A través del Programa de Trabajadores Agrícolas Temporales (PTAT) entre México y Canadá, vigente desde 1974, empresas privadas llevan cada año a granjas y ranchos canadienses a alrededor de 60 mil mexicanos, muchos de los cuales son sometidos a una explotación extrema, hacinamiento, sin posibilidad de cambiar de trabajo, falta de servicios médicos y una nula protección por parte de la red consular mexicana, denunciaron organizaciones no gubernamentales y activistas.
En Quebec, Canadá, donde unos 11 mil jornaleros, en su mayoría mexicanos, trabajan en granjas agrícolas, unas de ellas —un rancho de transferencia— es conocida como El Calabozo. Es la granja Les Entreprises Pitre, en Hautes-Laurentides, donde casi 200 paisanos y guatemaltecos laboran hasta 18 horas al día, hacinados para dormir hasta 10 de ellos en un cuarto.
Karla Meza, periodista independiente y documentalista mexicana, residente en Quebec, dijo a EL UNIVERSAL que el caso de la granja conocida como El Calabozo no es el más grave, pero sí ejemplifica claramente la esclavitud moderna y el nivel de explotación abierto de miles de mexicanos que cada año viajan a Canadá a través de los programas de Trabajadores Agrícolas Temporales (PTAT) y de Trabajadores Extranjeros Temporales (PTET), avalados por ambos gobiernos desde los años 70.
El PTAT fue establecido por los gobiernos de México y Canadá en 1974 ante la demanda de jornaleros agrícolas en granjas canadienses. Es operado en México por de la Secretaría del Trabajo y Previsión Social (STPS).
“En el caso de El Calabozo, donde hablé con 28 trabajadores agrícolas mexicanos y guatemaltecos, la mayoría quieren salir de ahí, pero por el esquema de contratación no pueden cambiar de granja o de empleo antes de que acabe su contrato.
“Han sido sometidos, en la temporada de cosecha de la fresa, a jornadas hasta de 18 horas de trabajo. Es decir, empiezan a trabajar a las 4:00 horas y terminan a las 23:00 horas, seis días a la semana”, comentó Meza.
Algunos de ellos fueron transferidos el 17 de septiembre desde otras granjas o fincas a lo que ya es conocido por los migrantes como El Calabozo, que es una especie de castigo o represalia por quejarse de casos de maltrato.
“¡Ya es suficiente!, no quería dejar mi piel ahí”, dijo uno de los trabajadores que salió recientemente de la finca, claramente conmocionado, por teléfono.
“Todavía tengo dolor de estómago, estoy ansioso y con frecuencia quiero llorar”, señala uno de los testimonios de los jornaleros que Meza publicó en el diario canadiense Le Devoir.
La periodista habló con los dueños de esta granja, donde hay casi 200 jornaleros, de los cuales al menos 50 son mexicanos, y no negaron nada de lo que denunciaron los trabajadores, pero lo trataron de justificar al señalar que eran personas que no estaban capacitadas para el trabajo agrícola, que rompían las herramientas, que no sabían usar trastes de cocina y muchos otros comentarios de tono racista.
“No es el peor caso. Hay granjas con hasta 30 personas en un solo dormitorio, con 15 literas, lo cual se supone está prohibido, más en tiempos de pandemia.
“En Canadá, en todos los sectores, como forestal o minería, está prohibido que dos trabajadores duerman en un cuarto, ni las literas se permiten, pero para los jornaleros agrícolas no hay restricciones”, lamentó.
Comentó que cuando se enteró de este caso llamó al consulado de México en Quebec, donde le dijeron que no tenían conocimiento de la situación y que además los jornaleros mexicanos, quienes en su mayoría laboran en la citada granja, no forman parte del PTAT, sino del Programa de Trabajadores Extranjeros Temporales. “Con eso se justificaron”, mencionó.
En ambos programas trabaja la misma firma reclutadora, Ferme Quebec, que se anuncia en su página de internet como una solución a los granjeros frente a la escasez de mano de obra en cualquier sector y califica a los migrantes temporales como “escuadrones populares”; garantiza que en todo momento serán “apoyados y ayudados” durante su estancia en Canadá.
“Los 13 dólares canadienses, el salario mínimo que ganan los jornaleros, no lo aceptan los canadienses y menos para trabajar en el campo. El año pasado, cuando por la pandemia hubo escasez de mano de obra, se les ofrecieron 18 dólares a los desempleados.
Karla Meza, quien ha sido reconocida en Canadá por su trabajo periodístico y ha realizado diversos documentales sobre los jornaleros mexicanos y guatemaltecos, expuso que parte de este engranaje económico que utiliza la mano de obra barata son las empresas enganchadoras o quienes contratan a los trabajadores, en este caso Ferme.
“Todas las denuncias que recabé son bajo el anonimato por parte de los trabajadores, porque existen listas negras.
“Cuando alguien se queja de maltrato o de cualquier cuestión de hacinamiento o incumplimiento del contrato, son puestos en listas negras y la siguiente temporada ya no los contrata ningún granjero”, indicó.
Dijo que ni el consulado en Quebec ni la empresa Ferme le han reportado nunca el número de trabajadores mexicanos que llevan cada año a Canadá, en ninguno de los dos programas.
En Canadá se habla de alrededor de 60 mil trabajadores y en Quebec, de cerca de 11 mil, sólo en la temporada agrícola de este año. “El gobierno de Canadá ha reconocido que gracias a esta mano de obra barata de los mexicanos y centroamericanos su población puede ir al super y comprar alimentos a precios razonables. Es aceptar pública y descaradamente la explotación laboral extrema”, agregó.
Carlos Rojas, activista de Council Migrant, externó que el gran problema del PTAT y del PTET es que los jornaleros mexicanos que son llevados a Canadá “no tienen derecho a buscar otro empleador, por lo que si el patrón te maltrata, abusa o no te paga lo acordado o te obliga a trabajar más horas, no hay forma de cambiar de empleo.
“Los jornaleros mexicanos en Canadá están encasillados, como en tiempos del Porfiriato, hay una explotación extrema. Es una especie de esclavitud moderna, con tiendas de raya, donde los paisanos no tienen más opción que comprarles a los mismos patrones lo que necesitan para comer, bañarse o vestirse”, afirmó.
Comentó que no se trata de pequeñas granjas familiares o empresas, sino que en su mayoría son grandes corporaciones que envían a Estados Unidos 60% de la producción.
Son los jornaleros mexicanos y latinoamericanos, trabajadores esenciales, los que dieron de comer a estadounidenses y canadienses durante la pandemia.
Rojas expuso que es tal la situación que ni siquiera los consulados mexicanos en Canadá saben cuál es el número de trabajadores agrícolas: “Los datos más recientes que tienen son de 2015, es decir, no hay transparencia, mucho menos saben exactamente dónde están, en que granjas, en que provincias”, externó.
Insistió en que los granjeros en Canadá se están beneficiando de la mano de obra barata, pues les pagan alrededor de 13 dólares canadienses, que es el salario mínimo en ese país y que nadie acepta y menos para esas labores.
“En Canadá tenemos casos de trabajadores que han fallecido por las malas condiciones durante la pandemia, que pertenecían al PTAT y al PTEP. Cuando lo expusimos a funcionaros de la Secretaría del Trabajo, nos respondieron: “A nosotros no nos corresponde porque estaba en el PTEP y no en el de trabajadores agrícolas”, indicó Rojas.
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