Isla María Madre, Nay.— Son las Islas Marías. Las cuatro islas ancladas en el archipiélago del Pacífico, la mayor de las cuales —María Madre— albergó por décadas una de las prisiones más temidas de México, pero que desde hace tres años fue clausurada como cárcel y que ya se alista para recibir a turistas.

Aquí, en medio del océano Pacífico, el presidente Andrés Manuel López Obrador vino a supervisar el Centro de Educación Ambiental Cultural “Muros de Agua” José Revueltas, proyecto que busca dejar atrás los más de 100 años que este lugar se convirtió en cruel prisión, para dar paso, en tres meses, a un lugar turístico en el que los mexicanos puedan ver, como lo definió, un paraíso.

Atrás quedaron las azotes con que recibían a los recién llegados a María Madre; ahora su entrada, Puerto Balleto, es un muelle apacible que recibe a los pocos visitantes, a trabajadores y a marinos encargados de restaurar esta isla que fue parte de la oscura historia de las penitenciarias mexicanas.

En este lugar, unos arcos con la imagen de Nelson Mandela recibe a los visitantes y da paso a la avenida Constitución que de fondo alberga la parroquia de Guadalupe, templo en el que Juan Manuel Martínez Trampitas brindó servicio religioso por más de 30 años a cientos de presos.

Frente al templo, la pequeña y remozada plaza Benito Juárez invita a los paseantes a disfrutar de la nutrida flora y fauna del lugar que con un mar turquesa de fondo acentúa una ínsula con amplia biodiversidad.

A un costado, a unas calles, de lado izquierdo, lo que antes era el fuerte de la isla María Grande, se ha convertido en el museo de sitio “Isma” en el que imágenes y videos resguardan la historia y personajes icónicos que estuvieron en la prisión, entre ellos, el escritor José Revueltas, la religiosa Concepción Acevedo Madre Conchita o el asesino José Ortíz Muñoz alias El Sapo.

También se encuentra el Almacén General inaugurado en 1958 y que hoy es el Centro de Atención a Visitantes. En él, un mural con la imagen del escritor José Revueltas, fauna del lugar y la rotura de un eslabón de una enorme cadena muestra los años de la inauguración y cierre de las Islas Marías como prisión.

Aquí, las calles y casas en esta isla lucen remozadas. Da la sensación de estar en pueblo mágico rodeado de aguas infinitas de color azul turquesa.

En algunas de esas casas, las menos, son habitadas por trabajadores provenientes de la Ciudad de México y de estados como Guadalajara, Nayarit o Veracruz, como Valentín, Melquiades y Celestino, habitantes llegados de tierras jarochas y quienes llevan más de tres meses laborando en la isla para remodelarla a la espera de los turistas.

“Está muy bien trabajar aquí. Nos dan todo, casa y comida. Además trabajamos ocho horas diarias. Lo hacemos para arreglar las calles o casas. Es muy tranquilo. Ya quedó el muelle y el aeródromo donde arribarán los visitantes”, comentan.

Es verdad, lo que hace un año era un improvisado y corto aeródromo en el que se dependía de la pericia del piloto, hoy es una pista de aterrizaje completa, en la que desde la Ciudad de México a esta isla se hacen dos horas.

Hoy, esta isla icónica de la cultura mexicana, en la que se han realizado escritos y películas, ha tomado forma en un sitio turístico en que los muros de agua, como lo tituló hace decenas de años José Revueltas en la novela en la que describe el lugar, se abrirán para recibir a sus visitantes.

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