En estos tiempos difíciles en los que la humanidad enfrenta uno de los mayores desafíos en su historia, no debemos olvidar que existe un problema mucho más grande, cuya solución es más difícil de encontrar que cualquier vacuna contra la pandemia que hoy nos lastima y nos afecta: la creciente violencia contra las mujeres.
Esta otra pandemia está profundamente arraigada en la sociedad en general y particularmente está enquistada en México, porque a pesar de ser un problema muy antiguo, sólo hemos comenzado a hablar de este fenómeno en las últimas décadas. Y mientras lo hablamos, una mujer está siendo atacada brutalmente en México, asesinada sin que nadie haga algo por ella.
Lo hemos hablado mucho, pero a esas discusiones no han correspondido las acciones necesarias por parte de todos los sectores que tendrían que estar involucrados para este cambio, para poner un alto a la violencia contra ellas. Desde luego hablamos de los gobiernos como principales responsables, aunque debemos admitir también que la sociedad civil, el sector privado y otros actores no gubernamentales poseemos también facultades para incidir en la transformación.
Quisiera aclarar que cuando digo que todos en México tenemos que aportar algo para erradicar la violencia contra las mujeres, no menosprecio el enorme avance que ha significado la lucha de muchas de ellas en el camino de la equidad.
Ustedes mismas, mujeres mexicanas han hecho grandes esfuerzos por visibilizar este tema y lograr, cada una dentro de su ámbito, un trato justo de igualdad de oportunidades.
Debemos recordar que hace un año, cuando la epidemia de coronavirus apenas comenzaba, surgió la enorme movilización de mujeres en los espacios públicos y el movimiento encabezó la agenda nacional. Sus manifestaciones y sus muestras de indignación detonaron un debate público sin precedentes en el país. Con su aparición en las calles hicieron visible un fenómeno que regularmente se queda encerrado en cuatro paredes.
Un año después, pese a las dificultades y a la distancia, aquí estamos de nuevo el 8 de marzo para no dejar pasar esta fecha que nos obliga a la reflexión y al debate, en busca de las soluciones que nos conduzcan a la erradicación de la violencia en todas sus expresiones.
EL UNIVERSAL ha abierto sus páginas y sus plataformas digitales al debate y a las legítimas demandas de destacadas mujeres del ámbito político, cultural, académico, deportivo y científico, para que compartan sus visiones e ideas en torno a este problema que no debemos permitir que salga de la agenda pública.
Es un asunto de la mayor importancia y debe permanecer como una de las prioridades en la agenda nacional, a pesar de que nuestros gobernantes no lo entiendan, lo estigmaticen y lo coloquen en una agenda político-electoral, electorera, por decirlo con todas sus palabras.
Parte de lo que nos ha enseñado este último año es que los casos de violencia contra la mujer no han cesado e, incluso, ha hecho evidente cuál es la raíz de la cultura de la discriminación y la violencia: el núcleo familiar.
El confinamiento ha dejado vulnerables a muchas mexicanas, quienes dentro de sus propios hogares han sido víctimas de agresiones que después, al ser denunciadas, son minimizadas e ignoradas por las autoridades y nuestros gobernantes. Y eso no lo podemos permitir ni aceptar. Voltear la mirada a otro lado o escudarse en el desconocimiento, no resuelve el problema.
Agravios como estos no deben ser ignorados con el pretexto de la emergencia sanitaria ni ser catalogados como ataques políticos o electorales por parte de los gobernantes responsables de atender a las mujeres que reclaman todos los días.
No hay mayor mezquindad que la de privilegiar el interés político y electoral por encima de la agenda de derechos planteada por las mujeres.
Todos los niveles de gobierno y los Poderes de la Unión, empezando por el Presidente de la República, deben entender que exigir un alto a violencia y pedir soluciones no es una demanda con color partidista o propiedad ideológica, es una exigencia justa que se eleva por encima de partidos políticos y procesos electorales.
Quiero terminar mi mensaje agradeciendo la presencia y participación de todas ustedes en los espacios de discusión de EL UNIVERSAL y también quiero felicitarlas por la voluntad y esfuerzo que han puesto en busca de la justicia y la equidad de género, que no son alegres dádivas, son exigencias legítimas en la construcción de una nueva sociedad sin machismos, sin pactos patriarcales ni descalificaciones desde lo más alto del poder político.
Muchas gracias a todas.