Aunque quisiera, José María Morelos y Pavón ya no podría arengar a quienes hace más de 200 años le escuchaban desde el púlpito del templo de Santo Domingo, en el centro de Izúcar, Puebla, para que resistieran el embate de las tropas realistas. A diferencia de entonces, hoy el templo ha caído.
No sólo fue el templo. La ciudad cayó desde septiembre de 2017. Lo hizo tan estruendosamente que 80 por ciento del medio centenar de sus inmuebles históricos hoy se encuentra sin restaurar y muchos de los que sufrieron daños severos se mantienen en ruinas, abandonados.
El desdén oficial sorprendió a los habitantes, quienes pensaron que, por ser el lugar más cercano al epicentro del terremoto y un municipio muy dañado, tendrían atención cercana. No fue así. El sismo no sólo trastornó el paisaje, sino también la vida cotidiana. Se apagaron las festividades del pueblo.
Leer también: Descuidan patrimonio de México
Construido en 1552, el templo en donde Morelos ofició misa y convocó a la insurgencia luce desolado, irreconocible. El polvo y el salitre opacan el esplendor barroco de sus retablos. Unos finos hilos de luz se filtran por las fracturas de su bóveda. Nadie ingresa a él.
Por Carmen García Bermejo y Thelma Gómez Durán / Quinto Elemento Lab
El sacerdote y general José María Morelos y Pavón subió al púlpito izquierdo del templo de Santo Domingo y en medio de la luz de las velas invitó al pueblo de Izúcar a unirse a sus filas y liberar el territorio nacional del yugo español. A sus 46 años, Morelos se había convertido en una de las personas clave de la insurgencia que buscaba la independencia del país.
Era una fecha significativa –12 de diciembre de 1811– y Morelos ofrecía en ese templo de la mixteca poblana una misa en honor a la Virgen de Guadalupe, cuya imagen había sido usada por Miguel Hidalgo como estandarte para iniciar el movimiento.
La arenga del general Morelos retumbó entre los muros del templo e instó a los fieles a mantener viva la rebelión. Cuentan que tuvo un amplio eco entre los pobladores.
“Morelos halló la mejor disposición de los habitantes para abrazar su causa e Izúcar se convirtió en el mejor plantel de soldados insurgentes y las poblaciones cercanas le daban auxilios de toda especie”, narraría después el historiador Carlos María de Bustamante en sus memorias.
Cuatro días después, Mariano Matamoros llegaría a ese poblado para unirse a Morelos. Juntos, dirigieron los trabajos y prepararon a la población para resistir el ataque del ejército leal a la Corona española. Apenas alcanzaron a fortificar el perímetro de la plaza principal y las bocacalles.
A la mañana siguiente, las tropas realistas atacaron con cañones la ciudad. La defensa de Izúcar duró un día entero. Las milicias insurgentes pelearon con fusiles y cuerpo a cuerpo, mientras que el pueblo se ubicó en las azoteas de la plaza central para repeler con flechas, hondas y piedras a los 600 hombres del ejército real.
Los intentos de las tropas oficiales fueron infructuosos y tuvieron que retirarse. Morelos había ganado una vez más una batalla y aunque ésta no pasaría a la historia como un momento decisivo en la Guerra de Independencia, fue clave para mantener el avance del movimiento liberador.
“Tal fue la gloriosa acción de Izúcar que Morelos aumentó su fama y multiplicó el terror de sus enemigos”, relató Bustamante en su Cuadro histórico de la revolución de la América mexicana.
Más de 200 años después de que Morelos dirigiera la insurgencia independentista desde su altar, el templo de Santo Domingo caería y lo haría casi irremediablemente.
AQUÍ SE PUEDE INSERTAR EL VIDEO CON IMÁGENES DE IZÚCAR:
Ubicado al suroeste de Puebla, Izúcar de Matamoros tiene una triple frontera: colinda con los estados de Morelos, Oaxaca y Guerrero.
Paso obligado para los pueblos de Centro y Sudamérica en su camino hacia Tenochtitlán, como lo muestran los vestigios arqueológicos de culturas mesoamericanas hallados ahí, este lugar fue, además, un relevante centro de intercambio comercial.
