Miguel camina por la calle Moneda en espera de sus antiguos clientes, aquellos que lo desalojaron de Palacio Nacional después de más de dos décadas de recorrer sus pasillos para realizar su labor como lustrador de calzado. Lo mismo secretarios de Estado, funcionarios y militares que presidentes de la República.

“Éramos tres boleros, pero llegó el nuevo gobierno y todos a la calle. Nos echaron unos meses después de que asumió la presidencia [Andrés Manuel] López Obrador”, dice a EL UNIVERSAL quien recuerda que empezó su labor en Palacio Nacional en el sexenio de Carlos Salinas de Gortari y en ese andar, fue lustrador oficial de Vicente Fox.

El hombre, oriundo de la Huasteca Potosina, con 49 años en el oficio, es parte de los más de 4 mil boleros de la Ciudad de México, y unos 10 mil de todo el país, que sobrevivieron a la pandemia, al desempleo, al abandono de las autoridades y que debieron utilizar sus ahorros, endeudarse o buscar otras opciones laborales para tener algún ingreso durante más de año y medio.

Sin resentimientos, Miguel comenta que de los tres boleros, sólo él sobrevivió al desalojo de Palacio Nacional. Los otros, de más de 70 años, se retiraron de la zona. “Sólo puedo entrar si algún funcionario nos manda traer, como el secretario de Hacienda o algún otro que necesite que le lustremos sus zapatos”, explica.

Sin dejar de bolear, agrega: “Ya sabe cómo se las gastan, más en plena pandemia. Por una parte nos corren y por otra, ya no hubo clientes casi dos años por esto del virus. Afortunadamente ya todo está mejorando. Ya regresaron los empleados de Palacio Nacional. Aquí los espero afuera, no pasa nada. No soy hombre de rencores, como dicen por ahí.

Lustrar calzado, un oficio que se repone al Covid-19
Lustrar calzado, un oficio que se repone al Covid-19

A unas cuadras de ahí, en la calle Mesones, don Jesús, de 85 años, es otro sobreviviente de la pandemia. Sin seguridad social ni pensión, continuó durante la emergencia sanitaria recorriendo las colonias del sur de la capital para ofrecer “por lo que me dieran”, bolear los zapatos.

Retirado de la albañilería y originario de Jalisco, el señor Jesús quedó viudo hace cinco años, sin hijos, ni familia.

“Vivo en San Gregorio, Xochimilco. Diario vengo aquí al Zócalo a ver cuánto puedo ganar. A veces son 50 o 70 pesos. Algunos días apenas para los peseros y para echarme un taco. Apenas se empieza a componer, ya hay un poco más de trabajo”.

Luis, bolero en el Senado desde hace 23 años, tiene un sitio fijo para trabajar y también por año y medio tuvo que ingeniárselas para sobrevivir. Lo mismo usando ahorros, que pidiendo préstamos. Los buenos tiempos, de entre 250 y 500 pesos por día, se esfumaron con la pandemia.

Con 43 años de edad y tres hijos, viaja diariamente desde Pantitlán. “Los primeros días de que empezó la pandemia cerraron todo el Senado. La verdad no hubo nada de trabajo, nada de ingresos, hasta septiembre que se empezó a reabrir. Cuando inició el periodo de sesiones, venía un poco de gente porque las sesiones eran a distancia.

“Ha sido muy complicado para nosotros porque fue sobrevivir con los pocos ahorros. Uno nunca se imagina que esto va a pasar. Antes de la pandemia, pero sobre todo en otras Legislaturas, me iba muy bien. En un día podía ganar hasta 600 pesos de boleadas y propinas. En un mal día, 250 o 300 pesos. Ahora empieza a componerse, pero se acabaron las propinas de 100 o 200 pesos de antes”.

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