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Mario Aburto Martínez, asesino confeso del candidato presidencial del PRI, Luis Donaldo Colosio, pasa sus días en el penal federal número seis de Huimanguillo, Tabasco.
Ha estado recluido en las cárceles de máxima seguridad de El Altiplano, en el Estado de México, y Puente Grande, Jalisco.
Fue sentenciado a 45 años de cárcel por un juez federal, de los cuales lleva 25 años preso, por la muerte de Colosio aquel 23 de marzo de 1994, en Lomas Taurinas, Tijuana.
Nació en Zamora, Michoacán, en julio de 1971 y antes de asesinar a Colosio radicaba en la ciudad de Tijuana, Baja California, donde trabajaba en un empresa maquiladora.
Según autoridades, no comparte celda con otro reo. La comisión especial de la Procuraduría General de la República (PGR) indagó más de 20 líneas de investigación para esclarecer la muerte del candidato presidencial priista.
En su primer interrogatorio policial al que fue sometido, subsecuente a su presentación en la Delegación de la Procuraduría General de la República, en Tijuana, Aburto Martínez aseguró que en “ningún momento quise asesinarlo ni nada de eso. La persona esa fue quien me movió y éste, cuando iba, iba cayendo, parece ser que quemó otro disparo, por qué, no sé, no sé”.
Sin embargo, después admitió haber herido a Colosio para, dijo, llamar la atención de los medios de comunicación, según el último informe de la Comisión Especial del caso.
Dijo que tenía tiempo de estarse preparando para herir al candidato a la Presidencia de la República, en un campo de tiro de Tijuana, lugar donde disparaba diversas armas de fuego.
Aseguró que para lograr su cometido adquirió una pistola calibre 38 especial, de una persona de la cual no proporcionó su nombre, manifestando que era su intención directa herir al candidato ya referido para lograr la atención de la prensa y exponer ante los periodistas sus ideas pacifistas.