Ante un Zócalo vacío, frío, inédito, sin los 130 mil asistentes que hace un año colmaron la principal plaza del país y donde ahora no hay gargantas que repliquen los vivas que se lanzaron desde el balcón central de Palacio Nacional, el presidente Andrés Manuel López Obrador encabezó su segundo Grito de Independencia.

Un aroma de tristeza y melancolía flotó en una ceremonia donde es tradicional que haya alegría, gritos, música, convivencia y sentimiento patrio. Anoche fue lo contrario, por la pandemia de Covid-19, la única voz que se escuchó en la soledad del Zócalo fue la del Ejecutivo.

Esta noche de 15 de Septiembre fue histórica, diferente. La multitud que acudió hace un año a presenciar el primer Grito del primer presidente de izquierda en la historia de México se tuvo que quedar en casa y en su lugar mil 600 luces proyectaron siluetas relativas los símbolos patrios, como la Bandera y el inicio de la Independencia de México, representada por la llama de El Pípila.

Momentos antes de las 23:00 horas apareció el Presidente. Lo acompañaba su esposa, Beatriz Gutiérrez Müller, y a unos metros de ellos un elemento de la Policía Militar realizó con su corneta el toque de silencio en memoria de los fallecidos por el Covid-19.

Luego, el Jefe del Estado mexicano caminó por el Salón de Recepciones, donde cadetes del Heroico Colegio Militar le entregaron el Lábaro tricolor, con el que salió al balcón y encontró una plaza vacía.

A las 23:01 horas un silencio dominaba el Zócalo. Con la mano izquierda el Mandatario cargó la Bandera tricolor y con la otra sostenía el cordón para tocar la Campana de Dolores.

Después de arengar un “viva” por el amor al prójimo, en un pebetero se encendió “La llama de la esperanza”.

La Banda de Música y el Coro del Ejército Mexicano interpretaron el Himno Nacional Mexicano y, tras esto, iniciaron los juegos pirotécnicos desde el atrio de la Catedral, pero no fue suficiente. Algo faltó: la alegría y la felicidad no aparecieron en la Plaza de la Constitución.

Ayer el silencio dio paso a recordar a los más de 71 mil muertos que ha dejado esta pandemia y a los miles de contagiados que luchan en hospitales por su vida, junto al personal médico, que tampoco descansa.

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