Lejos de detener su labor como divulgadora y defensora de la lucha de las identidades trans, la violencia digital que atraviesa la vida de Láurel con ataques y amenazas de muerte la hizo sentir más decidida a compartir lo cansada, triste y furiosa que se siente ante las agresiones de las que que son objeto las mujeres.
La sonrisa permanente de la periodista resalta en ella, se forma un gesto de inquietud en su mirada al enunciar que la primera lucha con la que las mexicanas se topan de frente es levantarse a vivir en un país feminicida.
Y sucede de nuevo cuando destaca que ser indiferente ante los discursos de odio hacia identidades de mujeres cis y trans, por más sutiles que estos sean, no abona a combatir desde las microviolencias hasta los 12 feminicidios diarios que se registran en México.
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Más adelante en la charla con EL UNIVERSAL explica con alivio que una vez que salió del clóset y dejó de encarnar otra identidad que no era la suya, comenzó a asistir al movimiento del 8M tras descubrir las violencias en su entorno y también para abonar a la exigencia por los derechos de las mujeres y hacer entender que no es una marcha por los feminismos, sino por la dignidad de todas y todes por lo que no hay motivo para excluir a nadie.
Asimismo, la creadora de contenido considera que se trata de una protesta necesaria ante la ola de crímenes que se suscitan en el país; para expresar los sentires desde todas las intersecciones y para visibilizar el hartazgo que las mujeres tienen sobre la violencia que obstaculiza sus vidas a diario.
“Luchamos desde que compartimos nuestros saberes con nuestro círculo cercano; cuando en la comida familiar alguien hace un comentario misógino y le corregimos; cuando compartimos nuestra experiencia, saberes y sentires con amistades, en redes sociales y todo eso abona”.
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