Desde julio de 2020, María Fabiola Alanís Sámano fue designada como titular de la Comisión Nacional para Prevenir y Erradicar la Violencia contra las Mujeres (Conavim), fenómeno del que ella misma ha sido víctima, pero también sobreviviente.

Por ello, la economista se describe a sí misma como una verdadera guerrera que desde hace al menos tres décadas ha abrazado la lucha feminista desde la militancia y el servicio público.

En entrevista con EL UNIVERSAL, se define como una mujer convencida de que hay que perseguir la utopía, la cual para ella es sinónimo de lucha, transformación e igualdad.

¿Desde qué edad empezó a explorar el feminismo o el movimiento feminista?

—En una perspectiva teórica, desde hace 10 años, pero en una perspectiva militante, desde hace 30 años, es decir, enarbolando causas que beneficien a las mujeres, desde hace, por lo menos tres décadas.

Si la Fabiola Alanís de hace 30 años la viera ahora ocupando esa silla al frente de la Conavim, ¿estaría orgullosa o qué diría de usted?

—Creo que me diría que ahí la llevo, que ha sido correcto el camino de la lucha y ser congruente, y que en la lucha por transformar al país uno tiene que estar en las buenas, en las malas, en las peores, y que a lo único que no podemos renunciar es a nuestros principios.

Me gustaría volver a ser la que fui y seguir siendo la que soy, porque soy una persona que ha sido congruente con muchos riesgos, porque siempre hay riesgos.

¿A qué riesgos se refiere?

—Me considero sobreviviente del narcotráfico en Michoacán, del calderonismo. Soy la única mujer a la que se le dio una sanción directamente del entonces IFE por una declaración contra la hermana del entonces Presidente.

No se vive fácil.

—Me tocaron los granadazos en Morelia del 16 de septiembre de 2007, el Michoacanazo. El 3 de enero de 2007, Felipe Calderón llegó vestido de militar, con un uniforme que le quedaba grande, a declarar la guerra contra el crimen organizado en Apatzingán. Yo era la dirigenta del PRD, las cosas no fueron sencillas para Michoacán y para mí.

Recibí amenazas del narcotráfico, sobre todo cuando los granadazos, recibí una amenaza muy fuerte que nunca se me va a olvidar: ‘La que sigue eres tú, presidentita, así que bájale’... presiones de algunos cárteles, o sea, no se vivió fácil en esa época.

¿Qué cambios ha visto desde que enarboló las primeras causas feministas a la fecha, que hay un boom del feminismo?

—Ha habido una especie de revolución silenciosa (...) Hemos luchado las mujeres de este país, y yo me considero parte de esa lucha, también por la progresividad de los derechos, o sea, hemos pasado de la búsqueda y garantía de los derechos civiles al ejercicio de los derechos políticos, de la paridad como máxima en un sistema democrático.

Somos el único país del mundo donde la paridad es ley y esto es un paso gigantesco para la igualdad sustantiva, creo que sí ha habido un esfuerzo porque esto no ha sido de la noche a la mañana, es la síntesis de un esfuerzo de décadas, de mujeres saliendo a las calles, ejerciendo un feminismo parlamentario y de un país que se está reconstruyendo y formando con una perspectiva democrática más amplia.

¿Por qué “revolución silenciosa”?

—Porque estamos en todo.

Es una revolución verdadera porque estamos en todos los planos abriéndonos espacio en todos los lugares y en todos los ámbitos: en los municipios, en administraciones locales y la federal; en las cámaras federales y locales; en el sector privado con mucha presencia, estamos ocupando lugares que antes se nos habían negado y tuvo que llegar este momento para empezar a consolidarlo.

¿Qué pasó hace tres décadas que comenzó a militar en el movimiento feminista?

—La lucha te va llevando. Yo fui dirigente sindical de los trabajadores administrativos en la Universidad Pedagógica Nacional, he militado siempre en las causas sociales y eso te va llevando y te va formando; fui de las fundadoras del Colectivo Comandanta Ramona para apoyar al Ejército Zapatista de Liberación Nacional en el 94. He militado siempre en la perspectiva de la izquierda.

¿Es difícil ser feminista en un país como México?

—Se necesita congruencia, tolerancia, pluralidad, reconocimiento, progresividad de los derechos, porque siempre queremos más. Las mujeres siempre queremos avanzar más, entonces cuando hablamos de feminismo tenemos que hablar de congruencia, de tolerancia, de reconocer la unidad de la diversidad, la pluralidad, en dónde está el punto de encuentro y decir que la lucha de las mujeres está más allá de algunas manifestaciones que son calientes y que las reconocemos y gracias a las cuales hemos avanzado.

¿Qué opina de la radicalización de algunas participantes en las protestas?

—Creo que hay un relevo generacional que hay que entender y que hay una nueva generación de jóvenes, sobre todo universitarias, que están poniendo los puntos sobre las íes en materia de acoso sexual, de hostigamiento en las universidades, pero cuando no he estado en la administración estoy en la universidad y la academia, y en los lugares donde uno está, uno debe aprender a ser congruente con lo que piensa.

¿Alguna vez se sintió frustrada por no poder cambiar las cosas?

—No, yo soy una guerrera. Soy una mujer resiliente, no me caigo a la primera. Estoy acostumbrada a luchar, como todas las mujeres de este país. No nos caemos a la primera, no nos ponemos en un rincón a llorar porque lloramos por otras cosas que si hay que llorar, y eso está bien, pero luchamos. Así somos las mujeres, guerreras, yo creo que así somos en México, así lo hemos vivido.

¿Hubo algún momento en que quiso dejarlo todo para tener una vida tranquila?

—No podía renunciar a la confianza de la gente ni quería, es mucha responsabilidad, y si ya estás ahí, pues ya estás ahí.

¿Los sueños se cumplen?

—Depende, yo sí creo que hay que perseguir la utopía.

¿Qué utopía persigue usted?

—La lucha, la transformación, la igualdad, la equidad social, el bienestar.

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