El politólogo y articulista Lorenzo Meyer rechaza que la polarización que vive el país se deba al presidente Andrés Manuel López Obrador, pues México ya estaba polarizado desde antes de su llegada al poder, debido a las enormes desigualdades sociales que hay.
Además, niega que el polémico decretazo de López Obrador, que considera las obras insignia como asunto de seguridad nacional, tenga el objetivo de ocultar información de los proyectos emblemáticos del gobierno.
Ve con simpatía que el Ejecutivo haya dado luz verde a la sucesión presidencial, pues “ya no estamos en tiempos pasados”, en los que había un tapado.
Asegura que López Obrador no será el gran elector en la sucesión de 2024, sino que ese papel lo tendrán los ciudadanos, pues ya no hay un partido de Estado.
¿Cuál es el balance de los tres primeros años del sexenio?
—Tres años es muy poco tiempo para hacer un balance y también son insuficientes para modificar un régimen que se formó a lo largo de un siglo; veo esto como apenas el principio de un cambio político histórico en México.
La bandera de este cambio, que el Presidente definió varias veces, sobre todo, en una de las últimas mañaneras, diciendo que no quiere estar en el centro, sino en la izquierda.
Podría ser así la definición de la meta de largo plazo de López Obrador, y para lograr eso hay que movilizar a esa parte de la sociedad que por mucho tiempo se quedó al margen de los procesos políticos, no era parte activa, era más bien objeto de la política, pero la idea del Presidente es lograr que ese grupo mayoritario de mexicanos se identifique con el gobierno y lo vea como suyo, cosa muy difícil.
En este proceso de transformación que encabeza el Presidente, ¿qué riesgos ve usted para la democracia?
—Depende de cómo la defina uno, pero México viene de una vida no democrática, así que apenas se está iniciando la democracia. Si la pregunta implica que México ya es democrático y que se puede producir un derrumbe de la democracia, pues es muy optimista, porque la democracia apenas la estamos conociendo.
¿Comparte el punto de vista de algunos críticos que señalan que el presidente López Obrador está concentrando demasiado poder?
Entonces, hay que fortalecer al Estado porque lo que tenemos es un medio Estado.
¿Cómo ve el papel de los órganos autónomos?, ¿deben ser contrapesos al Ejecutivo aunque no le guste?
—Los órganos autónomos como el INE deben ser contrapesos, pero esos órganos autónomos tampoco tienen mucha base social, son parte del universo del Estado mexicano que flota sobre la sociedad.
No está mal porque es necesario que el Ejecutivo tenga contrapesos, pero los verdaderos artífices del destino mexicano no es el gobierno, son los intereses económicos concentrados.
Los órganos autónomos son secundarios frente a lo que significan 60 mil millones de dólares en una sola familia.
¿Cuando el Presidente nombra a gente allegada a él al frente de, por ejemplo, la CNDH, la Comisión Reguladora de Energía o en la Suprema Corte de Justicia, se debilita la autonomía de esos órganos?
—Pregúntele a los estadounidenses. Sería bueno hacerle la pregunta a los presidentes de Estados Unidos porque, hasta donde tengo conocimiento, ellos siempre ponen en la Suprema Corte a gentes cercanas a su posición política o ¿quería que pusiera a sus enemigos? Puede decir alguien: ‘No, personas neutrales’. La neutralidad es algo tan relativo, sobre todo en momentos de cambio.
En el tema de la transparencia, ¿cómo ve al gobierno?
—Lo comparo con la historia del régimen priista, de la sucesión panista y la vuelta al priismo.
En el caso del llamado decretazo, ¿cree que la razón esté del lado del gobierno o del Inai?
—Tienen la obligación de presentarla [controversia constitucional] y el gobierno va a tener que responder, pero el decretazo se refiere o tiene como objetivo que no haya obstáculos a los tres, cuatro grandes proyectos del sexenio, y eso cualquiera lo puede entender. Si usted se propone una gran obra y están poniéndole todo el tiempo objeciones, 100 amparos, pues es una lucha, es parte de la lucha entre los intereses creados y la idea de hacer algo nuevo. Todos van a usar los artificios, no hay nada ilegal en el decretazo, está en proceso.
En esta lucha entre el nuevo y el antiguo régimen, ¿ve una sociedad polarizada?
—Pues a unos niveles sí. En el nivel mayoritario la política es un tema relativamente secundario. A los altos niveles es prioritario, porque de la política depende el destino de intereses económicos muy importantes, pero todo cambio, en mayor o menor medida, aquí, Europa, China o donde sea, produce divisiones.
La política es en buena medida ese choque de intereses y la capacidad de cada uno de esos intereses de movilizar sus recursos para neutralizar al otro.
Ahora, la polarización interesante en México sí es producto de la política, pero de largo plazo, es la cosa innegable de una sociedad con muchos pobres y muy pocos ricos, ahí está el corazón de la polarización.
¿López Obrador alimenta esa polarización?
Las mañaneras no son brutales, no tienen esas consecuencias que tiene la polarización social, esa polarización que no se veía antes porque las elecciones no tenían sentido, sí era un sistema de partido de Estado en el que el proceso electoral era superficial, pero no sustantivo. Usted dice, en la mañanera, bueno, vea usted los periódicos. Ahí está la otra polarización, día tras día, la crítica y la mañanera. También se podría decir, ‘oiga ¿y la prensa no está auspiciando la polarización?’, los medios, ya no la prensa, porque la prensa es apenas uno de ellos, sino los medios.
¿Cómo ve el fenómeno de la sucesión presidencial adelantada?, ¿se hizo de una forma muy temprana?
—Usted pensando en el viejo sistema. ¿Cuándo es temprano? Ya desde el momento en que Biden ganó, Trump ya se propuso para la siguiente ronda.
Algunos dicen, es muy temprano, pero es que era el poder presidencial omnímodo, pero ya no existe. Entonces, desde el principio está claro que algunos miembros del gabinete y del grupo que está en el poder quieren ser los sucesores de Andrés Manuel.
Antes, y no hace mucho, se decía: ‘Pero si [López Obrador] se va a reelegir, se ve clarito, la no reelección ya se acabó, está en la dictadura’. Ahora, esa cantaleta es menor, pero está a la luz del día. Los está comparando con las formas antiguas, donde el Presidente perdía poder el día que aceptaba que había un sucesor.
Aquí el Presidente no está perdiendo poder por eso, el juego ya es otro. Que digan [Marcelo] Ebrard, [Claudia] Sheinbaum o [Ricardo] Monreal no le quita poder al Presidente, entonces no es ese el juego, por lo tanto no es prematuro, es la normalidad que viene, pero que sí contrasta con la normalidad del pasado.
¿Será diferente a otros sexenios?, ¿el Presidente se va a sustraer de la tentación de ser el gran elector?
—No creo que se tenga que sustraer, ya no va a poder ser el gran elector. Podrá echar el peso del papel de líder carismático que tiene que dejar el poder y, como el carisma no se hereda, debe tener preferencias, pero eso es distinto del pasado.
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