Apenas 24 horas en el país como asilado político y Evo Morales recibió trato de visita de Estado. Privilegios que ni el presidente Andrés Manuel López Obrador ha obtenido para sí mismo, pero que son desplegados para apapachar al exmandatario boliviano y para que los seguidores de la 4T explayen su amor por el personaje.
Exhibicionismo y protección de rigor militar se combinaron en la extraña jornada de pleitesía morenista. En su estatus de asilado político, la discreción y el sigilo son parte tradicional de su protección; sin embargo, el líder sindical que salió huyendo de su país fue mostrado en diversos escenarios cual trofeo continental de la política.
Su primer acto en la capital mexicana, tras haber aterrizado poco antes del mediodía del martes pasado, fue dar una conferencia de prensa en el Museo de la Ciudad de México, el cual fue cerrado sólo para el acto de alabanza.
El sencillo hombre de camisa y pantalón de mezclilla contrastaba con la decena de agentes de seguridad (con el clásico cable de comunicación al oído) que lo rodeaban en todo momento; un par de camionetas Suburban y personal de apoyo.
El Estado Mayor Presidencial revivió ayer, como con Peña Nieto —incluídos los guardias que cuidaron al priísta—, para impedir cualquier contacto humano no autorizado por la élite morenista. Imposible acercarse a Evo si no se era legislador guinda o funcionario de la 4T.
Legisladores de Morena y del Partido del Trabajo llegaron hasta el lugar a las ocho de la mañana. Una hora de anticipación sólo para “saludarlo”. Al frente, el presidente de la Junta de Coordinación Política en la Cámara Baja, Mario Delgado, acompañado de la diputada Dolores Padierna y Gerardo Fernández Noroña (PT).
No les importó la espera. Salieron felices, según mostraron en sus propias redes sociales, luego de tomarse una selfie con el expresidente.
Fernández Noroña puso sobre la mesa la propuesta de que cada legislador de Morena y sus aliados cooperen con 500 pesos mensuales para ayudar a Morales Ayma. “Así es, lo vamos a ver, queremos organizar eso”, dijo Mario Delgado al salir del encuentro.
Los representantes de los medios de comunicación, como claramente no estaban a la altura de los líderes morenistas, ingresaron al museo hasta las 9:45 horas.
A Evo se le contrató, incluso, un servicio de comida, Banquetes Moctezuma, para ofrecer café, agua, refrescos, galletas y fruta.
Pasadas las 10:00 horas, Morales apareció en el escenario, acompañado de su exministra de Salud, Gabriela Montaño. En la mesa fueron colocadas tres sillas. Sólo él se sentó.
En cada costado del escenario, un guardia de seguridad y otros más en las puertas de acceso.
Habló casi 20 minutos para dar su versión de la crisis que lo llevó a exiliarse. Después llegarían las preguntas, 10, pero el expresidente las redujo a cinco, por cuestión de tiempo. Eso sí, se dio el espacio para felicitar “al hermano” López Obrador por su cumpleaños. Omitió responder si ya se reunió o no con el Presidente de México.
Se levantó de la silla y se dirigió a un salón privado, en medio de preguntas que no respondió.
Cerca del mediodía llegó al museo la secretaria de la Función Pública, Irma Eréndira Sandoval, para que el boliviano “compartiera sus experiencias” con el gobierno actual.
El agasajo continuó, posteriormente, también en el Antiguo Palacio del Ayuntamiento.
Claudia Sheinbaum, jefa de Gobierno de la Ciudad de México, le otorgó las llaves de la capital. Lo declaró huésped distinguido. La emoción de ella fue evidente en su voz. “Hay momentos donde la ambivalencia es símbolo de cobardía”, dijo al expresarle su apoyo.
Los asientos comenzaron a llenarse poco antes del mediodía, cuando arribaron diputados locales de Morena; todos buscando las primeras filas para ver a su ídolo.
Posteriormente arribaron los integrantes del gabinete capitalino y los dirigentes de Morena de la Ciudad. Desfilaron para recibir al expresidente. Además asistieron Rafael Guerra, presidente del Tribunal Superior de Justicia de la Ciudad de México, y los alcaldes Clara Brugada, de Iztapalapa, y Armando Quintero, de Iztacalco.
En punto de las 13:30 horas, la jefa de Gobierno salió al circuito Zócalo a recibir a Morales Ayma, donde también era esperado por un grupo de personas que le gritaban: “¡Evo, México está contigo!”.
Cuando el exmandatario llegó en una camioneta negra, los asistentes se percataron de su presencia y se pusieron de pie y comenzaron a gritarle: “¡Evo, Evo, Evo!”.
Morales recorrió el primer piso y bajó por unas escaleras del lado izquierdo del edificio. Los asistentes, eufóricos, continuaron aplaudiendo hasta que tomó asiento.
Al concluir un discurso de casi 15 minutos, Evo Morales agradeció el recibimiento; salió acompañado de la jefa de Gobierno, y entre porras y aplausos subió de nuevo a la camioneta. El show terminó por este día. Por fortuna, con saldo blanco entre los fans del boliviano.