas educativas limitan su acceso, permanencia y egreso”, expone.
Así, cree que es necesario erradicar el estigma de que las protestas son sólo una acción para romper o quemar mobiliario urbano, y explica que que las movilizaciones han contribuido a abrir espacios para las mujeres por los que de principio no habría que emprender una lucha.
“Hay que recordar que gracias a las protestas puedes votar, puedes ir a la escuela, tener trabajo en una empresa y no estar condenada al aislamiento, por eso es totalmente legítimo manifestarse”.
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