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Veracruz, Ver.— “Mami, creo que ya no voy a volver”, le dice Arturo Alberto Zacarías Meza, marino mercante secuestrado por hutíes, a su mamá, María Meza, mediante videollamadas cortas que sus captores le permiten hacer. A 10 meses con 17 días desde que fue tomado como rehén por rebeldes de Yemen, las llamadas en donde le contaba a su mamá sobre cómo es recorrer el mundo en barco se convirtieron en solicitudes desesperadas de auxilio para ser rescatado y traído de vuelta a México.
“Arturito me decía: ‘Mamá, quiero recorrer el mundo, quiero ir más lejos’, pero hoy ya sólo estamos esperando cualquier llamada para que nos digan que acaban de bombardear el barco y que Tito murió. Siento una angustia muy grande, no aguantaré el día que me digan que ya cayó una bomba ahí, que mataron a mi hijo, rezo después de cada bombardeo para que Arturito no esté ahí”, contó la señora Meza a EL UNIVERSAL en una plática.
El domingo 19 de noviembre, Arturo Zacarías estaba a un mes de terminar su misión y regresar a su natal Misantla, Veracruz, pero una decena de rebeldes hutíes de Yemen bajó en un helicóptero sobre el barco carguero Galaxy Leader, en el Mar Rojo, para retener a sus 25 tripulantes en protesta por el conflicto armado entre Israel y Palestina que inició el 7 de octubre del año pasado.
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Entre los rehenes también hay otro veracruzano llamado Marcos Gómez Jerez.
A casi un año del secuestro, la familia Zacarías Meza y la novia de Arturo insisten diario en hacer de todo para que él pueda volver a salvo. Ni Arturo ni los otros marinos búlgaros, romanos y filipinos que están retenidos están implicados en la guerra, en cambio, tal vez estaban ahí cumpliendo un sueño, como Tito que desde niño quería navegar el océano, dice su mamá.
“Siempre fue atrevido, audaz. Quería ser marino desde niño. Nunca tuvo miedo de nada. No quedó seleccionado en la escuela de marinos las primeras veces que lo intentó, luego lo logró y me llamaba desde el mar muy feliz. Me enseñaba fotos de lo que veía… Hoy, cuando hablamos por las videollamadas, lo veo muy mal, de su semblante, de su estado de ánimo y él mismo me dice que no sabe si va a aguantar. Ya no es mi Arturito feliz”, describió la señora Meza.
Arturo Zacarías Ortega, su papá; José de Jesús Zacarías Meza, su hermano y Evelyn Tinoco, su novia, miran con nostalgia a los buques parados frente al malecón del puerto de Veracruz. Viajaron con María, cargando una foto de Arturo y una manta hasta ese lugar para solicitar a la presidenta de México, Claudia Sheinbaum Pardo, que les ayude a traer de regreso a Tito antes de que lo maten los bombardeos de Israel y otras naciones a Yemen.
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En el sexenio pasado tuvieron reuniones con Alicia Bárcena Ibarra, la extitular de la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE), quien les brindó ayuda y los canalizó con Vanessa Calva Ruiz, directora general de Protección Consular y Planeación Estratégica de la Cancillería mexicana, que mantiene contacto constante con la diplomacia de Arabia Saudita, pero ha podido hacer poco ante el complejo escenario de la guerra que ocurre en Medio Oriente.
“Cuando nos avisaron del secuestro no sabíamos qué hacer. Hoy tampoco sabemos y casi no podemos hacer nada porque ellos no quieren dinero, no quieren cosas materiales, quieren el fin de la guerra y eso no está en nuestras manos. Sabemos que es una cuestión política, diplomática, pero Arturito me llama y me pregunta: ‘¿Qué están haciendo?’ y yo le digo que todo lo que puedo aunque no podamos hacer nada más porque es cuestión de la guerra”, explicó María.
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Ante lo que parece imposible de solucionar, María Meza ofrece oraciones. Pudo ver una pequeña luz al entregar a Claudia Sheinbaum su petición, misma que espera llegue a las manos de Juan Ramón de la Fuente, nuevo titular de la SRE, para que, como ocurrió en la administración pasada, le ayuden a que su Tito regrese a Misantla.
“Todos los días pido a Dios que las negociaciones y las cartas diplomáticas funcionen, que no escale más la guerra, que está matando a muchos inocentes y me alejó a Arturo. Yo pido recibirlo con vida porque mi hijo está ahí sin deberla ni temerla. Hasta donde me sea posible voy a insistir para que mi hijo cruce el mar de regreso”.