Los paramédicos de la Cruz Roja mexicana atienden hasta seis casos de Covid-19 diariamente. Y eso es, por cada ambulancia. Salvan muchas vidas durante la pandemia, pero esa rutina de incesante adrenalina y peligro puede tener consecuencias para ellos. Algunos ya padecen el llamado síndrome de burnout, un severo estado de agotamiento emocional y físico causado por un período prolongado de estrés, angustia y frustración.
“Esto se siente como una guerra, porque estás peleando con el enemigo y sabes que tienes probabilidades de morir. Es como un campo minado. Es como ir corriendo en un campo minado donde no ves al enemigo. No lo ves, pero sabes que en algún momento te puede tocar”, teje sus ideas Óscar Espíndola Lara, un fortachón paramédico de 51 años que durante la entrevista no se quita su Tyvek, su traje aislante blanco que lo cubre de cabeza a pies, una prenda sintética “de alta densidad”. Tampoco se remueve su voluminosa mascarilla tipo industrial, adecuada para protección contra gases y vapores.
La charla transcurre en la parte trasera de la ambulancia 74, poco después de que su equipo, y el de la unidad 07, atendieran un código blanco, que en el lenguaje radial de emergencia significa “enfermo Covid”, probable caso de coronavirus.
Él y sus tres colegas estabilizaron a don Raúl, un conserje de 56 años que vive con su esposa Zoila en un cuarto de dos por dos metros, en la azotea de un edificio de Polanco. El hombre estaba muy mal, a punto de colapsar, de perder la vida: respiraba con grandes dificultades, jalando y buscando aire desde el vientre, ya que apenas saturaba 30% de oxigenación, cuando lo normal es de 92% para arriba.
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“Me siento muy débil”, decía el conserje, con voz apenas audible, y la mirada extraviada. Le pusieron oxígeno con un potente tanque, le salvaron la vida, y lo trasladaron al Hospital General de Zona del IMSS.
“Su corazoncito está empezando a fallar”, diagnosticaron los paramédicos, luego de escuchar sus débiles latidos. Y sí, al llegar al hospital don Raúl fue intubado de inmediato. “¿Por qué me tocó a mí?”, se alcanzó a preguntar en voz alta el enfermo, esbozando una mueca de tristeza, una media sonrisa estoica. “Así es la vida, a echarle ganas”, agregó.
Hasta este día, don Raúl todavía sigue grave.
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El paramédico Oscar Espíndola Lara, que tiene 17 años de experiencia como técnico avanzado en urgencias médicas, retoma su metáfora bélica de un campo minado para ilustrar sus miedos, que son los mismos temores de muchos de sus compañeros:
- Me ha pasado, yo lo he visto: vamos los compañeros luchando en esta pandemia, y de repente (voltea a ver hacia su lado izquierdo, al piso de la ambulancia) cuando me entero, ya cayó un compañero (gira hacia su lado derecho), ya se contagió otro compañero, y tú sigues luchando, vas al frente. Y no sabes en qué momento te puede tocar a ti. Por eso es como un campo minado esto… -explica con mirada seria, intensa.
Los paramédicos de la Cruz Roja están acostumbrados a tratar enfermedades graves, incluidas las respiratorias, y muchas, muchísimas situaciones de riesgo, pero lo del coronavirus les ha impuesto un ritmo frenético:
- Con la pandemia esto ha sido un caos. Se han desatado y se han visto demasiadas emergencias…
- Un día normal en invierno, ¿cuántos casos podían tener de neumonía?
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- Podíamos atender tres personas, a lo mucho, a la semana. A partir de la pandemia empezaron a incrementarse, a tal grado que en un día hemos llegado a atender hasta cinco-seis casos de Covid.
Empezó con tres-cuatro a la semana de Covid, luego fue una diaria, luego dos o tres diarias, hasta las seis que te digo.
- ¿Y el miedo por estar tan expuestos?
- Es un miedo que siempre está presente. Normalmente en una emergencia podemos ver cuál es el peligro, pero en esta pandemia no sabemos, no se ve (subraya con cierta desesperación). Hay compañeros contagiados, hay compañeros que han fallecido a nivel nacional, rescatistas de diferentes cuerpos, además de la Cruz Roja. Y hay compañeros que se han tenido que ir de incapacidad. Todos estamos expuestos.
- ¿Cómo lo tratan, este estrés?
