Las reuniones de primavera del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional reúnen cada año en Washington, D.C., a los principales líderes de la economía y finanzas del mundo, para discutir sus perspectivas sobre el entorno económico global. Este año, las reuniones tuvieron como tema central cómo construir una economía resiliente.

En su mensaje inaugural, David Malpass, presidente del Banco Mundial, y Kristalina Gueorguieva, directora gerente del Fondo Monetario Internacional, dejan claro que vivimos tiempos complejos. La pandemia del COVID-19 ha desencadenado múltiples crisis que continúan afectándonos a pesar de haber transcurrido ya tres años desde el inicio de la emergencia. Una inflación persistente, no vista en más de cuarenta años, ha obligado a subir las tasas de interés. Las consecuencias no se han hecho esperar, desencadenando nuevas crisis en el sector bancario internacional, como la quiebra del Silicon Valley Bank o problemas de deuda en varios países en desarrollo. Empresas, familias y gobiernos tendremos que acostumbrarnos a vivir con altas tasas de interés. Esto afectará a las personas de menores ingresos, y a las empresas pequeñas y medianas. Sin embargo, las instituciones financieras de Washington ven esta dinámica como un mal necesario para combatir la inflación.

El sentimiento general en Washington es que la economía y la geopolítica continuarán conviviendo en 2023. La guerra en Ucrania amenaza con una crisis alimentaria como resultado de la escasez de fertilizantes; la fragmentación de las cadenas de valor global es una realidad, resultado de las crecientes tensiones geopolíticas; la regionalización del comercio global se percibe como una de las mayores amenazas sobre la economía, con un costo de hasta el 7% del PIB mundial; y, aunque la pandemia que desencadenó estos problemas ha pasado, parece que no se han aprendido las lecciones. La reflexión de un alto funcionario del Banco Mundial es que hemos pasado del miedo a la negación para terminar en la amnesia.

En medio de este difícil entorno, cabe preguntarse si hay motivos para ser optimistas. Los asistentes a la Cumbre Global del Crecimiento Inclusivo, organizada por Mastercard y el Instituto Aspen en el marco de las reuniones de primavera, piensan que sí. La clave es centrarse en las tendencias en lugar de en los titulares y la coyuntura. Es cierto que la pandemia ha traído un enorme costo humano, económico y social, sin embargo, en temas como el combate a la pobreza, la educación, la esperanza de vida o la inclusión financiera, observamos desde hace años tendencias de mejora que sin duda podrán superar los retrocesos de los últimos tres años.

Necesitamos acelerar el paso en el diseño y ejecución de estrategias y enfoques colaborativos a favor de un futuro más inclusivo y próspero, empezando por lo local. Es necesario seguir promoviendo la disminución de brechas de género y generar las condiciones para el crecimiento de todas las personas. Hay miles de personas y organizaciones en todo el mundo que quieren hacer el bien, pero necesitamos aprender cómo. Una apuesta segura para alcanzar el bien común es la educación: un maestro excepcional, por ejemplo, puede transformar la vida de 1,000 jóvenes para siempre.

Hay lecciones incluso positivas que podemos extraer de la pandemia: logramos poner la ciencia al servicio del bien común para crear vacunas en menos de un año y en 2022, a pesar de las tensiones internacionales, pudimos ponernos de acuerdo para crear el primer Fondo de Pandemias global, gestionado por el Banco Mundial, para evitar que la tragedia del COVID-19 se repita. Son pasos modestos; sin embargo, es momento de movilizar al sector privado y a las finanzas internacionales para apuntalar estos esfuerzos. Así lo considera la Alianza para la Salud y el Desarrollo del G20.

¿Qué hay de América Latina y México? El Banco Mundial concluye que la región de América Latina demostró ser relativamente resiliente, con niveles de ingreso y empleo que en general se recuperaron tras la pandemia. Lo que Washington considera una amenaza significativa –la fragmentación de las cadenas de valor– representa una oportunidad para México y América Latina en la forma del nearshoring, al haber despertado un interés por parte de inversionistas globales por alcanzar una mayor diversificación de la producción.

No es fácil interpretar todos los mensajes que escuchamos en Washington. Sin embargo, es claro que, a pesar del panorama desafiante, hay razones para mantener el optimismo. Gobiernos, empresas, ONGs y academia, tenemos que adoptar estrategias colaborativas para ampliar nuestros horizontes, profundizar nuestros conocimientos y acelerar la implementación de soluciones. Superar los desafíos actuales y trazar un camino hacia un futuro sostenible y equitativo demanda materializar esta alianza para avanzar juntos hacia un bien común. En este proceso, resulta fundamental el papel de las universidades, verdaderos generadores de esperanza en busca de la posibilidad de un mejor futuro.

Juan Pablo Murra es Rector de Profesional y Posgrado del Tecnológico de Monterrey @jpmurra

Roberto Duran es Profesor Investigador de la Escuela de Gobierno y Transformación Publica @DrBobDuran

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