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“Me dijo: ‘Eres una deshonra. No deberías estar aquí’. Posteriormente, me llamó estúpida y prostituta”.
Esta es una denuncia puesta en uno de los “tendederos del acoso” que han extendido estudiantes del Colegio de Ciencias y Humanidades de Azcapotzalco.
En las escuelas, las alumnas continúan escuchando de sus profesores frases como: “Las mujeres valen menos que un perro” o “Las únicas que merecen respeto son las árabes”, contó Sofía, alumna del CCH Azcapotzalco. Para ellas, el acoso es cuestión de todos los días.
“[Escuchamos] apodos como ‘amor’ o [que digan] que a las mujeres que usan escote o faldas cortas nunca se les va a tomar en cuenta (...) Ha habido casos [de] profesores [que] les piden fotos íntimas a las alumnas”, asegura una estudiante.
“Cuando metes una denuncia de acoso, te dicen que sólo le darán un regaño al profesor y que es un proceso muy largo”, denuncian las estudiantes.
El CCH Azcapotzalco fue una de las 11 escuelas que entraron en paro durante noviembre para denunciar la situación cotidiana de violencia a la que se enfrentan las alumnas y la inacción de las autoridades universitarias.
La Facultad de Filosofía y Letras es la que más tiempo ha mantenido su protesta. Con un mes cumplido, su paro se convierte en el más largo en los últimos 20 años, cuando menos.
“Hay mucho coraje, enojo, desilusión y decepción... Hay mucha rabia”, dice Brenda, quien ha acompañado casos de denuncia de acoso por parte de alumnas.
“Denunciar ante las instancias universitarias es frustrante, una chin... Es lo mejor que puedo decir. La autoridad revictimiza a las alumnas, no les cree, les pregunta si están seguras... Las víctimas sienten que la universidad apoya más a los agresores”, lamenta.
La Universidad anunció una serie de medidas para combatir este fenómeno, entre las que se encuentra, por ejemplo, la apertura de un canal de comunicación para proponer mejoras al Protocolo para la Atención de Casos de Violencia de Género; asimismo, lanzó un tutorial en redes sociales para explicar a las alumnas cuáles son las instancias para acudir a hacer las denuncias y cómo realizarlas. También se incrementará el número de unidades para la Atención a Denuncias (UNAD).
Para Brenda y Sofía, las medidas son una respuesta tardía, así como insuficiente.
Mientras tanto, las denuncias de los tendederos se mantienen. Son situaciones que ocurren diariamente, frente a todo el salón, y que las alumnas viven desde hace años pero se niegan a normalizar.
“El maestro de Química pasaba a mi mejor amiga al pizarrón a anotar sólo para mirar su trasero y hacer comentarios pervertidos”, alerta una denuncia que intenta que se ponga un freno al acoso y a la violencia.