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El confinamiento por Covid-19 agravó en los hogares mexicanos la vulnerabilidad de las mujeres y los menores de edad de ser objeto del delito de trata de personas, alerta Mario Cordero Véjar, coordinador del Área Contra la Trata de Personas de la Oficina de las Naciones Unidas Contra la Droga y el Delito (UNODC).
En entrevista con EL UNIVERSAL, detalla que México tuvo un crecimiento sin precedente en ese delito, debido también a que los tratantes usaron nuevos métodos de enganche en línea.
Detalla que los delincuentes usan avatares falsos en redes sociales y plataformas virtuales para conectar de manera sencilla e impersonal a sus posibles presas, a quienes engañan con la publicación de ofertas de trabajo apócrifas con sueldos increíbles u otras interacciones con el objetivo de ganar su confianza.
De acuerdo con el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP), en 2020, primer año de la pandemia, en México se registraron al menos 550 víctimas de trata de personas, sin contar a quienes no denunciaron, lo que representa un aumento de 43% desde 2016, cuando se realizó por última vez esta medición.
¿Cuáles fueron los efectos de la pandemia en el delito de trata de personas?
—Lo primero y lo más importante a visibilizar es que las poblaciones que tradicionalmente estaban en situación de vulnerabilidad, antes del Covid-19, agravaron más su condición, ya que esta enfermedad impactó no sólo en el tema de la justicia, sino en las condiciones estructurales de nuestra forma de vivir, que a su vez fungieron como caldo de cultivo para que se cometa este delito. La pobreza, la falta de acceso a la educación y servicios básicos, la violencia sexual y dentro del hogar aumentaron y fueron muchas de las precondiciones para que los casos de trata se incrementaran.
Usualmente se vincula a la trata de personas con grupos de la delincuencia organizada, pero también se puede cometer por particulares. En caso de parejas, matrimonio forzado; con familiares propios, la explotación sexual y mendicidad forzada. En este sentido, la trata de personas aumentó tanto a nivel nacional como transnacional, al suceder dentro de los propios hogares, familias y entre jóvenes durante el confinamiento por pandemia.
Por otra parte, el acceso a internet se disparó, entonces el enganche por parte de los tratantes hacia las víctimas se tradujo en diversas formas de atraerlas mediante plataformas electrónicas sin entrar en contacto de forma física con ellas, usando métodos de traslado.
¿Cuál es el mecanismo de los métodos de enganche que proliferaron durante el confinamiento?
—La principal captación de víctimas se realizó con métodos de coacción a través del engaño, porque mediante perfiles en redes sociales, videojuegos o plataformas en línea que no representaban un contacto directo y con el uso de avatares, se publicaban ofertas de trabajo apócrifas, o mediante la interacción diaria se generaban dinámicas de engaño, como una estrategia de caza y pesca de víctimas.
Por ejemplo, publicaban ofertas de trabajo de servicio doméstico o en campos agrícolas con sueldos irreales para reclutar a las víctimas. Los delincuentes esperan que respondan el mensaje o interactúen, y de ahí se van desarrollando las dinámicas.
En ese sentido, los grupos más afectados por este modo de operar fueron las mujeres, los niños [hasta los 17 años] y las poblaciones vulnerables.
¿Cómo brindaron orientación a los posibles blancos y apoyo a las víctimas teniendo el desafío del confinamiento y la pandemia?
—Tenemos una campaña que se llama Corazón Azul, que es el símbolo mundial contra la trata de personas. Con ella realizamos acciones de prevención y fomento a la denuncia. Para esta campaña hicimos alianza con una organización de la sociedad civil que se llama Consejo Ciudadano y ellos crearon una línea telefónica a nivel nacional para recibir reportes de posibles casos de trata de personas.
Nosotros entramos de lleno al tema generando una serie de mensajes que transmitimos con ayuda de influencers en Tik Tok y medios de comunicación, donde pudimos visibilizar este incremento de casos con testimonios reales de víctimas y sobrevivientes hablando desde la propia experiencia.
También nos enfocamos en comunidades en vulnerabilidad con grupos de trabajo para poblaciones indígenas con más insumos verbales que recuperamos y que consisten en pasar un mensaje de boca en boca: “Qué le dirías de madre a hija, a tu hermana, a tu papá, para prevenir este tipo de situaciones?”
Usamos también el perifoneo con camionetas que van de comunidad en comunidad con megáfonos transmitiendo los mensajes de prevención y medidas concretas de protección.
De la mano de la Secretaría de Gobernación y al menos 50 instituciones, coordinamos mecanismos de acción para asistir a las víctimas en su proceso legal y que se pueda sancionar el delito. Esta campaña se adoptó desde el seno de las comisiones. Hemos podido trabajar no sólo a nivel local, sino nacional, en todos los lugares donde sucede la trata.
¿Los refugios para víctimas o las formas de protección que requirieron de contacto físico se mantuvieron vigentes durante el confinamiento por Covid?
—Los refugios se mantuvieron funcionales. Tenemos un proyecto nacional para el fortalecimiento de los albergues y casas en todo el país que brindan asistencia a víctimas sobrevivientes de trata de personas.
Fiscalías y organizaciones de la sociedad civil nos apoyaron durante estos años a fortalecer la atención que se da, que es legal, médica y sicológica para resocializar, de manera efectiva, a las víctimas.
Y claro que hubo contagios en los refugios, pero se les brindó atención de manera integral con todas las precauciones necesarias porque se proveyó a todo el equipo de mascarillas, pruebas rápidas, etcétera.
"Las poblaciones que estaban en situación de vulnerabilidad antes del Covid-19 agravaron su condición, ya que impactó en condiciones estructurales de nuestra forma de vivir”