Su ubicación privilegiada fue aprovechada por Morelos, Matamoros y el movimiento insurgente. Dos siglos después, la naturaleza jugó en su contra.
Localizada a una distancia muy cercana (apenas 40 kilómetros) del epicentro del violento terremoto de septiembre de 2017, la ciudad de Izúcar de Matamoros fue uno de los puntos más impactados por las olas sísmicas.
Dividida en 14 barrios desde la época de la Colonia, Izúcar cuenta con un envidiable número de inmuebles históricos: medio centenar de ejemplos de arquitectura civil y religiosa edificados entre 1552 y 1892.
Esa riqueza arquitectónica y cultural, sin embargo, quedó muy lastimada por el choque del sismo. Hoy, padece un mayor deterioro. El desdén oficial sorprendió a los habitantes, quienes pensaron que, por ser el lugar más cercano al epicentro y uno de los municipios más afectados, tendrían atención cercana.
No fue así. Izúcar es uno de los municipios con menor porcentaje en la recuperación de sus monumentos históricos: casi 80 por ciento se encuentran sin restaurar y los inmuebles con daño severo se mantienen en ruinas, abandonados.
Leer también: INAH ignora corrupción en restauración
El centro de Izúcar muestra claramente la situación: sede de cinco templos construidos en la época virreinal, sólo dos (parroquia de Santa María de la Asunción y templo de Nuestra Señora de la Luz) fueron reparados. No hubo apoyo oficial. Los recursos los aportaron la comunidad y la Fundación Jenkins.
“Los demás permanecen tal y como los dejó el sismo hace ya casi seis años. En los barrios hay 13 iglesias de los siglos XVI al XVIII y están cerradas en espera de ser atendidas. Todas tienen daños muy graves”, cuenta el arqueólogo y cronista Raúl Martínez Vázquez.
La vida de Martínez Vázquez se ha hecho aquí, en Izúcar, en donde nació hace cuatro décadas. Por ese apego y por sus conocimientos profesionales, no logra comprender por qué el INAH prefirió restaurar primero los inmuebles menos afectados y dejar para después la mayoría de los monumentos más antiguos y con daños severos.
En la comunidad se vive un desencanto. “El avance es mínimo y grande el rezago en la restauración. El cálculo (del dinero necesario) para resarcir los daños que se hizo al principio ya no es viable. Todo lo que estaba afectado se incrementó porque han ocurrido otros sismos no tan fuertes, pero también dañan, además de que las temporadas de lluvia son intensas”, precisa el arqueólogo y cronista, también a cargo del archivo histórico de la ciudad.
Al recorrer las calles de Izúcar se aprecian inmuebles con grietas en muros y cúpulas por donde se cuela el agua; otros recintos con pintura mural volverán a resentir la filtración del agua porque el INAH repartió en 2017 algunas lonas para cubrir los templos afectados, pero algunas sólo aguantaron la primera temporada de lluvias y a otras se las llevó el viento. Ya nada los protege.
El malestar entre los habitantes se incrementa con cada año que transcurre porque las autoridades del INAH les prohibieron restaurar por su cuenta los inmuebles cuando intentaron hacerlo.
Acataron la orden porque no puede haber intervención de los inmuebles sin contar con autorización. “No toquen nada, el INAH cuenta con un seguro contra sismos y cubrirá todos los daños de los inmuebles históricos y religiosos más emblemáticos”, les prometieron.
Pasó el tiempo y el dinero del seguro del INAH se acabó. Alcanzó para casi nada. Con esos recursos, comenta Martínez Vázquez, únicamente se atendieron seis capillas que mostraban daño menor. No hubo un solo peso para restaurar los inmuebles con afectaciones severas.
Después del sismo, Martínez Vázquez se incorporó a una de las brigadas que el INAH envió para levantar el registro de los daños. Él hizo su propia bitácora. Y en ella se encuentra detallada la situación actual de los inmuebles afectados y su proceso de restauración, si es que lo hay.
