La suspensión del abasto en la Ciudad de México a principios de este mes, a consecuencia de las reparaciones del Sistema Cutzamala, colocó sobre la mesa el asunto una vez más. José Joel Carrillo Rivera, ingeniero geólogo del Instituto de Geografía de la UNAM, subraya: “Hay que recordar que 97% del agua que tenemos es la que está en el subsuelo, entonces se trata de saber cómo funciona el agua subterránea y desgraciadamente ese tema no está muy incorporado en los esquemas de gestión a nivel nacional”.
Como ejemplo, expone el caso del acuífero de la Zona Metropolitana de la CDMX, que sólo se ha estudiado en una parte mínima. “En términos estrictos, tal vez se han evaluado 400 metros de profundidad, pero abajo hay más de 4 mil y para los lados todavía faltan 30 o 40 kilómetros alrededor de lo que es la capital, estamos fuera de contexto de lo que es evaluar un acuífero, porque lo que estamos haciendo es un balance; sin embargo, sigue sin decirte cómo funciona.
“Es necesario cubrir ese vacío, porque nos permitiría saber cuál es la relación entre el agua subterránea y el resto de los componentes ambientales, estoy hablando del suelo, de la vegetación, de los ecosistemas en sí y en el caso de humedales, los de las zonas costeras y los problemas en la calidad del agua”, asegura Carrillo Rivera, coautor de una iniciativa de ley para la regulación de las reservas del subsuelo que se presentó al Congreso de la Unión el año pasado.
Los acuíferos son formaciones geológicas que almacenan agua del subsuelo. Según establece el Atlas del Agua en México 2017, de la Comisión Nacional del Agua (Conagua), cada año el país recibe mil 449 millones 471 mil metros cúbicos en forma de lluvia. De esta cantidad, se considera que 72.5% se evapora y regresa a la atmósfera; 21.2% escurre por ríos y arroyos, y 6.3% se filtra al subsuelo de forma natural, lo que ayuda a la recarga de los mantos freáticos. La Conagua tiene registrados 653 acuíferos y al finalizar 2016 se publicó su disponibilidad, así como datos generales.
“Ahora que fue el cierre paulatino del Sistema Cutzamala todos tuvimos mucho estrés, pero si analizas una botella de un litro, 30% del agua proviene de ahí, el resto viene del acuífero”, detalla a EL UNIVERSAL.
De los 653 acuíferos de México, la Conagua cataloga a 115 como sobreexplotados. Entre los que rebasan casi al doble la extracción del líquido, comparada con la recarga, se encuentran los de la Comarca Lagunera, la Zona Metropolitana de la capital del país, el Valle del Guadiana (Durango), Valle de Toluca, Texcoco y Cuautitlán-Pachuca.
De acuerdo con Palma Nava, de seguir sobreexplotando los acuíferos al ritmo actual, sus reservas descenderán y “en un periodo de 40 o 50 años van a sobrepasar los niveles que ahora tenemos de capacidad instalada de extracción. Uno de los efectos más comunes e importantes de la sobreexplotación en la Zona Metropolitana es el hundimiento, que también trae muchas consecuencias políticas, sociales y económicas”.
En este punto, sin embargo, Carrillo Rivera difiere: “El acuífero no se te va a acabar. El problema no es eso, se ha pensado en él como si fuera una cajita o una piscina y no es así, es algo un poco más complejo, pero hay formas de determinar cómo está funcionando. La gente piensa que no hay agua y pocos se dan cuenta de que lo que ocurre es que no hay tubería ni bombas, ni llaves suficientes para poder llevarla al sitio donde se necesita”.
Sin definición jurídica
Para el ingeniero geólogo, la sobreexplotación de los acuíferos no existe y tampoco está contemplada en la Ley de Aguas Nacionales como tal, pues no hay, recalca, una definición jurídica del término.
El problema es que no se ha determinado qué porciones del agua subterránea son más vulnerables al cambio climático. Los contaminantes provienen de la superficie, en especial de los desechos derivados de la industria y de la agricultura. La calidad del agua subterránea y superficial —ríos, arroyos, lagos, lagunas, presas y zonas costeras— se evalúa con tres indicadores principales, afirma la Conagua: la demanda bioquímica y de oxígeno a cinco días se utiliza para medir la materia orgánica biodegradable; la demanda química de oxígeno mide la materia orgánica ocasionada por descargas de aguas residuales industriales y los sólidos suspendididos totales miden la materia orgánica generada por descargas de aguas residuales industriales.
Ramón Aguirre Díaz, director del Sistema de Aguas de la Ciudad de México (Sacmex), resalta que es necesario cambiar el modelo en cuanto a la cultura del agua, “partiendo de un hecho fundamental, que estamos en una zona con muy baja disponibilidad y de agotamiento. Tenemos agua, pero hay que saber que es un recurso finito y limitado”, indica. Palma Nava menciona que no hay planificación a largo plazo para conservar los acuíferos, porque “todo lo manejamos por periodos y los proyectos funcionan con lentitud”.