Reynosa, Tamps.— Con tres hijos y una esposa que mantener, Julián Escamilla no podía darse el lujo de estar en cuarentena luego de que fue despedido de su empleo como mesero en un restaurante.

“El coronavirus no nos mató como enfermedad, pero estaba a punto de matarnos de hambre, porque lo que me dieron como finiquito se me acabó en dos semanas. Tuvimos que pagar los recibos de agua, luz y comprar gas. Con eso tuvimos para quedarnos sin dinero”, dice Julián a EL UNIVERSAL.

Él y otros seis trabajadores tuvieron que dejar sus empleos porque el restaurante en el cual laboró cerró sus puertas temporalmente.

“El patrón se portó muy bien. Nos liquidó conforme a la ley, nosotros entendimos la situación, no tenía para pagar los sueldos, no había ventas porque la gente no salía, eran muy pocos los que pedían sus alimentos para llevar”, relata.

Julián destaca que se les informó que posiblemente, al pasar la pandemia, el restaurante abriría sus puertas y entonces podrían recuperar sus puestos.

Sin recursos, la familia buscó cómo solventar los gastos: “Pensamos en vender comida y dejé solicitudes en maquiladoras, pero no estaban contratando, ya que muchas cerraron. Mi esposa consiguió un trabajo cuidando a un enfermo, pero le pagaban poco”, comenta.

A su esposa se le ocurrió vender ropa usada que tenían en casa, así como juguetes que sus hijos no utilizaban: “En internet comenzamos a vender y al menos sacamos para comer, luego mi cuñado, que vive en San Juan, Texas, me dijo que me podía traer cosas de Estados Unidos para vender. Comenzamos con ropa, herramientas y ropa de cama usados”, destaca.

Después, su hermana les propuso vender alimentos hechos en Estados Unidos.

“Pusimos una pequeña tienda en la casa e hicimos una página en Facebook y comenzamos a ofrecer mayonesa, salchichas. jamón, harina para pastel, verduras, frutas, frijoles enlatados, aceite y café. Todo se vende muy bien y mi hermana y mi cuñado se encargan de traer los productos (...) Aprovechamos que ahorita la gente no puede pasar a Estados Unidos. Aquí los encuentran al mismo precio porque no vendemos caro”, señala.

Gracias a ese negocio, ha salido adelante: “Los niños no saben de coronavirus, ellos piden de comer”, concluye Julián.

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