Entre sus apuntes se encuentran los siguientes:
· El templo y ex convento de Santo Domingo de Guzmán, el más antiguo de toda la mixteca poblana y uno de los más grandes de México, tiene daño severo y sólo está apuntalado, sin restauración.
· Con daño de severo a moderado, 12 de los 14 templos de los siglos XVI al XVIII ubicados en los barrios de esta ciudad están en ruinas, sin dinero para su recuperación.
· Puente Viejo o Puente Alatriste, daño moderado con una primera etapa; sin concluir.
· Antigua Estación de Ferrocarril, daño moderado con una etapa de restauración, pero sin más recursos para concluir.
· Casa de cultura y antiguo Hospital de San Juan de Dios, daño severo con dos etapas de restauración, pero sin concluir; muy afectado.
· Ex Palacio Municipal, daño severo con dos etapas de restauración. Sin concluir porque es un inmueble muy grande.
· Ex Secretaría de Relaciones Exteriores, daño severo, con dos etapas de restauración, sin concluir.
· Presidencia Auxiliar de Ayutla, daño severo, primera etapa, sin concluir.
Leer también: Arquidiócesis de Puebla anunció que habilitará 10 albergues por eventual evacuación de habitantes cercanos al “Popo”
El reporte del arqueólogo es preciso. El mismo INAH reconoce que de los 30 templos dañados en Izúcar, 21 están “en proceso”, de uno no se tienen datos y sólo ocho están concluidos, de acuerdo con las respuestas entregadas a Quinto Elemento Lab.
Ahora, de los cinco inmuebles de arquitectura civil, sólo la Casa Colorada se encuentra restaurada; el resto sigue en proceso, aunque desde hace dos años los trabajos están congelados porque no hay recursos.
Esa frase se repite constantemente. No hay recursos. Pero, objeta Martínez Vázquez, ya ha pasado mucho tiempo como para que no se haya encontrado una solución. Dice que la gente poco a poco va a subir el tono de su protesta y, como pueda, empezará a reparar sus inmuebles. “No será la primera vez que la población se salte al INAH”.
Cada temporada de lluvia representa un martirio para Gilberto Sombrerero Hernández, párroco del templo de Santiago Apóstol, porque el agua se cuela a la iglesia por el enorme boquete que dejó el desplome de su cúpula principal.
“Al principio, el INAH nos dio una lona que colocamos para tapar el enorme agujero que dejó la bóveda. Pero el primer ventarrón se la llevó por su fragilidad. Queríamos ponerle unas láminas provisionales, pero no nos dejaron”, lamenta el sacerdote.
Los frailes dominicos empezaron a construir este templo hacia 1628 en el barrio de Santiago, sobre lo que ahora es la avenida Centenario, el principal acceso a Izúcar.
Su arquitectura barroca tiene un imán adicional para los feligreses y para quienes migran hacia Estados Unidos: una escultura monumental del patrono Santiago Apóstol a caballo, con siete metros de altura, hecho con pasta de caña, papel amate y madera, al que se encomiendan antes de viajar hacia el norte.
Elaborada hace aproximadamente 400 años, la escultura no resistió las cinco toneladas que pesaba la cúpula del templo. La figura del santo quedó desmembrada y el caballo completamente molido.
Después de un lustro, el INAH restauró primero la figura del santo y luego entregó un nuevo caballo con algunos pequeños trozos del original, que ya no se pudo recuperar. La escultura fue reintegrada en octubre de 2022 a la comunidad, pero Santiago Apóstol no pudo regresar a casa porque el templo continúa en ruinas. El párroco construyó una capilla especial para resguardarlo.
Lo peor es la incertidumbre, a juicio del sacerdote. El INAH ha hecho varios estudios, pero no saben cuándo restaurarán el templo. “Lo recorrieron con un dron y tomaron apuntes. Mientras, el deterioro en la parroquia no cesa”.
En cierto momento, pensó que podían empezar a repararla con la ayuda de los feligreses, pero el INAH tampoco les concedió permiso para hacerlo.
