De 2019 al año pasado, en México se registraron 2 mil 829 suicidios de personas de 10 a 17 años de edad.

Tan sólo en 2022 se reportaron 704 fallecimientos por esta causa, 296 mujeres y 408 hombres, de acuerdo con cifras oficiales procesadas por la Red por los Derechos de la Infancia en México (Redim).

En 2022, los estados donde más niñas, niños y adolescentes se quitaron la vida fueron el Estado de México, con 124 casos; Jalisco y Puebla, con 49 registros cada uno.

En esas entidades se concentraron tres de cada 10 defunciones por suicidio de personas menores de edad.

En su reporte Suicidio de niñez y adolescencia en México, Redim señala que entre el año 2000 y 2022 la tasa de defunciones por suicidio de las personas de 10 a 17 años en México casi se ha duplicado, al pasar de dos a 3.9 por cada 100 mil.

Sin embargo, destaca que en 2022 se observó en el país una disminución de 1.8% en el número de defunciones por suicidio de personas de 10 a 17 años, ya que de 717 casos en 2021 la cifra disminuyó a 704 en 2022.

“Se ha observado que como a los hombres se nos educa más en una dinámica de violencia, los métodos con los que se quitan la vida suelen ser violentos, como armas de fuego, lanzarse al vacío u ahorcamiento.

“En el caso de las mujeres, recurren a la medicación o se cortan las venas”, dice Juan Martín Pérez García, coordinador regional de Tejiendo Redes Infancia en América Latina y el Caribe.

Destaca que en el artículo 14 de la Ley General de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes se mandata que “las autoridades de la Federación, de las entidades federativas, municipales y de las demarcaciones territoriales de la Ciudad de México (…) deberán llevar a cabo las acciones necesarias para garantizar el desarrollo y prevenir cualquier conducta que atente contra su supervivencia”.

Pérez García explica en entrevista con EL UNIVERSAL que los principales factores por los que una persona menor de edad decide arrancarse la vida tienen que ver con la salud mental y la falta de programas públicos para detectar de manera temprana la ansiedad, depresión, violencia familiar y el abandono escolar, entre otros problemas.

“Todo esto es prevenible, identificable, pero es un hecho que existen vacíos institucionales para diseñar programas de alerta temprana.

“Y por supuesto ?como todo hecho? no es un asunto único ni aislado, hay una corresponsabilidad de las familias para poder acompañar.

“Sin embargo, tenemos varios problemas sociales: el suicidio es un tema tabú, que impide que se pueda hacer una detección oportuna y hacer un acompañamiento profesional, además a las personas con estos deseos se les recrimina y se les desestima como caprichosos y se les tilda de que sólo quieren llamar la atención”, menciona.

Destaca que por lo general “se silencia a la persona que está hablando del tema como si con el hecho de silenciarla ya no se fuera a quitar la vida.

“Hay bastante desinformación sobre ello y esto va en contra de las personas que pueden estar en riesgo de suicidio”.

Externa que el suicidio no es un tema individual, sino un problema que requiere de políticas públicas, como campañas informativas, mecanismos de alerta temprana y de canalización de niñas, niños y adolescentes a instituciones en las que se les brinde apoyo.

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