De 2006 a enero de 2018, la Procuraduría General de la República (PGR) colaboró en la recuperación de 789 cuerpos y fragmentos óseos repartidos en 296 fosas en diferentes partes del país, de acuerdo con datos entregados vía transparencia. Pero esta cifra se queda corta cuando se compara con los datos de fiscalías estatales y organizaciones civiles.
Veracruz es el ejemplo más claro. EL UNIVERSAL publicó el 11 de septiembre de 2018, que de 2011 a la fecha se encontraron enterrados o semienterrados mil 178 víctimas, según la Fiscalía General del Estado. En el mismo periodo, la PGR cuenta en sus registros con la recuperación de 35 cuerpos. Esto quiere decir que la Procuraduría tenía conocimiento de sólo 3% del total de cadáveres que estaban enterrados de manera clandestina en la entidad.
Las causas de este desfase en las cifras varían. “La PGR no siempre se acerca a todos los sitios donde se hallan fosas clandestinas; algunas veces es un tema de competencia […]. También es un problema porque no todas las fiscalías proporcionan la información sobre los hallazgos. Esto puede ser porque no se preocupan desde un inicio por sistematizar los datos o en el peor de los casos porque exista una política de no dar información respecto a estas violaciones graves de derechos humanos”, explica Jorge Ruiz Reyes, politólogo e integrante del Programa de Derechos Humanos de la Ibero.
La falta de una base de datos central ha hecho que la tarea de contabilizar los cadáveres recuperados sea casi imposible. Y la coordinación que debería existir entre autoridades estatales y federales no es más que una ilusión puesta en papel. “Que las procuradurías estatales no surtan la información verificada a la PGR provoca el desfase en las cifras”, asegura Javier Oliva, experto en temas de seguridad.
Un año clave en el descubrimiento de estos cementerios clandestinos fue 2011. En San Fernando, Tamaulipas, se recuperaron los cadáveres de 195 migrantes repartidos en 45 fosas. En ese momento fue considerado uno de los hallazgos más macabros en el país. Pero la situación se repetiría una y otra vez en los siguientes años. De octubre de 2014 a noviembre de 2015 se encontraron 124 fosas repartidas en Iguala, Guerrero. Ahí estaban regados 158 cadáveres, según datos de la PGR.
La más grande que encontraron en esas fechas fue en octubre de 2014: 39 cuerpos divididos en 11 fosas en las tierras de Iguala.
Al ver que los cadáveres no dejaban de emerger, muchas familias alzaron la voz. “Salimos a las calles a gritar que tal vez eran nuestros familiares los que estaban ahí. Gracias a que comenzó a saberse esto, muchos tuvimos el valor de decir que nos faltaba alguien”, relata Mario Vergara, quien desde 2014 se convirtió en un buscador de cadáveres.
Tomás, su hermano, salió de su casa en Huitzuco, Guerrero, el 5 de julio de 2012, pero en algún punto camino al trabajo fue secuestrado. Ya pasaron seis años desde esa fecha. Las negociaciones duraron sólo un mes. Después, el silencio invadió a la familia. Las llamadas pararon y Tomás no regresó.
Cifras inconclusas
La Unidad de Datos de EL UNIVERSAL le solicitó a la PGR el desglose de todas las fosas clandestinas y cadáveres que se han encontrado en México desde 2006 hasta el primer trimestre de 2018. La Procuraduría especificó en su respuesta que los datos que entregó hacen referencia únicamente a las diligencias en las que participó. Al comparar su información con otras fuentes, incluso con notas de prensa, las diferencias pueden ser abismales.
En 2017, la fiscalía de Colima confirmó el hallazgo de 33 fosas clandestinas en el estado. La región de La Laguna fue la más afectada. Pero estos datos no figuran en los registros de la PGR. En ese año, la Procuraduría sólo colaboró en la recuperación de un cuerpo en la entidad.
Lo mismo ocurrió con el cementerio clandestino en Zacatecas en agosto de 2017. La Secretaría de Seguridad Pública del estado informó que se encontraron 14 cadáveres. Mientras que las cifras de la PGR no los tienen contabilizados.
“Esto ha sido un fallo estructural muy serio, porque si no se tienen cifras precisas para atender el problema, las medidas que instrumente el gobierno evidentemente van a fracasar”, dice Javier Oliva.
El trabajo de un buscador
En cuatro años, Mario se conviritió en un experto de anatomía humana, antropología y protocolos de levantamiento de cuerpos en fosas clandestinas. “Ahora sé que tenemos 214 huesos y 32 dientes. El hueso más largo es el fémur; tenemos 24 costillas y nacemos con 33 vértebras. Todo lo aprendí por necesidad, así como distinguir los huesos de un animal con los de un humano”.
Las cajas de cerveza que antes repartía por su pueblo en Huitzuco, Guerrero, se quedaron guardadas. Desde la desaparición de su hermano se convirtió en un mexicano más hurgando entre la tierra para encontrar a su familia.
Este nuevo “oficio” lo comparte con el resto de su familia. “Si nosotros no lo encontramos, hay una esperanza de que nuestras futuras generaciones logren desenterrar la verdad de nuestro país”, dice.