En los pasillos de los mercados establecidos de la Ciudad de México hay menos gente que un domingo común, los locatarios reportan baja en sus ventas cotidianas, pese a que su abasto de frutas, verduras, semillas, carnes y pescado sigue garantizado.

Mireya, que vende frijol y otras semillas en el mercado de Azcapotzalco, dice que las ventas sí han bajado, además por las remodelaciones que en la alcaldía y los alrededores del mercado se están haciendo a las calles y banquetas .

Todos los comerciantes del mercado dan gel antibacterial a sus clientes, lo mismo que en el de la colonia Portales y en Coyoacán. Sin embargo, son solo algunos los que se lo colocan y más pocos los que se detienen a comprar.

Aún entre los pocos asistentes al mercado, resulta casi imposible guardar la sana distancia. Las mujeres se amontonan entre la fruta y la verdura, tratan de llevar lo menos maduro, una forma de prever alimento en sus casas para los días venideros.

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Una mujer le reclama a Juan que ya no haya jitomate verde. “A ver, dame tu teléfono para marcarte cuando vaya a venir y me apartes, aunque sea un kilo […] el personal, claro, no quiero el de tu casa, no necesito intimidades”, dice la cliente en tono de broma.

El papá de Juan atiende el mismo puesto de verduras en el mercado de Azcapotzalco , mientras despacha a otra clienta, afirma que “seguirán vendiendo a pesar de la cuarentena, porque tienen que comer”.

La señora Reyna es una vendedora de “los propios”, como los habitantes de la alcaldía conocen a los marchantes que no tienen un local en el mercado, sino que se ponen afuera en un espacio destinado solo para ellos los domingos, dice que no ha vendido casi nada.

“Yo vendo flores, chilitos, un poco de fruta, lo que puedo cultivar en el pueblo. Pero no he vendido casi nada, es muy poco lo que se llevan”, dice. Su puesto permanece mucho tiempo vacío.

cev

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