El periodista estelar de Univision, Jorge Ramos, defiende a las llamadas mañaneras en México, pese a lo que ocurre en ellas, como un ejercicio en el que los periodistas pueden asistir y preguntar prácticamente todo al presidente Andrés Manuel López Obrador. “Eso es extraordinario y hay que aprovecharlo”, afirma.
Ramos señala que si bien hay preguntas a modo en las mañaneras, toca a los periodistas ir a esos encuentros en Palacio Nacional, con el ánimo de hacer cuestionamientos difíciles, que confronten al Presidente, porque eso es bueno para el periodismo y la democracia.
El reportero conversó con EL UNIVERSAL a propósito de su reciente libro titulado 17 minutos. Entrevista con el dictador en el que habla de su encuentro, en 2019, con Nicolás Maduro en el Palacio de Miraflores de Venezuela.
Ramos se dice sorprendido de que no haya muchos más periodistas que vayan a la conferencia a cuestionar a López Obrador. “No entiendo por qué no lo hacen, por qué no lo hacen más”, indica.
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¿Cómo se pacta el encuentro con Nicolás Maduro?
—Lo importante es que no hay pacto. Yo iba a entrevistar a un dictador. Ellos esperaban una entrevista suave y no fue así. A un dictador hay que entrevistarlo con preguntas duras, críticas. A Nicolás Maduro había que decirle la verdad en su cara. Que no es un presidente legítimo, y es responsable de cientos de asesinatos.
¿El gobierno de Maduro te busca o eres tú quien solicita la entrevista?
—Lo interesante es que en ese momento él ya había dado dos entrevistas a la prensa internacional. Yo llevaba años buscándolo y no se había dado. Llamamos para solicitar la entrevista y nos la autorizaron inmediatamente. Nadie te da a una entrevista si cree que va a perder. Maduro pensaba que iba a ganar. Maduro quería utilizarnos para enviarle un mensaje al gobierno de Estados Unidos.
¿Buscaba obtener credibilidad a través de ustedes?
—Quería dos cosas. Primero, demostrar que él no es un dictador, y le resultó exactamente lo opuesto porque actuó como un dictador. Pero también necesitaba enviar un mensaje a Estados Unidos de que estaba dispuesto a negociar para que no lo sacaran del poder. Para eso nos quería.
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¿Desde la primera pregunta marcas la dinámica. ‘¿Cómo debo llamarlo? ¿Dictador?’ Es un gancho al hígado de Maduro, ¿no?
—La primera pregunta es la que establece el ritmo y el tono de la entrevista. Yo no quería ser su amigo, no quería una plática suave y cordial. Llegué con dos ideas. Primero, si yo no hacía las preguntas correctas nadie más las podría hacer. Llegué con la actitud de que nunca más lo iba a entrevistar; que esa era la única entrevista que habría.
Maduro es muy insistente en que tú tienes prejuicios hacia él y su revolución
—Y yo le digo que no es cierto, que yo sólo soy un periodista que hace preguntas. Pienso que hay ocasiones en que los periodistas no debemos ser neutrales. Nuestra principal función social es cuestionar a los que tienen el poder. Nos corresponde cuestionar particularmente a los que abusan de su poder y en el caso de Maduro queda clarísimo. No pretendí llegar como un periodista neutral. Llegué con una posición tomada a favor de la democracia, en contra de una dictadura, a favor de la libertad, en contra de la represión y la muerte. Y con esa actitud lo entrevisté. Sí, llegué con una posición tomada.
¿Cómo logras recuperar el material de la entrevista?
¿La posición de México frente a Nicolás Maduro?
—Me parece tristísima la tibieza del gobierno mexicano sobre las dictaduras latinoamericanas. No entiendo este silencio cómplice del gobierno de López Obrador frente a la figura de Nicolás Maduro en Venezuela, como tampoco la entiendo frente a la dictadura de Nicaragua.
¿Crees que México se encuentra en la misma ruta ideológica de Venezuela?
—No entiendo cómo puede el gobierno mexicano mantenerse apoyando a una dictadura cuando hay tantas evidencias de violaciones a los derechos humanos. Entiendo que la defensa de López Obrador va a ser que no nos metemos en los asuntos internos de otros países, pero esa es una defensa muy débil porque la protección de los derechos humanos siempre precede cualquier otra consideración.
También se hizo famoso en un libro tu encuentro con Donald Trump. ¿A este tipo de personajes, se tiene que ir a encararlos?
—Es lo que nos toca. Yo entiendo el periodismo como un servicio público. Una de las cosas más importantes que tenemos que hacer los periodistas es cuestionar y retar no sólo a los que tienen el poder, sino a los que abusan de él.
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¿Y en el caso de México, con el presidente Andrés Manuel López Obrador?
—Nosotros debemos ser siempre contrapoder. Eso es algo que López Obrador no acaba de entender. Así como criticamos a Carlos Salinas de Gortari a [Felipe] Calderón, a [Enrique] Peña Nieto, ahora nos toca criticarlo a él. Siempre tenemos que estar del otro lado del poder, siempre.
Con López Obrador se mencionó mucho que seguiríamos esa ruta de Venezuela. El pasado 6 de junio tuvimos una elección que señala que la gente vota por contrapesos y también castiga a un gobierno. ¿Cómo ves la pasada elección?
—Yo soy de la generación en la que nos levantábamos y no creíamos en los resultados. En esta elección me levanté y creí en esos resultados. Mi primera lectura de las elecciones es que la democracia en México sí está funcionando porque creemos en los resultados.
Dos, no me queda la menor duda de que López Obrador es un presidente fuerte y en esa vieja tradición del presidencialismo mexicano los presidentes suelen acumular mucho poder, pero tiene que negociar. México no es Venezuela, López Obrador no es ni maduro ni Hugo Chávez. Nos encontramos con otra cosa. Es absurdo criticarlo por eso, porque eso no es cierto.
Quiero creer en la promesa de López Obrador de que se va a quedar sólo un periodo presidencial. Ciertamente, Morena y López Obrador son el poder más importante en México, de eso no hay duda, pero al mismo tiempo hay muchas voces que hacen contrapesos y eso me parece muy saludable.
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El resultado de las elecciones en la Ciudad de México demuestra que hay voces nuevas y hay una crítica fuerte al gobierno de López Obrador por el mal manejo de la pandemia, por los terribles números de la violencia, por las cosas que no salen bien, como la caída del metro.
Esto que estamos viviendo es exactamente cómo funciona una democracia, nadie tiene el poder absoluto.
¿Cuál es tu opinión de las conferencias mañaneras?
—En las entrevistas, lo que nos toca es hacer preguntas difíciles. Esa es la actitud con la que los periodistas debemos llegar a las mañaneras. Eso es bueno para el periodismo y para la democracia.
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Se dice que en las mañaneras hay preguntas a modo
—Pero no todas y eso es lo interesante. Yo sí lo aplaudo, yo he ido dos veces a la mañanera, y seguiré yendo. Me parece que a pesar de todo es un ejercicio extraordinario donde un periodista puede llegar a hacer cualquier pregunta al Presidente.
Nadie me ha censurado en una mañanera o me ha dicho qué preguntar. Eso es algo que hay que aprovechar. Me sorprende que no haya muchos más periodistas que vayan a la mañanera a cuestionar a López Obrador. No entiendo por qué no lo hacen, por qué no lo hacen más.