“Ha sido mucho tiempo el que hemos esperado. Por desgracia, los daños se incrementan, sobre todo en la época de lluvia; al estar expuesto el templo a la humedad, los retablos se han dañado. Y es que ya sin cúpula, llueve adentro del templo”, se duele el sacerdote Sombrerero.
El agua sigue haciendo su trabajo: se cuela por las grietas, debilita los muros y su retablo barroco labrado en madera. El salitre corroe, mientras, todo el dorado ornamental del espacio debajo del coro.
El terremoto del 19 de septiembre de 2017 no sólo cambió el paisaje de esta ciudad de 83 mil habitantes, también lo hizo con la vida cotidiana
“Desde hace casi seis años parece que los izucarenses están de luto”, dice el arquitecto y artesano Élfego Vázquez Piedra, uno de los alfareros mexicanos más reconocidos a nivel internacional por la calidad de su trabajo.
La vistosidad de las fiestas religiosas, cuenta, eran la característica que le daban fama a esta ciudad. La Semana Santa y el Jueves de Corpus Cristi, la fiesta más antigua del pueblo, celebrada desde el siglo XVII, atraían a artesanos y visitantes de las regiones cercanas.
“La procesión se convertía en verbena. Eran fiestas hermosas. Con el cierre de los templos cambió todo. Ya no se oyen las campanas, ni cohetes, ni hay tantas procesiones. Había movimiento, vendimia, danzas, artesanías. La gente extraña todo eso”, precisa Élfego.
Hoy sólo permanecen los recuerdos del ambiente que rodeaba las festividades.
Quedan también en la memoria colectiva destellos de los años 50, cuando Miguel Alemán Valdés gobernaba en México e Izúcar era visitado por cientos y cientos de turistas que llegaban a presenciar la etapa de la Carrera Panamericana que atravesaba por los cañaverales de estas tierras.
“Había un ambiente festivo, de esos que ya no regresan”, comenta Élfego. Esa carrera fue el primer rally automotriz en América. Recorría los 3 mil 446 kilómetros que separan a El Paso, Texas, de Ocotlán, Chiapas, al límite con Guatemala.
“La intención de la Panamericana fue atraer turismo e inversión extranjera. Aunque sólo duró un quinquenio, los izucarenses conocieron a grandes pilotos y los autos deportivos de la época, como el Porsche, Ferrari, Mercedes Benz, Buick, Alfa Romeo, Volkswagen”, recuerda el arquitecto.
Eso queda sólo en viejas fotografías. Izúcar tampoco luce la riqueza arquitectónica de los tiempos previos al sismo.
Nada es como antes en la zona del centro, precisa el artesano: “Si te subes en un dron, lo que verás son cúpulas caídas, muros a punto del derrumbe, torres de campanarios partidos a la mitad, terrenos baldíos e incluso las ruinas de casas antiguas en la plaza principal que ni siquiera fueron apuntaladas”.
A dos kilómetros del templo de Santiago Apóstol, se ubica el barrio de Los Reyes, un lugar semiurbano y rural con una iglesia del mismo nombre, construida en el siglo XVI con piedra caliza, tepetate y argamasa.
El terremoto fracturó su torre y abrió grietas en su bóveda y muros. “Hace cinco años el daño era moderado, pero el abandono lo ha deteriorado más”, explica Lucio Villalo Barragán, mayordomo del lugar.
La entrada de ingreso al atrio es una de las portadas más bellas de los 14 barrios. Formada por tres arcos y, al centro, los nichos para los Reyes Magos, la portada desborda elementos decorativos de estilo barroco.
El templo resguarda joyas de arte sacro con más de 300 años de antigüedad, como las esculturas de los tres Reyes Magos, robadas en el año 2001 y recuperadas una década después. O, también, las imágenes de Santa Ana y San Joaquín, confiscadas por la Fiscalía General de la República en 2021 luego de que salieron a subasta en una galería de la Ciudad de México.
Leer también: ‘Quedamos sin techo ni trabajo’
Los habitantes del barrio consideran que ese legado merece tener un espacio digno, restaurado. “Al templo no se le ha metido mano. Así lo averió el sismo y así quedó desde hace cinco años. En todos los barrios sucede lo mismo. Pero el gobierno no mira hacia acá. El presidente ve el Tren Maya y a nosotros, con perdón de la palabra, que nos cargue el payaso, ¿no?”, cuestiona Lucio.