- Afortunadamente Cruz Roja tiene un área de sicología a la que podemos acudir. Yo he visto compañeros cuyo estrés es demasiado: no lo han aguantado. Los he visto llorando. Los he visto incluso pedir ya no cubrir servicios de Covid, porque el peligro es demasiado. Ya hay varios compañeros que han llegado, que hemos llegado a tener síndrome de burnout. Somos personal que física y psicológicamente estamos quemados, con gran cansancio físico, tenemos insomnio, y es reflejo de todo ese estrés que tenemos por estar manejando diario-diario Covid.
El paramédico, que en sus tiempos libres maneja una moto de gran cilindrada, dice que es muy fuerte ver a tanta gente sufrir, pero no solo es eso lo que les provoca tensión:
- Vemos a la gente cómo sufre, vemos a la gente despedirse de sus familias, y nos preocupa mucho si estábamos bien cubiertos (con sus equipos al atender las emergencias), nos preocupaba saber si ya nos contagiamos, y si nos contagiamos, (nos preocupa) que pudiéramos contagiar a nuestra familia. O… si ya estamos contagiados, si nos quedarían dos o tres semanas de vida…
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La posibilidad de la muerte que se les incrusta en la mente:
“Por tu cabeza empiezan a cruzar muchas cosas cuando manejas pacientes con Covid…”
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Por las noches es cuando las angustias, gobernadas y sometidas durante el día para ejercer eficazmente su trabajo, brotan con intensidad. Cuenta Óscar:
- Yo nunca había sufrido de insomnio y conforme avanza la pandemia los insomnios han sido más recurrentes.
- ¿Qué piensas?
- La cabeza te da muchas vueltas, pensando en algún paciente que atendiste. De repente te acuerdas qué tan crítico iba (el enfermo) y si me pude haber contagiado en algún descuido que pude haber tenido. Procuro no pensar en eso pero te viene a la mente la escena. Dos, tres, cuatro de la mañana, me despierto (en ese momento anochece, llueve, y un trueno estalla, lo que le da un tono más dramático al relato del paramédico dentro de la ambulancia). No puedo conciliar el sueño. Es difícil. De repente he tenido cambios de humor un poco fuertes.
Hace una breve pausa, asiente, como en un soliloquio interno, y continúa:
- Yo no sabía qué me estaba pasando. Consulté con la sicóloga de Cruz Roja y me dijo que es probable que tenga el síndrome de burnout. Hay cansancio físico: a veces estoy empezando el turno y ya estoy cansado…
- Es estrés postraumático… -me atrevo a decirle.
- Sí. Es estrés que no nos damos cuenta, o no nos queremos dar cuenta, o no lo queremos a aceptar, porque uno quiere seguir ayudando a la gente, pero también el cuerpo pasa la factura y tiene sus límites. Muy difícil…
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Otra preocupación de los paramédicos que constantemente atienden casos Covid es la posibilidad de que contagien a sus seres cercanos. La Cruz Roja les ofrece lugares para pernoctar a fin de que no vayan a sus hogares:
“La Cruz Roja nos ha apoyado con alojamiento al personal que voluntariamente quiere resguardarse para evitar el contagio con la familia. Yo ya estuve tres meses sin llegar a mi casa. Hay compañeros que en sus casas tienen familiares de población vulnerable, que son diabéticos, que son hipertensos, que son de la tercera edad. Nosotros sabemos que podemos contagiar a nuestra familia”, dice Óscar, cuyo equipo es comandado por el paramédico Diego Arcos Cruz, quien además es Jefe del Grupo Motociclista de Rescate de la institución.
Él dice, y coincide en eso su compañero, que todo los riesgos que corren valen la pena con tal de servir a los demás, con tal de salvar vidas: “Ese es el premio: reconfortamos enfermos y salvamos vidas, y después, ya estabilizados, los ponemos en las manos de especialistas que los atienden en los hospitales”.
Y después, en sus tiempos libres, los paramédicos buscan relajarse, pero no solo con sus familias, sino a su manera, con más inyecciones de adrenalina: ambos tienen motos de gran cilindrada y Diego es fanático de volar, de las caídas libres, de lanzarse en paracaídas. A Óscar el diseño gráfico y el rescate vertical.
Ha terminado el turno. Todos son desinfectados meticulosamente ahí mismo, en carpas que ha dispuesto para ello la Cruz Roja. Son rociados con líquidos, sus objetos sometidos a rayos ultravioleta, desechan equipo usado, se cambian, se hidratan, y se marchan a dormir. Mañana tendrán más códigos blancos. Una nueva jornada vertiginosa…