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SINALOA, MÉXICO. - Los laboratorios clandestinos donde se está produciendo en México el fentanilo , la droga más mortal que circula hoy en el mercado, están ubicados en fincas cercanas a pueblos donde la vida aparenta estar en calma.
Es fácil saber quién manda en estos lugares: siempre es aquel que trae su radio de walkie-talkie colgado a la cintura. Los reportes en esas radios, según los operadores de la zona, rigen estrictamente la rutina de las operaciones clandestinas. Si hay alguna alerta, se suspenden los envíos, no se encienden las ollas para preparar las drogas sintéticas , guardan en un lugar seguro sus instrumentos y se sientan tranquilamente a ver la televisión, mientras terminan los operativos. Después, regresan a sus labores, sin inmutarse.
Cada laboratorio ilegal en esta región produce en promedio cada semana unas 20 mil dosis de fentanilo para el mercado estadounidense, explica uno de sus encargados, que accedió a mostrar en exclusiva el proceso que siguen para preparar la droga, empacarla y enviarla a Estados Unidos. Les conocen como "cocineros".
Ellos son conscientes de que preparan sustancias que pueden causar la muerte a muchos consumidores, pero lo asumen como una cuestión comercial de oferta y demanda. "Pues sí se siente gacho, pero pues nadie los obliga. Si ellos quieren consumirlo, pues es su rollo".
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Mientras habla, bajo condición de que se oculte su identidad , en la radio alertan que vieron un convoy de militares acercarse a algún pueblo, que pasó un helicóptero, un dron, o que una vaca se salió de un rancho. Traen armas largas y pistolas, que dejan siempre cerca de donde están operando, por si surge, aseguran, "alguna emergencia".
El cocinero y sus ayudantes dicen con tono de orgullo que nadie que se acerque aquí, sea del gobierno o meras visitas, escapará al escrutinio de una amplia red de vigilantes que cubre todo el estado de Sinaloa.
Laboratorio al aire libre
El laboratorio clandestino es en realidad la esquina de una finca con hierba seca, un espacio abierto adaptado con una lona de nylon negro como techo, bajo unos árboles. Unos pasos más adelante hay algunas plantas secas de marihuana, de unos años cuando el "cocinero" incursionó en el negocio de las plantas. Pero ahora, dice, prefiere dedicarse a preparar fentanilo, una sustancia muy tóxica en su proceso de elaboración, que le reporta ganancias de 2 mil dólares en promedio a la semana.
El jefe de la cocina es un chico menudo, con un bigote incipiente. Sus ayudantes son dos jóvenes que no pasan de los 20 años. Los tres se visten meticulosamente con trajes especiales para protegerse, se ponen máscaras antigases. Dicen que antes operaban en una casa, pero que a uno de sus compañeros "se le pudrieron los pulmones" y desde entonces preparan el fentanilo en el exterior “para que se esfume más el humo y las sustancias".
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Cocineros de fentanilo preparan dos kilogramos de droga sintética en Sinaloa. Foto: Peniley Ramirez/Univision Investiga
Utilizan para su mezcla químicos estadounidenses, de la misma marca y presentación que otros, que habíamos grabado unas semanas antes en el departamento de Farmacia de la Facultad de Química de la Universidad Nacional Autónoma de México, la UNAM.
Acetona, acetato, cloro, explica el cocinero mientras comienza a preparar. Pero el ingrediente estrella de su mezcla, dice, es un pequeño paquete sin marca, envuelto en plástico de algo que llama ‘precursor de fentanilo’, una sustancia base con la que prepara la droga en polvo, que luego será mezclada, añade, con otras y puede fumarse, venderse en ampolletas o sintetizarse para hacer pastillas.
"Los químicos vienen de China y de Alemania", dice, "pero nosotros somos 100% pureza, es alemán", afirma convencido. Le preguntamos cómo consiguen meterlo a México. "Con las señoras que caminan por en medio de los aviones, las que sirven los refrescos”, responde tranquilamente. Más tarde explica que ya en Sinaloa están produciendo los precursores y que cada vez tiene que acudir menos a que las “camareras, o como se llamen esas señoras" los importen ilegalmente al país.
En abril de 2019, el gobierno mexicano intervino un narcolaboratorio en Culiacán, la capital de Sinaloa. El cocinero asegura que allí se producían ya los precursores, y que en otros locales en la zona también lo están haciendo.
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La base de la mezcla que preparan en el laboratorio está en este paquete y le llaman 'precursor de fentanilo'. Foto: Peniley Ramirez/Univision Investiga
Con el paquete de este ingrediente básico comienzan a mezclar, primero con una base de goma de opio, luego con los otros químicos, a los que aquí conocen como "las aguas". Durante casi una hora, revuelven en una olla al aire libre, sobre una flama alimentada con gas. Luego lo vierten en una sábana y lo exprimen "para que suelte todo el cochinero".
