El 5 de febrero de 1970, un joven llamado , de 28 años, cometió un atentado contra quien pensó que era el entonces presidente Gustavo Díaz Ordaz. Disparó su arma de fuego contra el vehículo en el que creía que viajaba el mandatario a plena luz del día y en un lugar concurrido: la esquina de Insurgentes y la calle Valentín Gómez Farías, de la Ciudad de México.

En el automóvil no iba Díaz Ordaz, sino quien era su secretario de Seguridad Pública, el General Marcelino García Paniagua, que salió ileso.

El autor del fue detenido y llevado a la Dirección Federal de Seguridad, que se ubicaba en la Plaza de la República, junto al Frontón México, donde fue torturado y posteriormente trasladado al Campo Militar Número 1, lugar en el que estuvo internado durante cuatro meses.

Lejos de someterlo a un proceso penal, Carlos Castañeda fue declarado “incapaz mental” y recluido en una celda construida especialmente para él en un hospital psiquiátrico y luego trasladado a un pabellón “para locos”, donde permaneció 23 años.

Este caso, del que no dio cuenta la prensa en su momento, fue recuperado y reconstruido por el ministro en retiro , quien cuenta la historia en su libro “Que nunca se sepa”, resultado de una amplia investigación documental.

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En entrevista con , el autor de esta obra destaca que es un caso que cobra vigencia, por el uso de la psiquiatría y del derecho para fines políticos, “que es de una gran gravedad”, y por otro lado “también estos intentos desde el poder de acallar, déjame decirlo así, a la prensa, para que no dé a conocer aquellas cosas que el poder no quiere que se conozcan”.

Ningún periódico de la época dio cuenta de los hechos, ni en el radio ni en la televisión, entonces por un lado está el intento de homicidio que no se supo; está un juicio completamente distorsionado, que llevó a este hombre a un juicio civil de declaración de incapacidad mental, y luego un silencio total de la prensa”, recalcó.

- ¿Cómo descubrió la historia y cómo la pudo reconstruir?

- Una persona que me comentó de esta historia me dijo, “oye ¿tú sabías de este caso?”, entonces me puse a buscar. En el Archivo General de la Nación había un expediente bastante escondido que tenía que ver con algunos informes de la Dirección Federal de Seguridad, que entonces firmaba el capitán (Fernando) Gutiérrez Barrios. Había algunos peritajes médicos, pocas hojas, algunas menciones, y así entonces recopilando, metiéndome a internet, me costó mucho trabajo encontrar el expediente judicial, aunque como es de la “Guerra Sucia”, eran ya de acceso público y entonces fui reconstruyendo.

- ¿Hubo algún móvil del atentado? ¿Cuál fue la motivación?

- En una conversación poco después del , un sacerdote, Vázquez Montero, yo creo que, de forma muy poco intencional, pero sí muy irresponsable, le dijo a Carlos Castañeda: “A ver pues, si eres tan hombre ¿por qué no matas a Díaz Ordaz?”, yo creo que con más como un reto, insisto muy irresponsable, muy infantil.

Tuve la oportunidad maravillosa de conversar con el padre Miguel Concha, que falleció hace poco tiempo, porque él había escrito un libro bien interesante sobre los hacia finales de los años 60, comienzos de los 70, y el padre Miguel, que era un muy querido amigo mío, me dijo que no creía que hubiera una conspiración católica ni de izquierdas ni de derechas.

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- ¿Carlos Castañeda tenía antecedentes penales?

-Nunca se le conocieron padecimientos mentales ni estuvo desde luego con antecedentes penales. No tenía antecedentes su familia, no estaba metida en ningún tipo de lío, es decir, era una familia normal de aquellos años en esa condición socioeconómica. Lo que pasa es que él empieza a suponer, y tal vez con toda razón, que el presidente Díaz Ordaz había ordenado la intervención en Tlatelolco el 2 de octubre, él se queda con la impresión de que esto fue la muerte de muchos inocentes y en esos procesos católicos, él lee una novela cristera que se llama “Héctor”, y ahí aparece una frase que dice que en todo movimiento es necesario que exista un hombre que esté dispuesto a dar su vida por él. Él elabora la idea alrededor de dos años y entonces se va convenciendo que como un acto de reivindicación de los jóvenes muertos en el 68.

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apr/rmlgv

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