En los últimos 25 años en México se modificaron las reglas de acceso al poder, con elecciones transparentes, organizadas por una institución autónoma, pero no hubo una reforma del Estado para cambiar la manera en que se ejerce, por lo que se repitieron los viejos vicios del patrimonialismo, corrupción y bajo nivel de servicio al interés público, aseguró Francisco Valdés Ugalde, doctor en Ciencia Política, y autor del libro Ensayo para después del naufragio (Debate).

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En entrevista con EL UNIVERSAL, señaló que está en riesgo la democracia, porque el gobierno actual está empeñado en limitar el equilibrio entre los Poderes y en ampliar el dominio de un solo partido: “Cerrar los espacios de libertad política, eso me parece un atentado directo contra la democracia”, subrayó.

¿Cuál es el mensaje del libro?

—Es un texto para esclarecer y ampliar la relación entre la democracia, los derechos y el Estado en esta época, que se puede caracterizar como de muchísima ira, coraje, rabia, resentimiento. El libro explora cuáles son las causas de esta situación, en que la democracia se pone en peligro, los derechos parecen no avanzar ni cumplirse y se pone en riesgo la construcción de un Estado de justicia y de derecho para toda la gente.

Estamos llegando a una situación donde se nos desarma el barco y creo que los planteamientos que hago en el libro permiten pensar cómo reconstruir la democracia. Lo que debemos hacer es democratizar el Estado.

¿Cuál es el estado de la democracia en México?

—Creo que en México, a grandes rasgos, si revisamos los 20 o 25 años que han pasado, tuvimos la capacidad de modificar las reglas de acceso al poder, pasamos de un sistema de partido hegemónico a uno pluralista con competencia de partidos y alternancia, con libertad plena de la ciudadanía, elecciones limpias y transparentes, con una institución autónoma, pero no pudimos cambiar las reglas de ejercicio de poder.

Los partidos que accedieron al poder volvieron a repetir los viejos vicios del patrimonialismo, corrupción y bajo nivel de servicio al interés público, y esto requiere una nueva imaginación sobre cómo organizar las relaciones políticas y al Estado. Modificamos las reglas de acceso al régimen político, pero no hicimos una reforma del Estado para cambiar la manera en que se ejerce el poder, entonces, tenemos una situación de insatisfacción y contradicciones muy difíciles de controlar, que producen una gran insatisfacción y llevan a la aparición de un populismo que, en realidad, aplica políticas de derecha e incluso más duras.

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¿En México está en riesgo la democracia?

—Sí, por supuesto que está en riesgo, precisamente porque el gobierno actual está empeñado en limitar el equilibrio de Poderes, en limitar las capacidades de los órganos autónomos, en echar para atrás las reglas de la competencia electoral y en ampliar el poder de un solo partido e, incluso, de una sola persona a todos los aspectos de la vida nacional.

Creo que es una situación que podría ser explosiva, suprimir la democracia en México traería como consecuencia muchos más problemas de estabilidad política que los que aparentemente se pretenden resolver, que no son más que respuestas ficticias a un problema que también es ficticio.

¿A quién le toca luchar por la democracia?

—Pues nos corresponde, primordialmente, a la sociedad. La sociedad y los partidos políticos deberían ser los guardianes de la democracia para preservar las libertades y para mejorar las capacidades del Estado, para resolver los problemas nacionales y, en ese sentido, el gobierno está obligado a proceder en la misma dirección.

Creo que es el momento de la sociedad civil, de la defensa de la democracia, creo que es el momento de hacer presente el músculo civil que defiende la democracia en México y que lo vean claramente todos los partidos y los gobiernos que se han beneficiado del cambio democrático.


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