Han pasado poco menos de dos horas cuando terminan el proceso y lo ponen a secar, toda la noche. Después, explica el cocinero, aún deberán licuarlo.
Al día siguiente comienza la última parte del proceso. Lo empacan con plástico, lo envuelven con cinta canela y lo ocultan en un compartimento secreto de un auto. Después, en Culiacán, un distribuidor que envía un producto similar a Boston, Chicago y Nueva York muestra que para que pase por la frontera aún le falta “el camuflaje”. Consiste en poner una capa de detergente, café y aceite de automóvil, para ocultar los olores.
"Por lo regular, este paquete va a entrar por la frontera en un vehículo, entonces debe oler a carro y el carro por lo regular huele a grasa, traen grasa en todas partes", explica el distribuidor.
En esta olla preparan la mezcla con el precursor de fentanilo y otros químicos, como cloro y acetato. Foto:Peniley Ramirez/Univision Investiga
La bonanza del fentanilo permite que cada semana los distribuidores envíen en avionetas a la frontera cientos de kilogramos de polvo o pastillas. El distribuidor asegura que por cada envío puede ganar en promedio entre 150 mil y 180 mil dólares, pero el negocio aún entraña muchos riesgos.
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El primero, es que debe negociar con clientes estadounidenses, aunque él no habla inglés, y que si en algún momento dejan de contestarle el teléfono simplemente se queda sin cobrar. "Si no me pagan, yo tengo que gastar en conseguir a alguien y que vaya y lo busque", dice.
La estructura
Tanto los productores como los cosechadores de opio llaman a las otras partes de la cadena de distribución “los narcotraficantes”. Ellos aseguran que no son parte del cártel de Sinaloa, solo les compran sus mercancías y siguen sus reglas. “Pero si hay una guerra, por ejemplo, yo no estoy obligado a ir a pelear, yo soy independiente”, dice el distribuidor mientras recorremos Culiacán.
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Cada parte de la cadena tiene sus especialistas, explica. Los fleteros son los transportistas, que llevan la mercancía a la frontera, y la cruzan a Estados Unidos.
Una vez que se ha cobrado intervienen otros, quienes retienen una comisión por “traerme el dinero aquí conmigo”. El distribuidor asegura que él no sabe si traen los dólares a México en efectivo, o por medio de casas de cambio, pero se lo entregan en dólares y luego él lo usa para comprar más mercancía o lo ingresa al banco “con algunas cuentas y empresas que tengo”.
En este negocio las reglas son informales, pero estrictas. Si un fletero pierde una mercancía porque sucede un decomiso, su única obligación es entregar al distribuidor un documento que pruebe que fue decomisada. “Yo pierdo mi inversión”, explica el distribuidor.
La única regla que pone el cartel, coincidieron todos los entrevistados, es que no se venda fentanilo en Sinaloa. Afirman que la organización criminal “no quiere problemas ni muertos por sobredosis” en su territorio. “Te levantan y te matan y te mochan la cabeza, son muy delicados con esa droga aquí”, asegura un distribuidor de pastillas.
El jefe del laboratorio confirma esta regla no escrita. Relata que él solo estudió la primaria y aprendió el oficio de cocinero siendo primero un ayudante. En 2015, un colombiano llegó a Sinaloa a enseñarles cómo preparar el fentanilo.
Algunos de los cocineros más expertos en heroína, dice, pagaron 50 mil dólares por la “receta”. Luego les mostraron a sus ayudantes. Ahora, un lustro más tarde, él afirma que hay “cientos de cocineros de fentanilo” en la zona controlada por el cártel. Y que, con las modificaciones a la fórmula que han probado en los últimos meses, que incluyen mezclar el fentanilo con la goma de opio, cada vez tienen más pedidos de los revendedores en Estados Unidos.
El distribuidor de pastillas, que como todos pidió hablar sin que se le identificara por su nombre, dice que en los últimos dos años la producción se ha expandido, y esto se debe al enorme margen de ganancias que el fentanilo está representando en Sinaloa. “Aquí lo agarro en 80 centavos, 70 centavos la pastilla. Yo la consigo y la vendo allá (en Estados Unidos) como en tres dólares. Haz de cuenta: si yo invierto una cantidad de mil dólares, te puedo sacar tres mil dólares así, de un día para otro, en dos días”.
El cocinero confiesa que ha tenido miedo a la cárcel o a una intoxicación, que a veces ha respirado el humo de sus mezclas y ha pasado la noche en vela, sintiéndose desfallecer y cuidándose solo con sueros. Pero no pretende cambiar de negocio. “Aquí se peligra mucho, hasta la vida. Pero ganas mucho. De otra forma, ganas una miseria”.