La tarde del 2 de octubre de 1968 Myrthokleia González abanderó la marcha en la que cientos de estudiantes pedían al gobierno terminar con las represiones que habían sufrido meses anteriores por parte de la policía y mlitares; sin embargo, la violencia no paró y en la plaza de las Tres Culturas, cientos de asistentes fueron asesinados por el Batallón Olimpia.
Cincuenta y tres años después, González vuelve a abanderar la marcha, tras sobrevivir a un disparo en la mano y a la persecución policial; la mujer toma el estandarte mexicano y marcha al frente de más de 5 mil estudiantes que conformaron el contingente que a una sola voz grita, desde la misma plaza: “¡El 2 de octubre no se olvida, es de lucha combativa, ni perdón de ni olvido, esta lucha no se olvida!”.
En punto de las 16:00 horas, algunos miembros del Comité de Huelga del 68, conocidos como Comité 68, dan inicio a la protesta por el crimen cometido aquella tarde de hace 53 años, y también afirman que exigían justicia por todos los cometidos posterior, porque “en este país a los estudiantes los matan sin que haya justicia para ellos”, se escuchó a través de una bocina colocada en un autobús.
“Esta vez salimos a las calles no sólo para exigir justicia por lo acontecido aquel 2 de octubre del 68, sino porque lamentablemente y con el paso de los años, se han cometido más crímenes en contra de los estudiantes en nuestro país, en el 70, en el 80, en los 90 y con los estudiantes de Ayotzinapa, esta marcha es para decir ¡ya basta! al gobierno y exigir que se castigue a los culpables”, gritan, mientras los contingentes mantienen la consigna: “¡Justicia, justicia!”.
La marcha transcurre sin percances en los contingentes, y se puede observar a personas de todas las edades, entre ella estaba Amada Velasco Torres, quien a pesar de estar en silla de ruedas, le pide a su hijo que la lleve a la marcha, pues afirma: “Toda mi vida ha sido de lucha y sigo en la lucha”.
Envuelta en una bandera del Comité 68, Amada avanza, empujada por su hijo por el Eje Central, se une a las consignas y narra a EL UNIVERSAL que en las protestas de 1968 ella fue presa política: “Me agarraron en Tlatelolco, de ahí me llevaron a un campo militar, luego a la procuraduría, pasé por Lecumberri y ahí me llevaron a la cárcel de mujeres, duré tres años presa, pero pude salir”.
La abogada de profesión afirma que al salir de la cárcel defendió a más presos políticos y está convencida que, acudir a las marchas, convocar a marchas y el manifestarse ayuda y ayudará a que algún día los cientos de estudiantes caídos logren tener justicia.
Al menos otros cinco contingentes formados por estudiantes de diferentes escuelas, entre ellos de las más importantes del país como la UNAM, el IPN y la UACM.
Al llegar Zócalo, el Comité del 68 encabeza el mitin conmemorativo, donde aseguran que pedir perdón no basta, si no hay culpables tras las rejas y si ese tipo de crímenes se siguen repitiendo. El golpe de las voces, unidas, retumba todavía.