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La falta de un techo digno por la saturación de albergues, la situación de mendicidad que viven y los abusos que sufrieron en su avance por el sur de México, hacen que la familia Narváez considere que es mejor “cruzar 100 veces la selva del Darién [en Panamá] que volver al país”.
Raúl, Héctor, Sofía, Yulia y Karina, cuyos nombres fueron modificados para proteger sus identidades, buscan en la Ciudad de México una noche de tranquilidad tras los eventos traumáticos que han vivido, pero ha sido imposible ante la falta de espacios.
En su primer intento por llegar a Estados Unidos, los cuatro adultos y una bebé de Perú y Venezuela fueron secuestrados por policías estatales en Ecatepec, Estado de México, que les cobraron 2 mil dólares por persona para liberarlos.
“Subir hasta México es muy complicado entre todos los problemas por discriminación, robos, obstáculos del personal a cargo de los migrantes, pero llegando acá, desde que rentamos una casa legalmente para vivir mientras nos daba cita CBP One, los vecinos nos acusaron de ladrones e ilegales y nos denunciaron falsamente por invadir una casa.
“La policía nos secuestró y después de que logramos pagar para que nos soltara nos devolvió a Tapachula, donde tampoco hay albergue; ya no tenemos dinero, no tenemos a dónde ir, lo hemos perdido todo, pero es imposible regresar a nuestro país por la crisis económica y es impensable quedarnos acá por tanta violencia”, cuenta Raúl.
Hoy la familia sobrevive en las inmediaciones de Circuito Interior con las propinas de gente solidaria. “Esto no es culpa de las personas que nos albergan, es algo que ya tuvo que resolver el gobierno porque hay violencia, permiten los secuestros, permiten los abusos y merecemos más canales de atención para tener un trato digno.
“Buscamos cruzar de forma legal y así nos va. Nuestro corazón está con la gente que huye de su país sin una sola moneda o papel porque México es complicado”, expresa.