México pasa de pintarse tricolor en septiembre, a amarillo durante octubre y noviembre, pues la flor de cempasúchil ilumina el camino de aquellos difuntos que desean visitar a sus familias. Sin embargo, las raíces de la planta han dejado de crecer en el suelo que las vieron nacer por primera vez.

Según el texto "Origen Naturaleza y Usos del Cempoalxóchitl", de Adriana Castro Ramírez, el origen etimológico deriva de la expresión náhuatl cempoalxóchitl, que se traduce como “veinte flores”, pues se compone de los vocablos cempoali, que significa veinte, y xóchitl, que es flor.

En su página web, el gobierno mexicano señala que el cempoalxóchitl pertenece al género Tagetes, el cual es endémico del continente americano, y de las 58 especies encontradas, 35 están en el país. Aunque existen todas estas variedades, la que se vende para el Día de Muertos es la Tagete erecta.

Erick Mendoza, antropólogo físico de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), y Castro detallan que en el Códice Florentino, escrito en el siglo XVI por Fray Bernardino de Sahagún, se indica que esta flor crecía en cultivos y espontáneamente; además, refería que las más grandes eran las hembras, mientras que las menos hermosas eran los machos, que se diferenciaban para mejorarlas.

Por su parte, Mendoza explica que en el séptimo mes mexica, llamado Tecuilhuitontli, de los 18 que había, se celebraba a la diosa de la sal Huixtocíhuatl, cuyo color era el amarillo y a la que se le ofrendaba el sacrificio de una mujer. Los asistentes a este evento llevaban en las manos unos cempoalxóchitl.

Aunque el uso ornamental no fue el único, el especialista refiere que el médico Francisco Hernández, en su obra Historia Natural de la Nueva España, describe propiedades medicinales: “El jugo de las hojas provoca las reglas, la orina y el sudor, quita las flatulencias y provoca el apetito”.

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El profesor en Desarrollo y Gestión Interculturales Eduardo Quintanar menciona que el cempasúchil tuvo un eje industrial para pigmentar carne y un uso insecticida, que se implementó para cuidar el sembradío de maíz, porque la flor puede matar nematodos —pequeñas lombrices blancas que se alimentan de las raíces y secan a la planta—.

“Con lo anterior, podemos observar que el uso de la Tagetes en rituales en torno a la muerte no proviene de un origen prehispánico, o al menos no existe un dato fehaciente que se pueda utilizar para poder decir que el uso de esta flor en los altares del Día de Muertos se haya iniciado en la época prehispánica”, enfatiza Erick Mendoza.

Asimismo, el investigador vis- lumbra que un posible origen del uso de la flor en el rito del Día de Muertos surgió en la tradición europea de adornar los altares dedicados a sus difuntos con clavel o crisantemo, que al parecer fueron sustituidas por cempasúchil.

La flor que acompaña a nuestros difuntos
La flor que acompaña a nuestros difuntos

No obstante, para las cuñadas Ángela Botello, de 52 años, y Silvia Ciriaco, de 49, la tradición se está perdiendo, porque los padres de familia ya no enseñan a sus hijos, por ejemplo, “a llevar flores al panteón”.

Ambas mujeres son vendedoras de cempasúchil en el mercado de Jamaica, en la Ciudad de México.

A su alrededor, los demás puestos aún tienen flores por vender, pero ellas ya acabaron sus manojos de cempasúchil amarilla, sólo les quedan unos cuantos de la variedad morada que compraron.

Llegaron el sábado pasado de Domingo Arenas, Puebla, al mercado de Jamaica y se formaron para conseguir el lugar que ahora tienen.

Mientras Ángela explica que ahí mismo duermen para no perder el lugar, señala la cama improvisada con cartón y huacales.

Por su parte, Gregorio Pérez Rojas, de 45 años, vende la flor de cempasúchil al pie de la carretera San Vicente-Coatepec frente a una estación de gas LP. Detrás de su puesto está el sembradío del que obtiene el producto. Esta actividad la ha realizado durante los últimos 20 años.

Al igual que Ángela y Silvia, el hombre coincide en que las tradiciones se van perdiendo: “Antes, muchas personas de edad avanzada se llevaban maletas de cempasúchil; ahora, sólo vienen por manojos”.

Él comienza la siembra el 24 de julio y cosecha una semana antes del 2 de noviembre. A su consideración, la flor de cempasúchil no necesita de cuidados importantes.

Para Ángela, la siembra empieza del 16 al 20 de julio, una primera fase en la que se espera a que la planta crezca 20 centímetros para la segunda semana de agosto. Al ocurrir esto, el cempasúchil se coloca en un surco donde se fertiliza y abona hasta que se corta.

Cuando la flor está lista, los peones las recogen para hacer manojos y se les paga cada uno a 10 pesos. Entre 200 y 250 de ellos se venden al día en el mercado por 50 pesos. A diario, el hermano de Ángela viaja a las 4:00 horas desde Puebla para dejar ahí el cempasúchil. El costo por cada vez que entra la camioneta al mercado de Jamaica es de 500 pesos e incluye el precio por el lugar ocupado.

Mientras, Silvia recuerda que el pasado 26 de octubre el manojo se le pudrió y sólo vendieron una cuarta parte de los 10 mil pesos que pudieron haber ganado, con lo que sólo salió para el gasto de la camioneta, que incluye gasolina y casetas.

Factores externos también “daban al traste con la flor en México”, como publicó en junio de 2001 EL UNIVERSAL, cuando el cempasúchil de África y Perú, y en menor medida de China y la India, entraban al país sin aranceles.

Pese a que es un trabajo familiar, Gregorio Pérez sabe que sus hijos probablemente elijan otra manera de subsistir, pues el negocio va a la baja. Él dice que se dedicará a otra cosa, ya que el futuro de estos cultivos no es optimista. No es como en su época, cuando ser floricultor era una actividad bien retribuida.

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