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La ocasión más reciente que Andrés Manuel López Obrador pisó el Palacio Legislativo de San Lázaro fue como luchador social el 28 de octubre de 2008, durante la discusión de la reforma energética. Antes, el 7 de abril de 2005, hace 13 años, cuando presentó su defensa ante un proceso de desafuero inminente.
Hoy, tres elecciones presidenciales después, López Obrador regresa al recinto legislativo para convertirse en el primer político de ala izquierda que portará la banda presidencial y asumirá como titular del Ejecutivo federal.
Para llegar a este punto fueron 12 años ininterrumpidos de recorrer el país, tres rivales distintos en las contiendas presidenciales, un infarto y varios señalamientos de fraudes electorales.
Cada una de sus campañas tuvo un tono distinto, desde el “cállate chachalaca” con el que encaró al ex presidente Vicente Fox y al entonces candidato presidencial del PAN, Felipe Calderón, en 2006, hasta el “amor, paz y amnistía” que aplicó como estrategia en la última campaña.
En su primera contienda por la Presidencia en 2006, López Obrador iba encarrerado, puesto que antes de ese año se había desempeñado como jefe de Gobierno de la Ciudad de México (entonces Distrito Federal) y había adquirido una popularidad bastante fuerte.
Se sumergió en un proceso de desafuero al ser señalado por haber incumplido un ordenamiento judicial y por querer construir un camino para comunicar a un hospital.
Al resolverse ese proceso, López Obrador comenzó (en julio de 2005) su camino por la Presidencia, pero nunca se imaginó que duraría dos sexenios.
La primera contienda se desarrolló entre Felipe Calderón Hinojosa (PAN), Roberto Madrazo (alianza PRI-PVEM), Patricia Mercado (Socialdemócrata), y López Obrador, entonces abanderado de la coalición PRD, PT y Convergencia (ahora Movimiento Ciudadano).
El tabasqueño perdió la elección con una escasa ventaja del panista.
López Obrador no aceptó los resultados, acusó de fraude, se plantó en Paseo de la Reforma durante varios días, paralizando una de las vías más importantes de la Ciudad de México e instaló un “gobierno legítimo” sin que tuviera mayor trascendencia en la vida pública.
Seis años después, tiempo en el que nunca detuvo su andar por los pueblos de México, se volvió a registrar como candidato presidencial. El tabasqueño tomó las mismas banderas del PRD, PT y Movimiento Ciudadano (MC).
La elección de 2012 tuvo como protagonistas al hasta ayer presidente Enrique Peña Nieto (alianza PRI-PVEM), Josefina Vázquez Mota (PAN), y Gabriel Quadri (Nueva Alianza).
En esa ocasión, Peña Nieto le sacó una ventaja amplia al oriundo de Macuspana, Tabasco, a quien también acusó de fraude, pero en esta ocasión no bloqueó avenidas de la capital del país.
Su respuesta fue contra el partido que había dirigido, el PRD. Tras una discusión con sus dirigentes, López Obrador decidió renunciar y comenzar a conformar su partido a través del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena).
El partido obtuvo su registro el 10 de julio de 2014. De inmediato el tabasqueño tomó las riendas y se enfiló hacia la contienda de 2018, es decir, tuvo cuatro años de preparación para lograr el triunfo en las votaciones del pasado 1 de julio.
Para las elecciones de este año hubo muchos cambios. Se aprobaron candidaturas independientes en las que se inscribieron el gobernador de Nuevo León, Jaime Rodríguez Calderón, y Margarita Zavala, ex panista y esposa del ex presidente Calderón Hinojosa.
En el PRI se buscó un perfil externo, no tan inclinado hacia el priísmo, pero sí ligado al presidente Peña Nieto. Para este cometido, José Antonio Meade, que no militaba en el PRI, se lanzó por la coalición PRI-PVEM-Nueva Alianza.
Otra novedad en estos comicios fue la alianza que conformaron PAN, PRD y MC, partidos que abanderaron al panista Ricardo Anaya. En los tres meses de contienda electoral, Peña Nieto se mantuvo al margen de las campañas. Mientras que a la mitad de la batalla electoral, la independiente Margarita Zavala renunció.
López Obrador, por su parte, hizo una alianza inimaginable con Morena, PT y el Partido Encuentro Social (PES) —de centroderecha—, así como con un sector del magisterio ligado a la ex líder sindical, Elba Esther Gordillo Morales. Incluso, los profesores conformaron las redes sociales progresistas para hacer campaña por el morenista y defender las urnas el día de las elecciones.
Durante la campaña, López Obrador desató varias polémicas por su propuesta de dar amnistía a delincuentes o cancelar las obras de la construcción del aeropuerto internacional en el lago de Texcoco.
No obstante a las disputas con una parte del sector empresarial, limó asperezas con empresarios como Claudio X. González y Carlos Slim.
En los debates contra sus contrincantes se le veía escondiendo su cartera, bromeaba y decía que se la podrían robar. Se refirió a Ricardo Anaya Cortés con el calificativo “Ricky, riquín, canallín”.
El 1 de julio pasado, más de 50 millones de mexicanos votaron. López Obrador avasalló a sus contrincantes al obtener más de 30 millones de sufragios, es decir, 53% de los votos emitidos.
Por su parte, Anaya Cortés tuvo más de 12 millones de votos; José Antonio Meade, arriba de nueve millones, y el candidato independiente, Jaime Rodríguez Calderón, obtuvo casi 3 millones de sufragios.