En México hay 10 mil carteros que utilizan motocicletas y bicicletas para trabajar, pero sólo uno lo hace en trajinera. Luis Alfaro Arellano lleva más de 32 años entregando cartas, recibos y paquetes a bordo de una canoa en la ruta chinampera y con parajes emblemáticos de Xochimilco.
“Ha habido posibilidades cambiar de ruta, pero la verdad no, yo aquí me quedo, para mí es más bonito estar aquí. Ser cartero es un trabajo muy noble y muy gratificante en el aspecto de la convivencia, el correo es muy bonito, el repartir correspondencia es muy emocionante, hay de todo”, cuenta a EL UNIVERSAL.
Heredó la pasión por este oficio desde que su abuelo trabajó en el Servicio Postal Mexicano hace 80 años, su mamá también trabajó 30 años como auxiliar postal. De una familia ganadera, aprendió a remar las trajineras desde que era pequeño, hecho que lo llevó a que fuera designado a esta ruta que atraviesa canales y que conoce con la palma de su mano desde que tiene 22 años.
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“Desgraciadamente, casi no hay nomenclatura de calles ni de números, igualmente no hay buzones. Entonces, me aprendí las direcciones del día al día y pues ya sabe uno los apellidos de la gente, aunque no tengan número ni nombre de calle, yo ya lo sé”, cuenta.
En la oficina postal de Correos en Xochimilco, hay 40 carteros que entran a las 8 de la mañana. A cada uno se le asigna un paquete de cartas que deben separar por colonias y calles, a fin de que sea más fácil la entrega.
“Lo acomodo por colonias en ocho casilleros y posteriormente lo clasifico por calles y por números, la nomenclatura es irregular, no hay orden, puede estar una casa marcada con un tres y a lado está el 80, pero aún así nos los aprendemos no hay ningún problema”, agrega.
Posteriormente pasa al área de apertura para recibir los paquetes resguardos que firman para recibirlas, diario hay de 10 a 15 piezas. Comienza a repartir entre 10:30 y 11 de la mañana en la motocicleta o a pie, en su caso, dos veces por semana entrega en trajinera en los parajes que le son asignados. De manera bimestral, la carga de trabajo aumenta considerablemente.
“Los recibos de luz o de Telmex sí son bastantes, en una isla entrego 100 o 120 y en otro paraje, dejo como 200. Yo cuando ingresé habían como tres recibos de Telmex y ahorita llevo más de 100”.
Lo que más le gusta de su oficio es tener contacto con la gente, en 30 minutos de entrega a pie por las estrechas calles del barrio Xaltocan, a don Alfaro lo saludaron decenas de personas que lo conocen desde hace décadas.
“A mí me gusta mi trabajo, donde entre en el canal o en la calle me conocen donde sea y es bonito porque es el trato día a día con la gente y que tenga uno que saludar a todo el mundo, es muy bonito, la verdad es muy gratificante mi trabajo”, reitera.
Entre las anécdotas que recuerda mientras entregaba correspondencia, se encuentra el de una chica que tenía que firmar de recibido un paquete y hasta lo abrazó de la emoción que sintió al tenerlo en sus manos.
“Tocamos a la puerta y sale la interesada con su identificación y me firma y se notó el gusto de recibirlo, no sé si ya lo estaba esperando de hace días, no sé, pero hasta un abrazo me dio de la emoción y así muchos, que muchas veces a lo mejor no son tan expresivos, pero se ponen contentos de los paquetes que les llevamos”, dice abordo de su canoa.
Hace años, cuando la tecnología no estaba tan impregnada en la sociedad, las buenas y malas noticias se daban en cartas, hecho que también atestiguó el cartero.
Lo mismo pasa cuando entrega compras a los habitantes en Xochimilco, pues a veces esperan semanas enteras hasta que don Luis los lleva hasta la puerta de sus hogares.
“Hace años incluso se daban los resultados de la escuela o el ingreso a la universidad, las reacciones eran de gusto, y también de disgusto, saber que falleció algún familiar y nos damos cuenta, cuando no causó a lo mejor mucha felicidad llevarle el paquete o la carta”, reflexiona sobre las experiencias de su labor.
Desde que ingresó al correo hace 32 años, refiere en la entrevista con este medio, ha conocido a cientos de personas que, desgraciadamente, ya han perdido la vida, por lo que Luis incluso asiste a sus sepelios porque es bien conocido entre las familias de Xochimilco.
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“Tengo bastantes amigos de antaño y nuevos, incluso sus hijos y me invitan a fiestas fuera del trabajo, yo tengo muy buena relación con la gente, y lo malo, pues serían los perros que no nos quieren, siempre nos siguen, o nos corretean”, menciona entre risas.
Del mismo modo, en temporada de lluvias, el trabajo para los carteros se dificulta de gran manera, puesto que deben caminar o remar varios kilómetros y dejar los paquetes en domicilios donde no hay buzones en la zona lacustre del sur de la Ciudad de México, por ejemplo.
“La gente es muy amable, muy buena, no, o sea y como uno corresponde con ellos, nos ofrece un vasito de agua, una fruta, una moneda, lo que ellos nos dan con gusto y uno la recibe con mucha felicidad”, concluye.