Sonsonate, El Salvador.— De niña, la historia de la ciudadana salvadoreña Victoria Salazar estuvo ligada a México y como adulta, también, hasta el día en que murió a manos de policías mexicanos en Tulum, Quintana Roo, cuando tenía 36 años.
Creció en un barrio llamado Veracruz de este departamento (estado) donde se cultiva la caña de azúcar y el mango, y abundan los viveros por lo fértil de su tierra, y curiosamente por su clima similar al del puerto jarocho.
Como toda menor que nació en la década de los 80, enfrentó los estragos de la guerra civil salvadoreña y sus efectos como la pobreza extrema, la violencia de pandillas como la Mara Salvatrucha y la migración como la salida más peligrosa en la búsqueda de seguridad y una mejor vida.
A simple vista, Veracruz es un barrio popular, pero de acuerdo con los vecinos, en sus pasajes (andadores) vivieron integrantes de la Mara Salvatrucha ente los años 80 y los 90.
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Es común ver a policías y elementos del ejército de El Salvador realizar caminatas o labores de vigilancia por los pasajes y calles del barrio: “Hay que estar en las calles”, se le escucha decir a un mando policiaco.
De ahí son unos 50 metros por camino de tierra y piedras rumbo al pasaje Adelina, donde se encuentra la casa marcada con el número 5, ahí Victoria Salazar dio sus primeros pasos.
Son andadores donde hay 16 casas, ocho de cada lado; en medio abundan jardineras donde los vecinos han sembrado plantas y palmeras. Ahí, en tierra salvadoreña, fue donde inició la vida de Victoria que, al final, expiró en tierra mexicana.
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La casa de su familia es la segunda entrando por el camino de tierra. Adentro se encuentra Carlos, uno de los hermanos de Victoria y su esposa, pero prefiere no hablar. Es un joven alto con mirada triste, todavía consternado por el asesinato de su hermana.
La casa donde Victoria vivió hasta los 16 años tiene una pequeña puerta negra, techo de lámina de asbesto gris, con un enorme muro y ventanas protegidas: “Era un barrio tranquilo, pero ya sabe, siempre hay muchachos que se desvían”, comenta la señora Ana María Méndez, quien conoció a “la niña Victoria”, porque de pequeña jugaba con sus hijos.
Victoria Salazar, quien residía en México con una visa humanitaria desde 2018, era una muchacha muy educada, señalan los vecinos. Sus padres eran maestros: Rosibel Arriaza y Víctor Manuel Salazar, ya finado.
Salazar se mudó a otra colonia y vivió en San Salvador antes de partir a México, ya como madre soltera en búsqueda de una mejor vida para sus dos hijas: “Ella se fue [a los 16 años] y luego traía ya dos niñas”, comenta la señora Dora Alicia Méndez. “Conmigo nunca se pasó, ahí vivía, muy educada, sus padres eran maestros, ahí está todavía su casita”.
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Victoria llegaría a México en 2016. Actualmente sus hijas tienen 15 y 16 años.
Otra de sus vecinas, la señora Verónica Monzón, asegura que Victoria y su familia eran “bien llevaderas” con todos los vecinos. Ana María Mendez está segura de que su compatriota decidió buscar un mejor futuro para su familia y por eso salió de El Salvador, aun con los riesgos latentes.
“Muchos jóvenes se han ido para buscar un mejor futuro, pero es muy costoso, a la pobre [Victoria] le costó la vida (...) Uno es padre, uno siente los sucesos de la vida. ¡Cómo está muchacha tuvo esa historia tan fea!”, expresa.