La última vez que funcionarios del INAH revisaron el templo, recuerda el mayordomo, fue en 2020. Les dijeron que ya se había otorgado el recurso y que iban a intervenir el templo. “Midieron otra vez los daños y, a la fecha, no los hemos vuelto a ver”.
Día a día, el deterioro crece. “Si dejamos que continúe así, el templo no va a aguantar. Estamos marginados y no nos quieren dar permiso para intervenir nuestros templos. Estamos hartos. Pronto nos reuniremos todos los barrios para hacer algo. ¡Ya basta!”, protesta Lucio.
El desconsuelo y la desolación se sienten apenas se llega a este rincón de Atzala, el municipio más pequeño de la mixteca poblana, donde 50 por ciento de la población ha migrado y el resto trabaja en los cañaverales y en la construcción.
Todo aquí es pasado. En este lugar se encontraba el templo de Santiago Apóstol. Debajo de los escombros y de la enorme roca que yace en el suelo se encuentran los restos de la niña que era bautizada poco después de la una de la tarde del 19 de septiembre de 2017.
Poco hay en pie. Todo está en ruinas, devastado como si hubiera sido el blanco de un bombardeo. La cúpula de la iglesia parece sostenida en el aire porque apenas una tercera parte se encuentra apoyada en el muro del altar mayor. Los muros, sin apuntalamiento alguno, parecen estar a punto de desplomarse.
“El mundo conoció Atzala por un hecho trágico: (con la caída de la bóveda) falleció la niña, toda la familia y algunos invitados. En total 12. Se salvaron el párroco de la iglesia, el papá de la niña y el sacristán. Llegaron medios de comunicación de todo el planeta. Ahora estamos en el total abandono”, apunta René Reyes, cronista de la entidad.
Es verdad lo que anota Reyes. En la información entregada por el Centro INAH Puebla, el Templo de Santiago Apóstol está catalogado con daño severo, sin obra asignada, ni proyecto en puerta.
“El INAH vino una sola vez y no regresó. El templo está muy dañado, pero ni siquiera nos dicen si van a consolidar la iglesia como ruina y evitar así otro accidente con su desplome. Las paredes se desgajan con las fuertes lluvias. Desconocemos si lo van a arreglar o lo tirarán”, lamenta desangelado René Reyes.
Luego de que los soldados al mando de José María Morelos y Pavón rechazaron con éxito los ataques de las tropas realistas en diciembre de 1811, las calles de Izúcar recuperaron su tranquilidad sólo por un breve tiempo.
El ejército fiel a la Corona regresó en febrero del año siguiente. Dos mil hombres reforzados con varios cañones atacaron de nuevo al pueblo. De nuevo fueron derrotados por los insurgentes, ahora al mando de Vicente Guerrero.
No existe registro de que Morelos y Pavón haya regresado alguna vez a Izúcar. Tampoco hay indicios de que el templo de Santo Domingo de Guzmán desde el que arengó a la población vaya a sobrevivir.
La nave central del templo está sostenida por una monumental telaraña de largas barras metálicas que se despliega desde la puerta principal hasta el altar mayor. De no tenerla, sus muros y bóveda se desplomarían.
El sismo hirió severamente a este complejo arquitectónico que los frailes dominicos ordenaron erigir desde 1552. Ahora está desolado, irreconocible.
El polvo y el salitre opacan el esplendor barroco de sus retablos y sus muros están vacíos, cuando antes lució obras relevantes, como Lavatorio de pies que Baltazar de Echave Rioja pintó en 1681.
Nadie ingresa al templo. Apenas unos finos hilos de luz se filtran por las fracturas de su bóveda de cañón.
_________
Quinto Elemento Lab es una organización periodística independiente, sin fines de lucro, que alienta y realiza reportajes de investigación en México. Para ver la serie completa de “Patrimonio en ruinas” puedes visitar https://quintoelab.org/patrimonio-en-ruinas