Al momento de escribir estas líneas, las autoridades han reportado más de 89 mil personas fallecidas en el país a causa de la pandemia de Covid-19, y cerca de 900 mil contagios.

Cuando cotidianamente hablamos de cifras, los números suelen ocultar la dimensión de lo que hay detrás.

Recordemos el eco que causó el primer caso confirmado de contagio, un hombre de 35 años que había viajado a Italia, o la primera persona fallecida, en México, un hombre de 41 años que padecía diabetes. Hoy, ocho meses después, las cifras son tan grandes, que es imposible conocer sus historias.
           
Sin embargo, no podemos negar ni olvidar que detrás de cada uno de esos números hay momentos de angustia y sufrimiento. Al momento, más de 89 mil familias han perdido a un ser querido y han llorado la inesperada partida de alguien que a principios de año tenía metas y sueños.
           
Las celebraciones del 1 y 2 de noviembre próximos, de Todos los Santos y de los Fieles Difuntos, habitualmente enmarcan el inicio de una temporada de dos meses de grandes reuniones y actos muy concurridos; sin embargo, este año tiene que ser diferente.
           
El aumento en las hospitalizaciones en México, los rebrotes de Covid en otras regiones del mundo, la temporada de invierno y el acecho de la influenza, nos mandan una señal de alerta: ¡Cuidado, esto aún no termina!
           
El Día de Muertos en México ocurrirá este año con los panteones cerrados, sin actos masivos y con la recomendación de evitar las aglomeraciones, pero con un buen momento para reflexionar sobre el valor de la vida y su trascendencia.
           
¿Qué hemos aprendido después de estas 89 mil historias de dolor?, ¿hemos hecho lo suficiente para que esta pandemia ocasione los menores daños posibles?, ¿hemos trabajado en equipo o de forma individual?
           
Las fechas que vienen nos abren la oportunidad para reencontrarnos como familia, tener un momento de alegría para reencontrarnos con los vivos y valorar a nuestros seres queridos.
           
El simple hecho de reflexionar que al hablar de las 89 mil vidas perdidas no significa hablar de la muerte de unos desconocidos, sino de nuestros muertos, tuyos y míos, puede ser un buen punto de partida para que estos días tengan un valor especial.
           
Una forma importantísima para celebrar estas fechas es abrazando el poder de la oración, que a veces hemos olvidado y que hoy cobra un sentido trascendente, pues, surgida desde lo profundo del corazón nos vincula con Dios, en cuya presencia encontramos consuelo, descanso y orden.
           
Que no existan grandes reuniones, que los panteones estén cerrados, no significa que no podamos hacer nada por nuestros difuntos. Por el contrario, hoy más que nunca pensemos y oremos por ellos.
           
Pero, sobre todo, que los días que se avecinan nos permitan, como mexicanos, a aprender de los errores para salvar a nuestros vivos. ¡Aún podemos hacer mucho!
 
Director de Comunicación de la Arquidiócesis Primada de México

Javier@arquidiocesismexico.org

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