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Michelle Arellano es una niña chiapaneca que en unas semanas más cumplirá 10 años y ya domina cuatro idiomas: inglés, francés, alemán e italiano. Cuando tenía apenas año y medio aprendió la lengua de Shakespeare y está a punto de ingresar a la universidad para estudiar la carrera de Medicina, profesión a la que se dedican sus padres, Karina y José.
La menor tiene un coeficiente intelectual de 158, seis más que Mark Zuckerberg, el fundador de Meta, quien tiene un IQ de 152, y dos menos que el desaparecido científico británico Stephen Hawking. Michelle habla con fluidez y naturalidad de sus planes a futuro, pues se visualiza en los próximos años trabajando en un hospital y colaborando en un proyecto de investigación para buscar la cura contra el cáncer y el autismo.
“Yo tengo un pariente que tiene autismo y no se puede expresar. Eso me causa tristeza. Quisiera crear un programa para que sea más fácil entender a gente como él, que tienen ese mismo problema”, expresa.
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La pequeña, quien vive en Tuxtla Gutiérrez, está consciente de que en México se estima que existen más de un millón de niños con altas capacidades. Sin embargo, hay pocas escuelas públicas para menores que tengan estas características.
“Son necesarias más escuelas y que capaciten a los maestros para que puedan entender y enseñarles a los niños con altas capacidades. Muchos de estos niños se pierden porque pasan desapercibidos al diagnosticarlos con déficit de atención o Asperger”.
Como las niñas de su edad, le gusta jugar con sus muñecas, con los videojuegos y se divierte con el origami y el dibujo, aunque también le gusta dedicar una parte de su tiempo a la lectura.
“Mis libros favoritos son El pan de la guerra, Mi vida como un cuento y Animales extremos. De hecho, el primer libro que leí fue a los cuatro años y fue el de Mi vida como un cuento”, comenta la menor.
También es cinta negra en taekwondo y pretende estudiar coreano y Biología Marina a la par que la carrera de Medicina, porque, según comenta a EL UNIVERSAL, le apasiona lo relacionado con la vida marina.
“Me gusta practicar deporte como natación, basquetbol. En natación ya tengo ocho trofeos y 890 medallas”, dice.
A estas alturas, Michelle tiene tres ofertas para estudiar Medicina. En la Universidad de Massachusetts, en Estados Unidos; en el Tecnológico de Monterrey y en la Universidad Autónoma de Chiapas.
Cuenta que durante su paso por las aulas no fue objeto de bullying por parte de sus compañeros, sino de sus maestros.
“Mis compañeros no me hostigaban, en cambio los que me hacían un poco de bullying eran mis maestros. Me decían que yo no era inteligente y, por ejemplo, si a una de mis tareas le faltaba un signo de puntuación me ponían cinco de calificación”, relata la pequeña.
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¿Qué sentías cuando tus maestros tenían ese tipo de actitudes contigo?
—Me enojaba, porque soy como cualquier otra niña, nada más que con diferentes capacidades. Cuando yo estaba en la primaria la maestra explicaba cualquier cosa y yo entendía todo. Algunos no comprendían y la maestra volvía a explicarlo, y eso a mí me aburría. Por eso, me ponía a pintar y a dibujar y me regañaban”.
¿Qué les dirías a los niños y jóvenes que ya no quieren estudiar?
—Que necesitan estudiar para que nuestro país prospere y haya mejores oportunidades de progresar para todos. Y a los niños que son como yo, que no se sientan diferentes, porque somos iguales a los demás, nada más que con capacidades diferentes.
Karina, la mamá de la pequeña, asegura que tuvo que estudiar una maestría sobre altas capacidades para poder entender y ayudar a Michelle.
“Aquí en el estado no tenemos ninguna escuela para niños sobredotados. Aún hay mucho desconocimiento sobre este diagnóstico. Y cuando a mí me lo dieron me di a la tarea de buscar instituciones y organizaciones que nos pudieran orientar para apoyarla. Nos interesa que nuestra hija avance a su propio ritmo, sin atropellar su infancia. Michelle es una niña que hace las cosas propias de su edad”, comenta.
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